jueves, 2 de julio de 2009

Editorial del 3 de julio de 2009

La hora de las pulgas
No es necesario insistir, y los resultados del domingo lo demuestran, con la idea de que hacer política es pasarse el día trenzando “arreglos” personales y a espaldas del pueblo.
Va llegando la hora, parece, de que muchos vayan entendiendo que hacer política es comprender al otro e intentar solucionarle los problemas, tratando de no creerse omnipresentes ni omnipotentes, ni sentirse por encima de cualquier control.
Algo ha pasado, y aquél que se resista a leer que esto es así, tendrá que hacerse cargo luego de las derrotas, como no se están haciendo cargo los que ahora fueron derrotados y miran para otro lado, echándole la culpa a los demás. Otra vez deberemos aconsejar acá la lectura del poema - canción de Alberto Cortéz que, precisamente, se llama “Los demás”, y que nosotros recomendamos a nuestros alumnos pegar con un imán en la puerta de la heladera para recordar sus frases todos los días.
Pareciera ser que acá hay algunos que consideran que no tienen nada que aprender (¡ni nada que hacer!). Total, como dicen muy sueltos de cuerpo, “ya están hechos”.
Una de las cosas en las que quizás se debería hacer hincapié, como nosotros lo hemos hecho desde esta página repetidas veces, es en aceptar que gobernar no es sólo hacer obra pública, contrariamente a lo que han venido diciendo algunos en los días anteriores a la elección. Gobernar es, ante todo, educar a la gente y prepararla para un futuro de bienestar y no para un presente de beneficencia y caridad pública. Gobernar es respetar al que piensa distinto, escuchándolo y sopesando la posibilidad, aunque sea remota, de que tenga razón. Gobernar es procurar una redistribución adecuada de la riqueza, la que debe comenzar, mal que les pese a los nuevos ricos de la política, por darle más a los que menos tienen. Pero, es claro, en ninguna de estas acciones hay “vuelto”, o por lo menos no del que les interesa a ellos, o a “la corona”, para quién alguna vez algún conocido admitió robar.
Antes de seguir con ese “cantito”, que además de desafinado no tiene letra y solo “guitarra”, muchos deberían ver en qué condiciones viven sus compañeros (esos con los que uno debe “compartir el pan”, que de ahí viene la palabra). O cómo están los baños de algunas escuelas de nuestra ciudad, que muchos pudieron “apreciar” (la palabra es adecuada, porque el precio debe ser bastante bajo) el domingo en las elecciones. ¡Si hasta estuvimos tentados y a punto de sacar una foto de las “comodidades” más propias de la época de la construcción de la escuela que de estos tiempos de “progreso y desarrollo”!
Muy poco hemos escuchado de autocrítica en estos cuatro días que van desde el escrutinio al momento en que escribimos estas líneas. Alguno la reclamó y la declamó, pero nadie comenzó con el relato de sus propios errores. Y sin autocrítica ni humildad, señoras y señores, no hay camino de salida.
Entre las cosas que deben inducir a los que se creen infalibles a buscar en ellos mismos las razones del fracaso (ganar por cien votos perdiendo dos mil es, sin dudas, también un fracaso) está el ver que los argentinos en general (y esto incluye, obviamente, a entrerrianos y basavilbasenses) hemos votado por un cambio frente a esa falta de humildad. Y esta vez por un cambio diferente, ya que no se trata del ilusorio “que se vayan todos” de comienzos del milenio, sino de un cambio de perfiles y de contenidos. No podía ser que siguiéramos entregándoles nuestra dignidad a gobiernos que nos seguían haciendo indignos.
La gente vio, no le quepa a usted la menor duda, amigo lector, cómo repartían a pie las boletas los que terminaron ganando, y como hacían cada cuadra en sus autos (¡y en qué autos!) ¿para no cansarse? los que, aún ganando, obtuvieron una victoria pírrica (que alguna vez explicamos acá qué quiere decir).
Es por eso que no compartimos el criterio, erróneo a nuestro entender, y así se lo hemos hecho saber a algunos amigos, de que el que ganó la elección fue el campo, o, para decirlo con otras palabras, que lo que le hizo perder la elección al gobierno fue el conflicto con el campo.
No puede ser que la intendente de nuestra ciudad, el gobernador y la presidente adjudiquen la pérdida de votos solo al conflicto del campo. Eso es erróneo desde el lado del que se lo mire. En primer lugar porque si fuera así, y si todos los votos perdidos por el oficialismo (en Basavilbaso más de dos mil, ya lo dijimos) fueran de gente del campo, entonces eso querría decir que hay muchos más de los que uno piensa y no se debe menospreciar su opinión. No eran “cuatro locos” como se decía por ahí. En segundo lugar, pensar de esa manera es “ningunear” al voto tradicional del peronismo, que en gran medida se volcó a otras opciones (peronismo disidente, radicalismo, socialismo) llevado por la bronca que generan la soberbia, los privilegios, la acumulación de riquezas, el reparto del poder entre tres o cuatro, el acomodo de los amigos (sin otra condición, al revés de lo que dice la Constitución, si nos perdonan, que la “inidoneidad”), la sordera ante los reclamos del pueblo (entiéndase acá por pueblo no lo que indica el sentido peyorativo que ellos le dan a la palabra, sino el verdadero, que incluye a todos los ciudadanos “rasos” y sin poder).
Cuando uno lee mal después interpreta mal. A esta elección la ganó la militancia de dos (o tres, como mucho) partidos políticos que se dedicó a hablar con la gente, a prestarle atención a sus problemas y a entregarle en mano una boleta con la convicción de que los nombres que figuraban en ella se iban a hacer responsables del compromiso asumido, sin “testimonios” previos, que, de tan falsos, resultaron un fiasco. A esta elección la ganó la desesperanza de muchos afiliados al partido gobernante, que desilusionados por la conducción personalista y creída que tiene el peronismo, optaron esta vez por dividir lo que siempre estuvo unido: votaron con el cerebro dejando de lado el corazón.
No todo está perdido. Solo hay que tener memoria, sobre todo en este momento en que a muchos se les ocurrió “rasgarse las vestiduras” para congraciarse con el electorado que le dio la espalda. Resulta que nadie reconoce que algunos agoreros sugerimos, y no nos equivocamos, que Jorge Busti le escapaba “al bulto” de encabezar la lista de candidatos a diputados nacionales (¡justo él que no se quedó afuera en ninguna!) porque sabía que esta vez no iba a ganar. Hasta la supuestamente “heroica” decisión de poner a “su” esposa (Cremer “de” Busti, decía la boleta) es heroica hasta por ahí nomás, ya que si perdía, como estuvo a punto (a sólo 14 votos) de todas maneras conservaba su cargo de diputada para el que fue electa hace dos años, ¡porque no hay en el peronismo entrerriano otra mujer como ella!
Como ya escribiéramos alguna vez, y ya para ir terminando, parece que está llegando la “hora de la verdad”. Se nota en el ambiente algo distinto. No son pocos los que, quizás con otras palabras, pero con el mismo sentimiento y la misma preocupación, pusieron la boleta en el sobre convencidos de esta gran verdad:
A los políticos les interesa la gente, lo cual no en todos es una virtud.
También a las pulgas les interesan los perros.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

No hay comentarios:

Publicar un comentario