Carretera maldita
– Editorial del 26 de agosto de 2016
El título de hoy está tomado de una novela del escritor norteamericano
Stephen King, de quién, si se nos permite el término, varios de la familia
somos “fanáticos”. Barton Daves es un hombre dispuesto a no dejarse avasallar
por las atrocidades del progreso urbano, y menos si este se materializa en
forma de una carretera que pasará por delante de su casa y trastocará su
apacible existencia. Así, pues, Barton se arma con una Magnum 44, un fusil de
alta precisión y una provisión de explosivos, decidido a detener la
construcción de la nueva carretera a cualquier precio.
Esto nos sirve no solo para explicar la razón del encabezamiento, sino
también para trazar un paralelo con la bronca que en muchos de nosotros genera
el estado lamentable en que se encuentra la Ruta 20, en todo su recorrido.
Para aquellos que no son “del
pago”, les explicamos que dicha ruta va desde Gualeguaychú hasta San José de
Feliciano, o sea que cruza de sur a norte toda la provincia de Entre Ríos,
debiendo ser, y no es, la principal vía de comunicación en ese sentido
geográfico.
Con mucho conocimiento de causa, ya que viví esa etapa siendo
estudiante, allá por el año 1978 se pavimentó completa la traza que va desde la
capital del carnaval hasta la capital del riel (Gualeguaychú – Basavilbaso),
obra que en su momento generó inconvenientes porque muchas veces se cortó el
tránsito totalmente o se debía transitar por banquinas embarradas, pero duró en
muy buen estado casi cuarenta años. En cambio
la reparación del mismo tramo, que se venía reclamando “formalmente” desde 2012,
y que al año siguiente se logró que se hiciera la licitación, adjudicada
posteriormente con un plazo de ejecución de seis meses, que obviamente demoró
más, ha durado un “chiquito” menos, y además las “mejoras” (¿deberíamos decir “empeoras”?)
solo llegaron a un pequeño tramo entre Basso y Gilbert, y con un micro
granulado “experimental”. Y eso que lo estipulado era que la obra llegara hasta
el puente sobre la Ruta 14, con lo que, en principio, todo quedó como estaba.
Conste que dije “en principio” totalmente a propósito, ya que no
solamente el tramo de Gilbert hasta Gualeguaychú sigue estando intransitable
por la inacción, lo que significa lo mismo que decir “cada vez peor”, sino que el
otro, el que supuestamente se repavimentó, está igualmente imposible de
transitar, y eso en menos de un año. Es una sucesión ininterrumpida de pozos,
imposibles de esquivar, algunos, los menos, “chiquitos”, y, otros, que ya
parecen cráteres.
Ante la reiteración de accidentes y la falta de respuestas, la mayoría
de los pobladores que vive a la vera de la ruta o en los pueblos que ella
atraviesa o comunica, volvió a movilizarse. No es posible que la Ruta 20
continúe con su traza asfáltica deformada, y como dije muchas veces acá,
tomando una frase de José Martí, “los derechos no se mendigan; se arrancan”. Esa
movilización, que se inició en el conocido “Almacén de Fernández”, cerca del
Arroyo El Gato, contó con la presencia de habitantes y autoridades de Gualeguaychú, Urdinarrain, Gilbert, las dos Aldeas (San Juan
y San Antonio) y, aunque dé bronca decirlo, muy pocos de Basavilbaso, lo que
incluye la mención de que no estaban las autoridades municipales. Segundo
“faltazo” en dos semanas, si contamos el acto de San Martín.
Hay que recordar que fue de esas reuniones de funcionarios locales y
provinciales hechas en 2012 de donde surgió el grupo que logró que se licitara
y publicara en el Boletín Oficial en julio de 2013 una refacción por un monto de
17.473.684,38 pesos, con un plazo de obra, como ya dijimos, de seis meses, a partir del 31 de junio de
2013, para el tramo que va desde la Ruta Provincial 39 en Basavilbaso hasta la
Ruta Nacional 14, subtramo Urdinarrain. Pero la obra se concretó, lo repito, en
solo cinco kilómetros entre Basavilbaso y Gilbert, con un “extraño” bacheo en
el que se utilizó un producto micro granulado que según el propio ex director
de Vialidad, Jorge Rodríguez, estaba en etapa de experimentación; con la
señalización central hecha con una pintura que ya es difícil de visualizar; sin
demarcación ni limpieza de las banquinas; sin
señal de telefonía para emergencias; sin la marcación adecuada de los
puentes, y con una repavimentación que “copia” la deformación de la carpeta asfáltica.
Todo esto hace que la ruta no sea ni un “chiquito” segura de transitar. Yo
recabé información respecto al por qué la empresa se fue y dejó la obra
inconclusa, pero lo que no pude averiguar es cuánto se pagó y cuánto queda
(tampoco sé a dónde queda, la verdad).
Sobre eso no tengo, reconozco,
ni un “chiquito” de idea.
A esto debemos sumarle que el puente que está en el “rulo” del cruce
de la Ruta 14 (autovía) y Ruta 20 tiene serias fallas de construcción; le falta
iluminación, y los derivadores están mal diseñados. Si bien la obra de este
puente es de jurisdicción nacional, los vecinos reclaman el cumplimiento de la
promesa efectuada por los funcionarios de gobierno reunidos con éstos en el
2013, de gestionar acciones necesarias para su reparación.
Es precisamente el deterioro de la ruta, la falta de obras y los
efectos para los usuarios del camino, que repercuten en resultados de carácter
socio-económicos y generan altos costos sociales para los que transitan a
diario la ruta, lo que nos hace inexplicable la poca presencia de las
autoridades locales, más teniendo en cuenta que, tal como pasa con el
ferrocarril, nosotros somos el cruce de caminos, ya que también nos perjudica
el rápido deterioro del tramo Basso – Villaguay de la misma ruta, que se consiguió
después de más cuarenta años de transitar por un ripio muchas veces
“intransitable”, si se nos permite la repetición, y que ya tiene un surtido más
que variado de agujeros.
Entonces, si sabemos el alto tránsito de personas (docentes,
estudiantes, gente por cuestiones de salud o motivos laborales, e incluso por
ocio, etc.) como así también el transporte de cargas, es necesario que quienes
tienen responsabilidades de gobierno, de gestión y de legislación movilicen la
urgente reparación “en serio” de la ruta, ya que, además, hace años que hay
muchos accidentes y una de las causas es, indudablemente, su estado. Eso sin
dejar de lado la investigación del destino de los fondos que no se llegaron a
concretar en obras, así como los fundamentos de la inspección de las mismas, ya
que es indudable que la capa de pavimento, o de ese “experimento” que usaron,
se puede medir en micrones.
Entonces, cuando votemos, recordemos cómo algunos gobiernos dejaron
destruir todas las rutas y caminos vecinales; cómo Vialidad Provincial hoy solo
es un nombre de ficción, ya que nunca tienen máquinas, nunca tienen
combustible, los jefes pasan y nada se hace. A esto lo dijo el renunciante
Lallana, así que no son palabras mías. Esto parece no tener más solución; los
jefes solo hablan por los medios, y uno los escucha y pareciera que saben más
que un vecino o alguien que circula todos los días por esas rutas. Es claro, si
ellos no salen de Paraná. No saben cómo se arregla un camino de tierra; dejan
los caminos vecinales como palanganas donde las banquinas no existen y el agua
circula por el medio, convirtiéndolos en una imitación de un arroyo.
¿Será que todavía faltan muchas muertes para que nos hagan caso? Cuando llueve, desde alrededor de las veinte y
hasta por lo menos las seis de la mañana, circular y salir vivo, es una odisea.
La entrada a Gualeguaychú está deformada por el peso de los camiones, que por
ahí circulan con peso libre, sin balanzas. El puente del “rulo” que citamos más
arriba, en cualquier momento se viene abajo. Y mientras tanto alguien se va a meter
en un pozo o en una rajadura, ya que las luces del derivador las apagan “para
no consumir”. Al pasto lo cortan entre los canteros centrales, nunca para los
costados. ¿Carteles?: no hay ninguno, ni siquiera los de los retornos. O sea,
si no conoce, uno debe agudizar su ingenio para “adivinar” dónde debe doblar.
Los que la transitamos periódicamente ya no nos sorprendemos. Pero
aquí es donde me arrepiento de no poner fotos en Crónica, porque yo supongo que
hay gente que no me va a creer lo que digo. Y no me animo a invitarlos a que la
recorran a aquellos que no la conocen y por eso dudan de lo que digo. No sea
que les pase algo de lo que auguro.
Linares Cardozo escribió, como tantas otras cosas geniales: “Agradezco
a la vida haber nacido en tierra entrerriana, por su paisaje manso, templado
por los verdes, por su buena gente y el canto de sus pájaros…”.
Debía haberle agregado los pozos, que ya forman parte del paisaje, muy
a nuestro pesar.
Dr. Mario Ignacio
Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso
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