jueves, 10 de marzo de 2016

"El espía que sabía demasiado"

"El espía que sabía demasiado" – Editorial del 11 de marzo de 2016
El título de hoy, en obvia alusión al protagonista principal de la misma, está tomado de una película británica de espionaje basada en la novela “El Topo”,  de John Le Carré. Situada en los años 70, en plena Guerra Fría, el fracaso de una misión especial en Hungría provoca un cambio en la cúpula de los servicios secretos británicos. Uno de los defenestrados es el agente George Smiley. Sin embargo, cuando ya se había hecho a la idea de retirarse, le encargan una misión especial. Se sospecha que hay un “topo” infiltrado en la cúpula del servicio y sólo alguien externo puede averiguar quién es. Con la ayuda de otro agente desahuciado y uno en actividad, Smiley irá recabando información y encajando las piezas para intentar descubrir al traidor.
Como se suele decir en estos casos, cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.
Yo quería escribir sobre este tema la pasada semana, pero como ya saben, la realidad me superó, aparentemente, por lo que he podido enterarme, con la repercusión que esperaba.
Pero hoy sí quiero hablar de las acusaciones que hizo Stiuso en el caso Nisman. El tipo “prendió el ventilador”, y, para colmo, lo puso giratorio, así que no se sabe qué papeles va a hacer volar. Como en la película, habrá que ir encajando las piezas. Es claro que acá, en nuestra Argentina querida, el problema es saber quién es el que se encargará de encajarlas.
De todas maneras hay un dato que llama poderosamente la atención.  Oscar Parrilli, último jefe de Inteligencia del gobierno anterior, aunque luego se arrepintió de lo que dijo, (mi viejo siempre decía que es muy difícil que uno diga algo que no piensa)  advirtió que Stiuso tenía que cuidarse para no terminar igual que Nisman.  Volviendo a lo que decía mi papá, hay un axioma tanto en la lingüística como en el psicoanálisis: "Lo que se dice, es".
Sin entrar a juzgar todavía (porque no tengo los elementos de juicio necesarios y porque mi profesión de abogado me obliga a ser cauto en esto) si Stiuso está diciendo la verdad, lo que sí quiero rescatar como importante es que confirmó lo que tantos de nosotros pensábamos y que yo mismo escribí y firmé en este mismo semanario: es sumamente llamativo que a cuatro días de denunciar a Cristina Fernández ante la justicia y un día antes de tener que concurrir al Congreso Nacional para aclarar su denuncia, lo asesinaran a Nisman. Y más llamativo aún sería que se hubiese suicidado.
Entre las cosas que hizo falta que él dijera para que empezara a hablarse en serio de ello, está el hecho de que a Aníbal Fernández lo volvieron a nombrar Jefe de Gabinete poco tiempo antes (lo que demuestra la veracidad de que todo formó parte de un plan), para que se encargara de "los detalles", y, lo que quizás es todavía peor, que Sergio Berni, Sub Secretario de Seguridad, haya  entrado al departamento de Nisman con tanta gente y todos con tan poco cuidado como si hubiera sido una manada de elefantes chorreando barro, si se me perdona la analogía.
Stiuso, bajo juramento de decir la verdad, expresó que "la autora de toda la locura era esa mujer, Cristina Fernández de Kirchner, (Carlos) Zannini y Aníbal Fernández, que hacía la parte mediática; todo el resto eran monos que bailaban su música". "La ex presidenta decidió negociar el pacto con Irán y le ordenó a la SIDE que deje de aportar pruebas o información a la causa AMIA".
"En el 2012, Larcher me llamó por indicación de la ex presidenta y me pidió que no aporte más elementos a la causa que involucraba a Irán. Desde ese momento, el Gobierno no hizo otra cosa más que obstaculizar nuestra tarea. Incumplimos la orden de Larcher. Nisman siempre siguió investigando".
"Los autores de los dos atentados fueron iraníes junto con Hezbollah. Los dos atentados fueron porque la Argentina incumplió la promesa de entregar una planta de agua pesada".
Era previsible, y ya ha comenzado a suceder, que los implicados en el asesinato del Fiscal, su autor o autores, tanto intelectuales como  materiales, instigadores, encubridores, partícipes necesarios, cómplices, etc., saldrían enseguida a tirarle con todo al “espía que sabía demasiado”, testigo calificado del caso, por su conocimiento máximo de la causa que Nisman investigaba y por su relación muy cercana con Néstor Kirchner. En realidad esa estrategia es la misma a la que ya apelaron casi al día siguiente de su muerte, tratando de descalificarlo publicando cosas de su vida privada, es decir, matar al mensajero para matar el mensaje. Lo verdaderamente extraño para mí es que ese criterio también es seguido por algunos medios corporativos, en un cambio de cara que, la verdad, no entiendo demasiado.
Si Stiuso es tan nefasto, ¿por qué fue el jefe de los espías durante once años y medio? Lo puso Néstor  y lo ratificó Cristina. Lo usaban para realizar escuchas y seguimientos ilegales. Entonces, ¿quién tiene la culpa? ¿El chancho, o el que le dio de comer?
Todo es tan extraño como que, ya metiéndonos en una causa que lleva un año abierta y que ahora pasa a la Justicia Federal por la declaración de incompetencia de la Jueza interviniente, yo pueda preguntarme: ¿cómo Nisman, el día anterior a “suicidarse”, pide el arma prestada a Lagomarsino, un colaborador “de su confianza”, y no se le ocurre dejar asentado en algún lado, con una nota o con un mensaje de texto o de chat privado al mismo Lagomarsino, dejando constancia de que pidió prestada el arma, sabiendo, como abogado, pero más como fiscal, que si no lo hacía ¿lo metía? en un lio padre? ¿Qué raro, no? Tan raro como, agregando elementos, haya actuado la Policía Federal Argentina en una caso ocurrido justamente en el único lugar de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el que no tiene competencia territorial. El hecho ocurrió en Puerto Madero y allí debe actuar la Prefectura Naval Argentina. Otra vez debo decir ¿qué raro, no?
Cómo puede ser que en un año la causa haya estado estancada, pase ahora a la Justicia Federal, y a nadie le haya llamado la atención ni estos hechos que detallé más arriba, como lo irónico que resulta creer que pueda haber sido posible que, después de que se suicidó se lavó las manos, borró todas las huellas del departamento, alteró los datos de las computadoras y de su celular, se acostó de la forma en que lo encontró el primer médico y su enfermera, luego se cansó de esa posición y se acomodó en otra, todo para confundir a los "investigadores" y de pura maldad, nomás. ¡Increíble! La verdad es que como muerto era bastante activo. Un poco más y los muy serios investigadores que puso el gobierno podrían haber determinado que luego de recibir el tiro salió a jugar un partido de tenis y luego volvió a la posición en que fue acomodado.  Perdón, quise decir "a la posición en que fue encontrado."
Yo creo que la expresidente ya debía haber sido citada a declarar en algún carácter. Citar a una persona que no tiene fueros está garantizado por la Constitución Nacional. En algunos países del mundo se citó a declarar a un primer ministro, como fue el caso de Italia con Berlusconi, o al presidente, como fue el caso de Collor de Melo en Brasil y de Nixon en Estados Unidos.  En una democracia no existen privilegios en ese sentido y ser citado no significa ninguna violación de derechos, en tal caso es un derecho que deriva de la misma democracia y que consiste en brindar la posibilidad de asegurar un juicio justo para llegar a la verdad de lo ocurrido.
Si Freud viviera quizás diría que salió la verdad, que no es otra que a Nisman lo mataron. Estoy harto de escuchar que se trató de un ajuste de cuentas y que con eso nos quedemos tranquilos.
“Una de las lecciones más tristes de la historia es esta: si se está sometido a un engaño demasiado tiempo, se tiende a rechazar cualquier prueba de que lo es. Encontrar la verdad deja de interesarnos. El engaño nos ha engullido”. Carl Sagan.
                                                 Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso


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