Amenaza y atentado
– Editorial del 12 de agosto de 2016
Yo no creo en las casualidades, pero sí en las causalidades. Y antes
de entrar específicamente en el tema, la causalidad, o sea la relación entre
causa y efecto está expresada en la absoluta coincidencia con lo que dijo el
Presidente Municipal Gustavo Hein al conocer detalles del presunto y abortado
atentado que se estaba gestando en su contra. Más o menos, no recuerdo las
palabras textuales, dijo: “lo que más me duele es que es gente de Basso”.
El mismo día martes 9 de agosto, casi a la hora en que se hacía
público por distintos medios que la Policía de Entre Ríos había desarticulado
un plan para atentar contra el Intendente, lo que luego fue confirmado por el
mismo jefe comunal, quien según aseveró se enteró de la investigación por el
Ministro de Gobierno de Entre Ríos, Mauro Urribarri, y por el jefe de la
Policía de la provincia, Gustavo Maslein, yo me notificaba en Concepción del
Uruguay del pedido de Remisión a Juicio por parte del Fiscal Dr. Mariano
Budasoff de la causa de las pintadas antisemitas en la Sinagoga Tfilá L’Moisés
y en la sede de la Asociación Israelita de Basavilbaso, hecho ocurrido el 27 de
junio de 2014 aproximadamente a las 3,30 hs. de la madrugada.
Procesalmente todavía faltan pasos para que se decida si el destino de
la causa es un Juicio Oral, un Juicio Abreviado o una Probation, e incluso
restan algunos actos, como la posibilidad de la ampliación de la acusación por
parte del querellante particular, o sea este editorialista, que en su condición
de abogado de religión judía fue agredido específicamente en la pintada con el
texto “Dr. A sacachorros”, rodeado de dos cruces esvásticas. En este caso, y por aplicación de la Ley 23.592 llamada de “Penalización
de actos discriminatorios”, más específicamente de su artículo 1°, yo estaría
en condiciones de reclamar la reparación del daño moral causado a mi persona y
a mi profesión, e incluso, en mi condición de individuo perteneciente a la
comunidad judía de Basavilbaso, solicitar también, recurriendo al mismo
artículo, la reparación del daño moral ocasionado a la misma por la
discriminación y también del daño material que significó tener que repintar los
dos inmuebles para tapar los agravios. Estas dos últimas exigencias estarían a
mi cargo debido a que ni la Asociación Israelita local ni la Delegación de
Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), entidad que tiene por misión la de
luchar contra toda expresión de antisemitismo, de discriminación, racismo y
xenofobia, preservar los derechos humanos y velar por la seguridad de las
instituciones e integrantes de la comunidad judía argentina, se constituyeron
en querellantes, con lo cual no tienen ninguna participación posible ya en el
juicio.
Como la ofensa que recibí fue muy grande, ya que mis abuelos llegaron
a estas tierras como consecuencia de la persecución de la que eran objeto en la
Rusia zarista y con la promesa de poder vivir en una tierra en la que podían
conseguir pan, paz y trabajo, en absoluta libertad y con la garantía de igualdad
que refiere la Constitución Nacional, creo necesario destacar que haber llegado
a este punto del proceso es absolutamente meritorio para los que hemos luchado
en pos de que finalmente se haga justicia. En tiempos en que se descree tanto
de este Poder, y en los que tanto se habla de la lentitud y de la ineficiencia,
tengo que destacar que una parte fundamental de este logro corresponde al
trabajo de los dos fiscales que tuvieron a su cargo la Investigación Penal
Preparatoria que prevé el nuevo Código de Procedimientos Penales de Entre Ríos.
Hablo, más precisamente, del ya mencionado Dr. Budasoff y de la Dra. Melisa
Ríos, que le precedió en el cargo. Sin su persistencia y su firme convicción de
que estábamos frente a un hecho de gravedad inusitada, probablemente el caso
hubiese quedado entre los que comúnmente terminan archivados, ya que según
tengo entendido, y aunque no hay una base de datos específica al respecto para
consultar, y no quiero hacerlo en la DAIA por las razones antes expuestas, creo
que es el primero en que por pintadas antisemitas se llega a la posibilidad de
un juicio oral en la Argentina. Acá debo reiterar que todavía quedan algunas
instancias por cumplimentar, incluso la defensa del único imputado del delito
tiene la posibilidad de oponerse a esta decisión del fiscal, siempre que tenga
argumentación válida que sustente ese pedido, y que la Jueza de Garantías haga
lugar al mismo.
De todas maneras el escrito que pide la Remisión a Juicio es harto
abundante en material probatorio objetivo, esto es en referencia directa a las
pintadas en sí y a las circunstancias en que las mismas se hicieron, pero
también recurre a un número importante de testigos, que no necesariamente deben
haber visto la comisión del hecho, sino haber advertido por alguno de sus cinco
sentidos cualquier circunstancia que permita determinar indubitablemente tanto
la existencia como la autoría.
Transcurridos un poco más de dos años, como ya dije, me queda una
extraña sensación de mezcla entre la satisfacción por haber llegado hasta acá,
más que nada porque para ello puse en práctica todo lo que significa el
ejercicio de la profesión que elegí, y el sabor amargo que me produce el hecho
de haber recorrido gran parte de este camino casi en soledad, solamente
acompañado por mis familiares más cercanos y algunos amigos, de esos que se ven
en las buenas y en las malas. A nivel institucional puedo decir que fui
abandonado a mi suerte, seguramente por el temor de que la causa quedara en la
nada y ellos se “jugaran” por algo que finalmente “no valía la pena”. Y conste
que respecto a este tema no hablo solo de las instituciones comunitarias judías
a que hice referencia, sino también, y quizás más especialmente, a aquellas que
supuestamente ejercen la función de “paraguas” protector en las por lo menos tres
actividades que ejerzo de manera profesional, y en las que expresamente se
condenan los actos discriminatorios. Como tuve ocasión de manifestar en el
Congreso de la UCR del que participé el pasado sábado en la ciudad de
Villaguay, y en el que conseguí que se agregue a la Carta Orgánica del Partido
la referencia a la lucha contra la discriminación de carácter religioso, ya que
solamente se mencionaban las de contenido sexual, cultural y social, no hay que
esperar a que el acto discriminatorio se cometa ante una tumba, como ocurrió en
el caso de César Jaroslavsky hace pocos días, para organizar un acto de
desagravio. Más vale luchar con todos los medios disponibles para que ello no
le suceda a un ser vivo, que lo sufre en carne propia.
Yo sé que en medio de tantos problemas por los que estamos pasando los
argentinos quizás haya gente que pueda relativizar esto. Y están en todo su
derecho. Lo único que yo le puedo decir al respecto es que el derecho a
defender la diversidad, en este caso religiosa, es inalienable, y no debería
hacer falta repetir el poema "Cuando los nazis vinieron...", que
trata acerca de las consecuencias de no resistir las tiranías en los primeros
intentos de su establecimiento. El orden exacto de los grupos y las palabras
están sujetos a disputa, ya que existen muchas versiones, la mayoría
transmitidas oralmente. Martín Niemöller, su autor, menciona que no se trataba
originalmente de un poema, sino de un sermón en la Semana Santa de 1946 en
Kaiserslautern, Alemania. “¿Qué hubiera dicho Jesucristo?”, se titulaba. Lo
importante es que el texto trasmite que aquél que no se preocupa cuando
persiguen a los otros, sobre todo por razones políticas o religiosas,
seguramente tendrá como consecuencia que nadie se preocupará cuando lo persigan
a él por lo mismo.
Mi interés nunca fue la revancha. Ni siquiera un castigo severo.
Solamente quiero que el esclarecimiento de este hecho y la identificación de su
autor sirvan, de una vez por todas, para que no vuelva a ocurrir. Los judíos
estamos en la Argentina desde hace mucho más de un siglo. Quizás desde hace más
tiempo que los antepasados de los autores de estos actos de discriminación. No
somos ciudadanos “de segunda” solo por profesar una religión distinta que la
que profesa la mayoría del pueblo argentino. Y no somos ni mejores ni peores
que los demás solo por ese hecho. En el caso específico que nos ocupa, si
efectivamente soy un “sacachorros” en opinión del que lo pintó, nada tiene que
ver en eso mi creencia religiosa. Y si bien la palabra “sacachorros” tiene un
sentido peyorativo, yo estoy muy orgulloso de la profesión que elegí, y al
dedicarme casi mayoritariamente al Derecho Penal es inevitable que mis
defendidos sean personas a las que se les imputa haber cometido un delito. La
función del abogado es, precisamente, lograr que se le aplique la pena que le
corresponde, si es que le corresponde. Y el único facultado para eso es el
Juez, ya que los tribunales populares hace mucho que fueron abolidos.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario
Crónica de Basavilbaso
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