viernes, 26 de febrero de 2010

Las aguas bajan turbias - Editorial del 26 de febrero de 2010
Las aguas bajan turbias es el título de una película argentina, basada en la novela "El río oscuro", de Alfredo Varela, y protagonizada por Hugo del Carril, considerada entre las obras más destacadas del cine argentino. Cuenta la odisea de los campesinos que se encontraban obligados, por falta de trabajo, a ir al litoral a cosechar la yerba mate, y allí eran maltratados, golpeados, insultados por sus capataces, castigos que muchas veces terminaban en la muerte. Además los estafaban en las ventas con libreta, donde se les anotaban las deudas que nunca alcanzaban a pagar. También en esa película se comienza a hablar de los sindicatos y de cómo los trabajadores empiezan a rebelarse. O sea que la elección de nuestro título tiene, entonces, un sentido literal y uno figurado. ¿Estamos?
Somos testigos, en Basavilbaso y seguramente en muchos otros lugares en los que se lea esta página, de fenómenos reiterados en los últimos años, que reclaman a gritos una preocupación mayor, de parte de los gobernantes, frente a situaciones que ya no son hipótesis, sino procesos en pleno desarrollo.
No alcanza con plantearse que "algo raro pasa con el clima", mezclando fatalismo con desidia. Aún no sabiendo si el "accidente" del que teorizamos es probable, la peor manera de averiguarlo es sentarse a esperarlo.
Podemos hablar mucho de estudios y técnicas de mediano y largo plazo para complementar el salvataje de coyuntura (lo único que se hace, y siempre después de), o quedarnos de brazos cruzados y esperar, literalmente, que llueva y nos ahoguemos. O que nos calcinemos. O que nos congelemos. O que nos lleven los vientos. Precisamente hacer un buen gobierno es prever y trabajar para lo estructural.
Sabemos que desde el municipio se adjudica la culpa de lo pasado en estos últimos días, como decíamos más arriba, a "un accidente", sin reconocer que de todas maneras es un acontecimiento eminentemente humano, una contrariedad de las previsiones y las expectativas. Es imprevisto en el doble sentido que tiene esta palabra: el no haber advertido el peligro y el no haber actuado preventivamente. La noción de fatalidad, que nuestros funcionarios dominan a voluntad es, en sí misma, una teoría sobre el accidente, tal vez la peor, porque no sugiere ningún curso de acción.
La propia idea de adjetivar las inundaciones en nuestra ciudad de "accidentales" es sumamente paradójica, porque califica (o descalifica) algo que ellos no esperaban que pudiera suceder. Otra vez deberíamos recomendar la lectura de aquella poesía de Sor Juana Inés de la Cruz, porque hablar acá de accidente esconde un grado de negación, "sin ver que sois la ocasión de lo mismo que juzgáis".
Para nuestro gobierno municipal el accidente es puro presente, es la contrariedad de una situación que se había imaginado improbable, porque nunca trabajaron a futuro. Ni siquiera cuando se ejecutó la obra del "desagüe pluvial", ya que como tantas veces denunciamos en esta página y como tantas veces nadie atendió nuestro reclamo, finalmente, y eso sí era previsible, no sirvió para nada. Entonces, para ellos, lo que deberían haber previsto pasa a ser una revelación. Sorpresiva revelación de una realidad, que para esta gestión, estaba escondida, suponemos que por propia ingenuidad y no por dejadez. ¡Queremos creer que es así!
En este sentido, conceptualizar los cuarenta centímetros de agua que debieron soportar muchos vecinos de nuestra ciudad (y no, como se dice peyorativamente, incluso desde el gobierno, "del Pueblo Nuevo", como si eso fuera un atenuante para el sufrimiento) de accidente es una forma falaz de apreciación de los hechos, una subjetividad que no les podemos permitir a aquellos que hemos elegido para que nos gobiernen. Y mucho menos que reaccionen de la misma manera cuando alguien cuenta que se le rebalsaron las cloacas. Hemos escuchado, a propósito de esto, que "no podemos revisar 3.500 casas". ¿Y por qué no? ¿Ese renunciamiento significa que, por los siglos de los siglos, nuestros amigos seguirán teniendo el mismo problema?
Podemos verter acá muchos argumentos respecto a qué es previsible, o no, en los actos de la naturaleza y en los hechos de los hombres. Pero esos análisis doctrinarios que podríamos hacer solo tenderían más a justificar que a prevenir, a consolar que a salvar, a eludir en vez de enfrentar. Si bien el cálculo de lo previsible podría llegar hasta el infinito, de la misma manera que el cálculo matemático de probabilidades, existen riesgos aceptables, en la medida en que se tome conciencia de ellos, y otros que de ninguna manera deben tolerarse, porque están en juego valores que son altamente representativos por sus características y compromisos.
Nuestro semanario, por si hiciera falta acumular pruebas, es una fuente inagotable de expresiones hechas por los vecinos a través de los años, contando las peripecias que sufrían cada vez que llovía, e incluso de la tan mentada "intervención" que la actual gestión amagó hacer y que quedó solo plasmada en un Parte de Prensa. Nos queda la sensación, lamentablemente, de que se convencieron a ellos mismos que "todo era un invento de Parinelli".
A nosotros nos parece que acá todo quedó en un peligroso juego en el cual se apostó a que "algo" no iba a pasar, solo pensando en ahorrarse el valor de lo que se apostaba, a cambio que no se diera lo posible o probable. Tanto es así que, a nuestro entender, se jugó hasta con la salud de la población, calculando que el servicio de agua corriente, cloacas y desagües de nuestro pueblo podía aguantar por lo menos "una intendencia más". Quién haya transitado, como lo hicimos nosotros, calles como 3 de Febrero, Grieve, Ramírez y Neyra, el sábado a la madrugada, no tendrá dudas de que esto es así, y de que los tres millones gastados fueron una excelente inversión en piletas de natación. ¡Lástima que no se pusieron en las Termas!
Esto es consecuencia de una sumatoria de errores e indiferencias, frutos de la acción y de la omisión de quienes no vieron o no quisieron ver cómo en una auténtica ruleta rusa se arriesgaba la salud, la vida, el honor y la tranquilidad de los demás, mientras se buscaba inmerecidamente la fortuna propia de unos pocos.
Nadie en justicia puede alegar la teoría de la imprevisión, pues lo único que podía estar en duda era cuándo iban a ocurrir en el tiempo los hechos que ahora, supuestamente, todos lamentan.
Si leemos esto en función de criterio de error y corrección, debemos comenzar ya un trabajo solidario de reconstrucción ético-moral que sancione colectivamente a quienes desde siempre ocupan la cosa pública sin ocuparse de ella. El desprecio social hacia quienes nos burlaron puede llegar a ser hasta perpetuo. Esa debe ser nuestra sanción.
Y no nos gusta el mero acto de protestar. Eso se parece demasiado a lo que alguna vez describimos como "gritarle al televisor".
Hay que convertir esa bronca en acción, así como la fuerza del agua se logra convertir en energía. Hay que demostrar que el pueblo puede decidir, cuando le toca, cuál es el destino que quiere para sí mismo.
"Nadie se ahoga por caer al agua, sino por permanecer debajo de ella".
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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