"El espía que sabía
demasiado" – Editorial del 11 de marzo de 2016
El título de
hoy, en obvia alusión al protagonista principal de la misma, está tomado de una
película británica de espionaje basada en la novela “El Topo”, de John Le Carré. Situada en los años 70, en
plena Guerra Fría, el fracaso de una misión especial en Hungría provoca un
cambio en la cúpula de los servicios secretos británicos. Uno de los
defenestrados es el agente George Smiley. Sin embargo, cuando ya se había hecho
a la idea de retirarse, le encargan una misión especial. Se sospecha que hay un
“topo” infiltrado en la cúpula del servicio y sólo alguien externo puede
averiguar quién es. Con la ayuda de otro agente desahuciado y uno en actividad,
Smiley irá recabando información y encajando las piezas para intentar descubrir
al traidor.
Como se
suele decir en estos casos, cualquier semejanza con la realidad es pura
coincidencia.
Yo quería
escribir sobre este tema la pasada semana, pero como ya saben, la realidad me
superó, aparentemente, por lo que he podido enterarme, con la repercusión que
esperaba.
Pero hoy sí
quiero hablar de las acusaciones que hizo Stiuso en el caso Nisman. El tipo “prendió
el ventilador”, y, para colmo, lo puso giratorio, así que no se sabe qué
papeles va a hacer volar. Como en la película, habrá que ir encajando las
piezas. Es claro que acá, en nuestra Argentina querida, el problema es saber
quién es el que se encargará de encajarlas.
De todas
maneras hay un dato que llama poderosamente la atención. Oscar Parrilli, último jefe de Inteligencia
del gobierno anterior, aunque luego se arrepintió de lo que dijo, (mi viejo siempre
decía que es muy difícil que uno diga algo que no piensa) advirtió que Stiuso tenía que cuidarse para
no terminar igual que Nisman. Volviendo
a lo que decía mi papá, hay un axioma tanto en la lingüística como en el
psicoanálisis: "Lo que se dice, es".
Sin entrar a
juzgar todavía (porque no tengo los elementos de juicio necesarios y porque mi
profesión de abogado me obliga a ser cauto en esto) si Stiuso está diciendo la
verdad, lo que sí quiero rescatar como importante es que confirmó lo que tantos
de nosotros pensábamos y que yo mismo escribí y firmé en este mismo semanario:
es sumamente llamativo que a cuatro días de denunciar a Cristina Fernández ante
la justicia y un día antes de tener que concurrir al Congreso Nacional para
aclarar su denuncia, lo asesinaran a Nisman. Y más llamativo aún sería que se
hubiese suicidado.
Entre las
cosas que hizo falta que él dijera para que empezara a hablarse en serio de
ello, está el hecho de que a Aníbal Fernández lo volvieron a nombrar Jefe de
Gabinete poco tiempo antes (lo que demuestra la veracidad de que todo formó
parte de un plan), para que se encargara de "los detalles", y, lo que
quizás es todavía peor, que Sergio Berni, Sub Secretario de Seguridad,
haya entrado al departamento de Nisman
con tanta gente y todos con tan poco cuidado como si hubiera sido una manada de
elefantes chorreando barro, si se me perdona la analogía.
Stiuso, bajo
juramento de decir la verdad, expresó que "la autora de toda la locura era
esa mujer, Cristina Fernández de Kirchner, (Carlos) Zannini y Aníbal Fernández,
que hacía la parte mediática; todo el resto eran monos que bailaban su
música". "La ex presidenta decidió negociar el pacto con Irán y le
ordenó a la SIDE que deje de aportar pruebas o información a la causa
AMIA".
"En el
2012, Larcher me llamó por indicación de la ex presidenta y me pidió que no
aporte más elementos a la causa que involucraba a Irán. Desde ese momento, el
Gobierno no hizo otra cosa más que obstaculizar nuestra tarea. Incumplimos la
orden de Larcher. Nisman siempre siguió investigando".
"Los
autores de los dos atentados fueron iraníes junto con Hezbollah. Los dos
atentados fueron porque la Argentina incumplió la promesa de entregar una
planta de agua pesada".
Era
previsible, y ya ha comenzado a suceder, que los implicados en el asesinato del
Fiscal, su autor o autores, tanto intelectuales como materiales, instigadores, encubridores, partícipes
necesarios, cómplices, etc., saldrían enseguida a tirarle con todo al “espía
que sabía demasiado”, testigo calificado del caso, por su conocimiento máximo
de la causa que Nisman investigaba y por su relación muy cercana con Néstor Kirchner.
En realidad esa estrategia es la misma a la que ya apelaron casi al día
siguiente de su muerte, tratando de descalificarlo publicando cosas de su vida
privada, es decir, matar al mensajero para matar el mensaje. Lo verdaderamente
extraño para mí es que ese criterio también es seguido por algunos medios
corporativos, en un cambio de cara que, la verdad, no entiendo demasiado.
Si Stiuso es
tan nefasto, ¿por qué fue el jefe de los espías durante once años y medio? Lo
puso Néstor y lo ratificó Cristina. Lo
usaban para realizar escuchas y seguimientos ilegales. Entonces, ¿quién tiene
la culpa? ¿El chancho, o el que le dio de comer?
Todo es tan
extraño como que, ya metiéndonos en una causa que lleva un año abierta y que
ahora pasa a la Justicia Federal por la declaración de incompetencia de la
Jueza interviniente, yo pueda preguntarme: ¿cómo Nisman, el día anterior a “suicidarse”,
pide el arma prestada a Lagomarsino, un colaborador “de su confianza”, y no se le
ocurre dejar asentado en algún lado, con una nota o con un mensaje de texto o
de chat privado al mismo Lagomarsino, dejando constancia de que pidió prestada
el arma, sabiendo, como abogado, pero más como fiscal, que si no lo hacía ¿lo
metía? en un lio padre? ¿Qué raro, no? Tan raro como, agregando elementos, haya
actuado la Policía Federal Argentina en una caso ocurrido justamente en el
único lugar de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el que no tiene
competencia territorial. El hecho ocurrió en Puerto Madero y allí debe actuar
la Prefectura Naval Argentina. Otra vez debo decir ¿qué raro, no?
Cómo puede
ser que en un año la causa haya estado estancada, pase ahora a la Justicia Federal,
y a nadie le haya llamado la atención ni estos hechos que detallé más arriba,
como lo irónico que resulta creer que pueda haber sido posible que, después de que
se suicidó se lavó las manos, borró todas las huellas del departamento, alteró
los datos de las computadoras y de su celular, se acostó de la forma en que lo
encontró el primer médico y su enfermera, luego se cansó de esa posición y se
acomodó en otra, todo para confundir a los "investigadores" y de pura
maldad, nomás. ¡Increíble! La verdad es que como muerto era bastante activo. Un
poco más y los muy serios investigadores que puso el gobierno podrían haber
determinado que luego de recibir el tiro salió a jugar un partido de tenis y
luego volvió a la posición en que fue acomodado. Perdón, quise decir "a la posición en que
fue encontrado."
Yo creo que
la expresidente ya debía haber sido citada a declarar en algún carácter. Citar
a una persona que no tiene fueros está garantizado por la Constitución
Nacional. En algunos países del mundo se citó a declarar a un primer ministro,
como fue el caso de Italia con Berlusconi, o al presidente, como fue el caso de
Collor de Melo en Brasil y de Nixon en Estados Unidos. En una democracia no existen privilegios en
ese sentido y ser citado no significa ninguna violación de derechos, en tal
caso es un derecho que deriva de la misma democracia y que consiste en brindar
la posibilidad de asegurar un juicio justo para llegar a la verdad de lo
ocurrido.
Si Freud
viviera quizás diría que salió la verdad, que no es otra que a Nisman lo
mataron. Estoy harto de escuchar que se trató de un ajuste de cuentas y que con
eso nos quedemos tranquilos.
“Una de las
lecciones más tristes de la historia es esta: si se está sometido a un engaño
demasiado tiempo, se tiende a rechazar cualquier prueba de que lo es. Encontrar
la verdad deja de interesarnos. El engaño nos ha engullido”. Carl Sagan.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso
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