La década anegada - Editorial
del 21 de agosto de 2015
Una de las lecciones más tristes de la
historia es esta: si se está sometido a un engaño demasiado tiempo, se tiende a
rechazar cualquier prueba de que lo es. Encontrar la verdad deja de
interesarnos. El engaño nos ha engullido. Simplemente es demasiado doloroso
reconocer, incluso ante nosotros mismos, que hemos caído en un engaño. Cuando
se da poder a un charlatán sobre uno mismo, casi nunca se lo puede recuperar. Carl Sagan.
Como era de
prever, lo que en ingeniería se denomina "desgaste de materiales" ha
llegado también a esta gestión que se ufanaba de ser el mejor gobierno de la
historia (olvidándose de que el mismo Néstor Kirchner había dicho en los '90
que Carlos Menem era el mejor presidente de la historia), y a la que el simple
paso del tiempo le ha desnudado las fallas y las carencias.
Obligado por
la presión del Poder Judicial, que suele ponerse mucho más firme en relación
directa con el tiempo que le resta al Poder Ejecutivo, el gobierno empezó a
asumir que muchas de las cosas que se decían desde la Corporación Mediática (la
Corpo), y desde algunos partidos de la oposición (la Opo) eran ciertas. Y si
bien lo tuvieron que hacer más que nada obligados por las circunstancias, el
hecho es que, como dice Carl Sagan en su frase, el engaño los ha engullido.
Primero el
mal resultado de las PASO en la mayoría de las provincias, pero
fundamentalmente el escaso porcentaje obtenido por el candidato
presidencial Daniel Scioli, tomado en
relación al último obtenido por Cristina, y la más que escasa diferencia que lo
separa de sus dos contendientes, Macri y Massa, que más allá de la
imposibilidad de fusionar sus listas, cosa que la Ley Electoral prohíbe en esta
instancia, permite suponer que si el candidato del FpV no obtiene el triunfo en
primera vuelta, la simple suma de los votos que sacaron en las primarias los da
como ganadores en un supuesto ballotage, cualquiera de los dos que sea quién
salga segundo.
Pero el tema
que termina por ser el desencadenante de esta debacle que está sufriendo el
"proyecto" y las contradicciones en que está cayendo el
"relato", tiene que ver con la demostración objetiva de que lo que
nosotros veníamos denunciando desde hace tiempo como "sobras públicas"
han llegado al punto de demostrar su ineficacia, y eso si es que efectivamente
fueron hechas. O sea que, en principio, muchas de las obras de infraestructura
que se proyectaron como necesarias para evitar la repetición de las
inundaciones, tal como se hizo con todo éxito en Santa Fe, por ejemplo, en
realidad nunca se llevaron a cabo. Y, para colmo, las que sí se llegaron a
realizar, o se hicieron mal o se les puso menos materiales de los necesarios, o
no tuvieron en cuenta los factores exógenos a los que se les adjudica la culpa
desde los verdaderos culpables.
Por ejemplo,
muchos dicen, intentando una defensa inútil para su propia inutilidad, que la
responsabilidad es de los productores sojeros, aduciendo, con razón, que lo que
ocurre es que el cultivo de la soja no retiene el agua en el campo sino que la
deja correr. Cuando llueve, el agua simplemente se desliza por el campo y pasa
a engrosar el caudal de los ríos y ocurren inundaciones como esta última. Lo
que no dicen, y que todos sabemos y nadie previó ni mucho menos prohibió que se
hiciera, es que antes de la soja en los campos estaba el monte y el monte
lograba retener el agua en la copa de los árboles, entre las raíces de los
árboles y entre todas las plantas que forman el monte; también el monte permite
que el agua penetre más en el suelo evitando las escorrentías. Es decir el
monte es como una gran esponja que retiene el agua en el campo evitando que
ésta corra a los ríos y ponga en peligro a las ciudades y a la gente. Pero en
función de la máxima que dice "el que quiere celeste, que le cueste",
el kirchnerismo necesitaba de las retenciones de la soja y de los dólares que
entraban en concepto de las exportaciones de este "oro verde" que
alguna vez, desaprensivamente, la Presidente denominó "yuyo", por eso
no hizo nada. Aparte, obviamente, del "me llevo" que engrosa lo que
se denomina la "caja política".
En una de
esas habría que blanquear este tema, y
con esto quiero decir que las inundaciones son parte del costo en la producción
de soja y creo que los que se benefician con dicha producción son quienes
deberían abordar ese costo y no la gente. El gobierno, que malgasta lo que
pagamos en impuestos, y los sojeros, deberían ser lo que manden colchones y
hagan lo que corresponda para evitar inundaciones de estas características. Unos
son la causa, es cierto, pero los otros son los ineficientes que, siendo
funcionarios, no funcionaron.
Volviendo al
tema de las obras públicas, después de años de especulaciones y cálculos
oficiosos, el Gobierno informó cuánto dinero le entregó a Lázaro Báez. La Casa
Rosada le otorgó más de $ 8.000 millones en decenas de contratos de obra
pública durante la última década. Así consta en un informe reservado que el
Gobierno envió a la Justicia.
Los montos
van de $3,1 millones a $637 millones, con decenas de contratos, casi todos
firmados por Austral Construcciones, la nave insignia del grupo Báez. Entre
otros, para obras en la cuenca del río Salado por $239,1 millones, en sociedad
con Ecodyma. Recordemos que el río Salado sufrió en abril de 2003 la peor inundación
de su historia, cuando hubo más de 100 mil evacuados, ocasionando pérdidas
económicas por más de 3 mil millones de pesos.
Florentino
Ameghino estudió y propuso soluciones para el problema de las inundaciones en
la pampa húmeda. Las plasmó en un documento publicado en 1884. Resulta
paradójico que más de 130 años después no se hayan ejecutado las obras que él
sugería y que respondían a una visión técnica, pero impregnada de sentido
común. Más paradójico resulta que, habiendo aumentado en los últimos doce años
el gasto público desde 30% del producto bruto interno a 45% (más de 400.000
millones de dólares adicionales en ese período), no se haya destinado una parte
menor de ese aumento a resolver en su totalidad el problema de las
inundaciones. Esta cuestión forma parte del cambio que los argentinos
esperamos.
Cómo será de
grave y de irreversible el problema que el jefe de Gabinete nacional y
candidato a la gobernación de la provincia de Buenos Aires, Aníbal Fernández,
se expresó con críticas, en línea con la Casa Rosada, con respecto a los
fuertes cuestionamientos que recibió la gestión kirchnerista por su
responsabilidad en las inundaciones que afectan al territorio bonaerense.
Aunque también admitió que "hay mucho por hacer" con respecto al manejo
del gobierno del saliente Daniel Scioli, que aspira a la Presidencia.
"Hay un
tema más complejo que es el calentamiento global. El mundo está con dos grados
más. Yo no busco la desgracia de muchos para consuelo de los tontos. Se ha
invertido en soluciones. Pero faltan cosas para hacer. Nos estamos dando cuenta
que necesitamos una redefinición de las cuentas en la provincia de Buenos
Aires", lanzó.
¿Redefinir
las cuentas? Si Fernández se anima a decir la verdad debería admitir que su
candidato a presidente en vez de pelear por la coparticipación de su provincia,
avaló con aplausos el despilfarro del lavado. ¿Y si le piden a Recalde los
4.544 millones que gastó en AA, contra los 476 que se gastaron en obras
hídricas? Total, no creo que nadie de
esta pobre gente que está sufriendo las consecuencias dramáticas que nos
muestran los medios, con sus casas anegadas y todos sus bienes perdidos, viaje
alguna vez en avión.
Los daños no
son sólo ambientales, sino que el cambio climático acentúa las diferencias
sociales y trae aparejada la proliferación de enfermedades, el corrimiento de
las fronteras sanitarias, llevando plagas a lugares que antes no existían. Las
poblaciones más pobres son las primeras en sufrir los efectos; la precariedad
de sus viviendas, por ejemplo, no les permite sortear los climas severos y sus
derechos básicos se ven afectados (vivienda, alimentación, acceso seguro al
agua potable).
Sin ninguna
duda, el cambio climático tiene rostro humano. Esto es evidente al advertir que
la situación empeora cuando existen falencias en la planificación urbana y
rural, cuando las zonas modificadas por el hombre no respetan la relación con
la naturaleza, se alteran cauces de ríos, se construyen canales clandestinos,
se ocupan zonas de humedales, se destruyen espacios verdes, se construye
desenfrenadamente; destacándose la ausencia de gestiones de territorio, todo
bajo la complicidad o la complacencia de los que mandan y deberían controlar lo
que a todas luces no controlan.
El Papa
Francisco sostiene: "No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra
social, sino una sola y compleja crisis socioambiental. Las líneas para la
solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para
devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza".
He aquí la
responsabilidad compartida de cada uno de nosotros.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario
Crónica de Basavilbaso
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