jueves, 13 de agosto de 2015

Las lecciones de las elecciones

Las lecciones de las elecciones – Editorial del 14 de agosto de 2015
Sin quererlo, el primer editorial de esta tercera etapa, desde cuyo inicio llegamos hoy a 900 ejemplares, tenía por título "Una elección, una lección". A esto lo vi cuando ya había elegido el que iba a ponerle al que estoy escribiendo, y fui a corroborar la fecha del N° 1.
De todas maneras la temática es diferente, y lo que voy a intentar desgranar acá, tratando de no mezclar las cosas en beneficio de la claridad y la transparencia, es un análisis de lo formal, no solo para efectuar una crítica sobre los errores cometidos, sino, como debe ser, para intentar aprender de ellos y buscarles soluciones.
Debo poner especial cuidado ya que el lector sabe que además de editor de este semanario soy en esta oportunidad integrante de una de las tres fórmulas que competirán por la Intendencia de nuestra ciudad el 25 de octubre próximo.
En primer lugar debo decir que este sistema de elección con boleta de papel, más teniendo en cuenta que se han agregado algunos cargos para los cuales antes no se votaba, como los parlamentarios del Parlasur, me parece tan arcaico y perimido como la libreta de almacenero, que no creo que siga existiendo todavía, precisamente porque era poco fiable y dependía en demasía de la honestidad del comerciante, más allá del doble juego que se llevaba.
Voy a empezar por la descripción de uno de los viejos vicios que permite este sistema, y que conocemos como el "voto cadena", que muchos minimizan o incluso discuten su existencia, y que consiste en extraer de la mesa, bajo cualquier modo posible, un sobre firmado por todos los fiscales y autoridades de mesa, para entregárselo a alguno de los punteros que se encuentran en la puerta, a fin de que lo llene con la boleta "apropiada" y se lo entregue a un elector "poco seguro". Este deberá presentarse ante la mesa, solicitar, como corresponde, un nuevo sobre, ocultando que lleva el otro ya lleno, entrar, demorarse un ratito, y salir del cuarto oscuro, meter en la urna el sobre que le dieron en la puerta, y, al salir, darle al mismo puntero el nuevo sobre vacío, con lo cual el sistema se puede repetir sin solución de continuidad.
La manera de evitar esta maniobra es lograr que las autoridades de la mesa estén atentas, así como los fiscales de los partidos que no están interesados en hacerla. Para esto, también, es necesario firmar solamente dos o tres sobres, lo que si bien permite un mejor control por parte de los integrantes, torna lentísima la votación, cosa que ocurrió en muchas mesas de nuestra localidad, en las que fueron largas las colas que se formaron, incluso en las que muchos vecinos llegaron a votar hasta una hora después del horario de cierre previsto.
Por supuesto que ese "vicio" es propio del sistema de boleta de papel, ya que con el voto electrónico es imposible de hacer. Es claro que quizás haya otros vicios que ya existan o que se puedan ir creando, pero, por ejemplo, una manera de poder controlar cada uno de nosotros el voto que emitimos, e incluso la forma que en que pueden hacerlo todos aquellos que lo hagan por determinada fuerza política, es la de fotografiar la pantalla con un teléfono celular, lo que posibilita a cada elector tener una especie de "duplicado" de su voto.
Obviamente que habrá quienes se nieguen a aceptar este avance tecnológico, así como hay muchos que todavía no aceptan el cajero automático o incluso los sistemas de pago con posnet, en los que solo hay que ingresar el número pin. Pero la modernidad debe llegar a la democracia como forma de elección, porque no podemos seguir esperando que llegue una caja de cartón con una serie de sobres, traídos por una camioneta, bajados por empleados que las van apilando en la calle o en la vereda, para luego ingresarlo a la escuela, acercarlo hasta cada  una de las mesas y dejar que, , las autoridades nombradas completen un trámite engorroso y tan anticuado como r finy poco confiable.
Una vez terminado esto, que parece parte de una novela de comienzos del siglo XX, cuando comenzó el "reinado" de la Ley Sáenz Peña (puedo asegurar que nada ha cambiado), comienza la segunda etapa de este procedimiento increíble, que consiste en la ya antedicha firma de los sobres, la convocatoria al primero de la fila, sus datos voceados por el presidente de mesa, lo que las más de las veces requiere una repetición porque alguien de los fiscales no escuchó bien, la entrega del sobre, la entrada del elector al cuarto oscuro, y la "desesperada espera" de todos para que salga, lo que a la luz (por favor, no es un juego de palabras con lo de "cuarto oscuro") de lo que se ve, por fin, en el escrutinio es bastante lógico, ya que si no trajo desde su casa las boletas cortadas como aparecen depués, es bastante lógico que lleve varios minutos prepararla allí adentro.
Así van pasando las horas, quedando todo al libre albedrío, a la capacidad y a la preparación de un "combo" formado por las autoridades de mesa designadas, los fiscales de la misma, y los que cumplen la tarea de fiscalización general de cada escuela y de la localidad toda en nombre de cada uno de los partidos. Si ese combo funciona, para lo cual es necesario que se dé una serie de circunstancias tales como una excelente preparación específica para la función por parte de cada uno de ellos, y una apertura del cerebro que les permita receptar las ideas promotoras de mejoras en el sistema y la mayor cercanía posible a la perfección, entonces todo sigue bien.
Un presupuesto indispensable para que esto suceda es que la función remunerada (presidente y auxiliar de mesa) no sea solamente atractiva por el monto que se percibe por algo que otros (los fiscales) hacen gratis, sino también que haya una predisposición para este tipo de tareas que consista en algo más que saber leer y escribir. Yo no sé quién dictó en nuestra ciudad el curso para quienes se habían inscripto, pero por los resultados que advertí cumpliendo mi tarea de Fiscal General para la que también estaba habilitado de hecho por mi condición de candidato, no hubo una unanimidad de criterios. No en todas las mesas se firmaba la misma cantidad de sobres, y no en todas las mesas se seguía el mismo método para la continuidad, lo que termina siendo, a la postre, la razón única o por lo menos primordial por la cual algunas mesas terminan justo a la hora indicada, y en otras se sigue votando incluso una hora después de terminado el comicio. Hablando claramente, las mesas más lentas fueron aquellas en las que el presidente esperaba a que el votante saliera del cuarto oscuro, depositara el sobre en la urna, firmara el cupón, recibiera el mismo luego de que fuera cortado por el citado funcionario "ad hoc", para recién llamar al próximo. Mis años de experiencia (exactamente 32, desde el advenimiento de la democracia) cumpliendo estos roles hacen que entienda que se pueden tener incluso dos o tres votantes "en capilla", con sus documentos sobre la mesa, ya controlados por todos, con lo cual la seguidilla no se corta nunca.
Pero, de todas maneras, los problemas más graves que presenta este absurdo y vetusto sistema de la boleta de papel, que encima hoy importa una tira de más de un metro de largo, se dan en el momento del escrutinio, por causas que otra vez yo atribuyo a una deficiente preparación y a una falta total de relación entre realidad y teoría, y que lo tornan largo, engorroso y rudimentario. En suma, aquellas mesas que terminaron rápidamente con el recuento de los votos y la confección de las planillas, fueron las pocas que contaban con autoridades con experiencia previa, o aquellas en las que las autoridades sin experiencia aceptaron los consejos y sugerencias de los que, seguramente, saben por diablos pero más saben por viejos. A mí particularmente me tocó la muy poco grata tarea de convencer a esas autoridades, en algunas mesas, de lo erróneo del sistema que estaban aplicando. Por suerte, con su manifiesta buena disposición a aceptar el planteo, que por otra parte, y esto es necesario para mí hacerlo notar, contó con el apoyo de por lo menos dos de los fiscales generales del partido hoy gobernante en nuestra ciudad, lo que demuestra que la convivencia todavía es posible, y que no necesariamente hay que forzar desentendimientos solo porque seamos de ideas políticas diferentes.
Yo escribí la página de hoy con la intención (¿ingenua dirán ustedes?) de que algún responsable tome en cuenta el aporte y disponga los cambios necesarios para que el 25 de octubre no se repitan estos problemas, por el bien de la democracia.
"La inteligencia reside en convivir con la certeza de la incertidumbre y no en construir certezas que nos hagan creer que no existe la incertidumbre".                                              

                                       Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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