Las lecciones de las elecciones
– Editorial del 14 de agosto de 2015
Sin
quererlo, el primer editorial de esta tercera etapa, desde cuyo inicio llegamos
hoy a 900 ejemplares, tenía por título "Una elección, una lección". A
esto lo vi cuando ya había elegido el que iba a ponerle al que estoy
escribiendo, y fui a corroborar la fecha del N° 1.
De todas
maneras la temática es diferente, y lo que voy a intentar desgranar acá,
tratando de no mezclar las cosas en beneficio de la claridad y la
transparencia, es un análisis de lo formal, no solo para efectuar una crítica
sobre los errores cometidos, sino, como debe ser, para intentar aprender de
ellos y buscarles soluciones.
Debo poner
especial cuidado ya que el lector sabe que además de editor de este semanario
soy en esta oportunidad integrante de una de las tres fórmulas que competirán
por la Intendencia de nuestra ciudad el 25 de octubre próximo.
En primer
lugar debo decir que este sistema de elección con boleta de papel, más teniendo
en cuenta que se han agregado algunos cargos para los cuales antes no se
votaba, como los parlamentarios del Parlasur, me parece tan arcaico y perimido
como la libreta de almacenero, que no creo que siga existiendo todavía,
precisamente porque era poco fiable y dependía en demasía de la honestidad del
comerciante, más allá del doble juego que se llevaba.
Voy a
empezar por la descripción de uno de los viejos vicios que permite este
sistema, y que conocemos como el "voto cadena", que muchos minimizan
o incluso discuten su existencia, y que consiste en extraer de la mesa, bajo
cualquier modo posible, un sobre firmado por todos los fiscales y autoridades
de mesa, para entregárselo a alguno de los punteros que se encuentran en la
puerta, a fin de que lo llene con la boleta "apropiada" y se lo
entregue a un elector "poco seguro". Este deberá presentarse ante la
mesa, solicitar, como corresponde, un nuevo sobre, ocultando que lleva el otro
ya lleno, entrar, demorarse un ratito, y salir del cuarto oscuro, meter en la
urna el sobre que le dieron en la puerta, y, al salir, darle al mismo puntero
el nuevo sobre vacío, con lo cual el sistema se puede repetir sin solución de
continuidad.
La manera de
evitar esta maniobra es lograr que las autoridades de la mesa estén atentas,
así como los fiscales de los partidos que no están interesados en hacerla. Para
esto, también, es necesario firmar solamente dos o tres sobres, lo que si bien
permite un mejor control por parte de los integrantes, torna lentísima la
votación, cosa que ocurrió en muchas mesas de nuestra localidad, en las que
fueron largas las colas que se formaron, incluso en las que muchos vecinos
llegaron a votar hasta una hora después del horario de cierre previsto.
Por supuesto
que ese "vicio" es propio del sistema de boleta de papel, ya que con
el voto electrónico es imposible de hacer. Es claro que quizás haya otros
vicios que ya existan o que se puedan ir creando, pero, por ejemplo, una manera
de poder controlar cada uno de nosotros el voto que emitimos, e incluso la
forma que en que pueden hacerlo todos aquellos que lo hagan por determinada
fuerza política, es la de fotografiar la pantalla con un teléfono celular, lo
que posibilita a cada elector tener una especie de "duplicado" de su
voto.
Obviamente
que habrá quienes se nieguen a aceptar este avance tecnológico, así como hay
muchos que todavía no aceptan el cajero automático o incluso los sistemas de
pago con posnet, en los que solo hay que ingresar el número pin. Pero la
modernidad debe llegar a la democracia como forma de elección, porque no
podemos seguir esperando que llegue una caja de cartón con una serie de sobres,
traídos por una camioneta, bajados por empleados que las van apilando en la
calle o en la vereda, para luego ingresarlo a la escuela, acercarlo hasta
cada una de las mesas y dejar que, , las
autoridades nombradas completen un trámite engorroso y tan anticuado como r
finy poco confiable.
Una vez
terminado esto, que parece parte de una novela de comienzos del siglo XX,
cuando comenzó el "reinado" de la Ley Sáenz Peña (puedo asegurar que
nada ha cambiado), comienza la segunda etapa de este procedimiento increíble,
que consiste en la ya antedicha firma de los sobres, la convocatoria al primero
de la fila, sus datos voceados por el presidente de mesa, lo que las más de las
veces requiere una repetición porque alguien de los fiscales no escuchó bien,
la entrega del sobre, la entrada del elector al cuarto oscuro, y la
"desesperada espera" de todos para que salga, lo que a la luz (por
favor, no es un juego de palabras con lo de "cuarto oscuro") de lo
que se ve, por fin, en el escrutinio es bastante lógico, ya que si no trajo
desde su casa las boletas cortadas como aparecen depués, es bastante lógico que
lleve varios minutos prepararla allí adentro.
Así van
pasando las horas, quedando todo al libre albedrío, a la capacidad y a la
preparación de un "combo" formado por las autoridades de mesa
designadas, los fiscales de la misma, y los que cumplen la tarea de
fiscalización general de cada escuela y de la localidad toda en nombre de cada
uno de los partidos. Si ese combo funciona, para lo cual es necesario que se dé
una serie de circunstancias tales como una excelente preparación específica
para la función por parte de cada uno de ellos, y una apertura del cerebro que
les permita receptar las ideas promotoras de mejoras en el sistema y la mayor
cercanía posible a la perfección, entonces todo sigue bien.
Un
presupuesto indispensable para que esto suceda es que la función remunerada
(presidente y auxiliar de mesa) no sea solamente atractiva por el monto que se
percibe por algo que otros (los fiscales) hacen gratis, sino también que haya
una predisposición para este tipo de tareas que consista en algo más que saber
leer y escribir. Yo no sé quién dictó en nuestra ciudad el curso para quienes
se habían inscripto, pero por los resultados que advertí cumpliendo mi tarea de
Fiscal General para la que también estaba habilitado de hecho por mi condición
de candidato, no hubo una unanimidad de criterios. No en todas las mesas se
firmaba la misma cantidad de sobres, y no en todas las mesas se seguía el mismo
método para la continuidad, lo que termina siendo, a la postre, la razón única
o por lo menos primordial por la cual algunas mesas terminan justo a la hora
indicada, y en otras se sigue votando incluso una hora después de terminado el
comicio. Hablando claramente, las mesas más lentas fueron aquellas en las que
el presidente esperaba a que el votante saliera del cuarto oscuro, depositara
el sobre en la urna, firmara el cupón, recibiera el mismo luego de que fuera
cortado por el citado funcionario "ad hoc", para recién llamar al
próximo. Mis años de experiencia (exactamente 32, desde el advenimiento de la
democracia) cumpliendo estos roles hacen que entienda que se pueden tener
incluso dos o tres votantes "en capilla", con sus documentos sobre la
mesa, ya controlados por todos, con lo cual la seguidilla no se corta nunca.
Pero, de
todas maneras, los problemas más graves que presenta este absurdo y vetusto
sistema de la boleta de papel, que encima hoy importa una tira de más de un
metro de largo, se dan en el momento del escrutinio, por causas que otra vez yo
atribuyo a una deficiente preparación y a una falta total de relación entre
realidad y teoría, y que lo tornan largo, engorroso y rudimentario. En suma,
aquellas mesas que terminaron rápidamente con el recuento de los votos y la
confección de las planillas, fueron las pocas que contaban con autoridades con
experiencia previa, o aquellas en las que las autoridades sin experiencia
aceptaron los consejos y sugerencias de los que, seguramente, saben por diablos
pero más saben por viejos. A mí particularmente me tocó la muy poco grata tarea
de convencer a esas autoridades, en algunas mesas, de lo erróneo del sistema
que estaban aplicando. Por suerte, con su manifiesta buena disposición a
aceptar el planteo, que por otra parte, y esto es necesario para mí hacerlo
notar, contó con el apoyo de por lo menos dos de los fiscales generales del
partido hoy gobernante en nuestra ciudad, lo que demuestra que la convivencia
todavía es posible, y que no necesariamente hay que forzar desentendimientos
solo porque seamos de ideas políticas diferentes.
Yo escribí
la página de hoy con la intención (¿ingenua dirán ustedes?) de que algún
responsable tome en cuenta el aporte y disponga los cambios necesarios para que
el 25 de octubre no se repitan estos problemas, por el bien de la democracia.
"La
inteligencia reside en convivir con la certeza de la incertidumbre y no en
construir certezas que nos hagan creer que no existe la incertidumbre".
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario
Crónica de Basavilbaso
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