jueves, 20 de agosto de 2015

La década anegada

La década anegada - Editorial del 21 de agosto de 2015
Una de las lecciones más tristes de la historia es esta: si se está sometido a un engaño demasiado tiempo, se tiende a rechazar cualquier prueba de que lo es. Encontrar la verdad deja de interesarnos. El engaño nos ha engullido. Simplemente es demasiado doloroso reconocer, incluso ante nosotros mismos, que hemos caído en un engaño. Cuando se da poder a un charlatán sobre uno mismo, casi nunca se lo  puede recuperar. Carl Sagan.
Como era de prever, lo que en ingeniería se denomina "desgaste de materiales" ha llegado también a esta gestión que se ufanaba de ser el mejor gobierno de la historia (olvidándose de que el mismo Néstor Kirchner había dicho en los '90 que Carlos Menem era el mejor presidente de la historia), y a la que el simple paso del tiempo le ha desnudado las fallas y las carencias.
Obligado por la presión del Poder Judicial, que suele ponerse mucho más firme en relación directa con el tiempo que le resta al Poder Ejecutivo, el gobierno empezó a asumir que muchas de las cosas que se decían desde la Corporación Mediática (la Corpo), y desde algunos partidos de la oposición (la Opo) eran ciertas. Y si bien lo tuvieron que hacer más que nada obligados por las circunstancias, el hecho es que, como dice Carl Sagan en su frase, el engaño los ha engullido.
Primero el mal resultado de las PASO en la mayoría de las provincias, pero fundamentalmente el escaso porcentaje obtenido por el candidato presidencial  Daniel Scioli, tomado en relación al último obtenido por Cristina, y la más que escasa diferencia que lo separa de sus dos contendientes, Macri y Massa, que más allá de la imposibilidad de fusionar sus listas, cosa que la Ley Electoral prohíbe en esta instancia, permite suponer que si el candidato del FpV no obtiene el triunfo en primera vuelta, la simple suma de los votos que sacaron en las primarias los da como ganadores en un supuesto ballotage, cualquiera de los dos que sea quién salga segundo.
Pero el tema que termina por ser el desencadenante de esta debacle que está sufriendo el "proyecto" y las contradicciones en que está cayendo el "relato", tiene que ver con la demostración objetiva de que lo que nosotros veníamos denunciando desde hace tiempo como "sobras públicas" han llegado al punto de demostrar su ineficacia, y eso si es que efectivamente fueron hechas. O sea que, en principio, muchas de las obras de infraestructura que se proyectaron como necesarias para evitar la repetición de las inundaciones, tal como se hizo con todo éxito en Santa Fe, por ejemplo, en realidad nunca se llevaron a cabo. Y, para colmo, las que sí se llegaron a realizar, o se hicieron mal o se les puso menos materiales de los necesarios, o no tuvieron en cuenta los factores exógenos a los que se les adjudica la culpa desde los verdaderos culpables.
Por ejemplo, muchos dicen, intentando una defensa inútil para su propia inutilidad, que la responsabilidad es de los productores sojeros, aduciendo, con razón, que lo que ocurre es que el cultivo de la soja no retiene el agua en el campo sino que la deja correr. Cuando llueve, el agua simplemente se desliza por el campo y pasa a engrosar el caudal de los ríos y ocurren inundaciones como esta última. Lo que no dicen, y que todos sabemos y nadie previó ni mucho menos prohibió que se hiciera, es que antes de la soja en los campos estaba el monte y el monte lograba retener el agua en la copa de los árboles, entre las raíces de los árboles y entre todas las plantas que forman el monte; también el monte permite que el agua penetre más en el suelo evitando las escorrentías. Es decir el monte es como una gran esponja que retiene el agua en el campo evitando que ésta corra a los ríos y ponga en peligro a las ciudades y a la gente. Pero en función de la máxima que dice "el que quiere celeste, que le cueste", el kirchnerismo necesitaba de las retenciones de la soja y de los dólares que entraban en concepto de las exportaciones de este "oro verde" que alguna vez, desaprensivamente, la Presidente denominó "yuyo", por eso no hizo nada. Aparte, obviamente, del "me llevo" que engrosa lo que se denomina la "caja política".
En una de esas habría que blanquear este tema,  y con esto quiero decir que las inundaciones son parte del costo en la producción de soja y creo que los que se benefician con dicha producción son quienes deberían abordar ese costo y no la gente. El gobierno, que malgasta lo que pagamos en impuestos, y los sojeros, deberían ser lo que manden colchones y hagan lo que corresponda para evitar inundaciones de estas características. Unos son la causa, es cierto, pero los otros son los ineficientes que, siendo funcionarios, no funcionaron.
Volviendo al tema de las obras públicas, después de años de especulaciones y cálculos oficiosos, el Gobierno informó cuánto dinero le entregó a Lázaro Báez. La Casa Rosada le otorgó más de $ 8.000 millones en decenas de contratos de obra pública durante la última década. Así consta en un informe reservado que el Gobierno envió a la Justicia.
Los montos van de $3,1 millones a $637 millones, con decenas de contratos, casi todos firmados por Austral Construcciones, la nave insignia del grupo Báez. Entre otros, para obras en la cuenca del río Salado por $239,1 millones, en sociedad con Ecodyma. Recordemos que el río Salado sufrió en abril de 2003 la peor inundación de su historia, cuando hubo más de 100 mil evacuados, ocasionando pérdidas económicas por más de 3 mil millones de pesos.
Florentino Ameghino estudió y propuso soluciones para el problema de las inundaciones en la pampa húmeda. Las plasmó en un documento publicado en 1884. Resulta paradójico que más de 130 años después no se hayan ejecutado las obras que él sugería y que respondían a una visión técnica, pero impregnada de sentido común. Más paradójico resulta que, habiendo aumentado en los últimos doce años el gasto público desde 30% del producto bruto interno a 45% (más de 400.000 millones de dólares adicionales en ese período), no se haya destinado una parte menor de ese aumento a resolver en su totalidad el problema de las inundaciones. Esta cuestión forma parte del cambio que los argentinos esperamos.
Cómo será de grave y de irreversible el problema que el jefe de Gabinete nacional y candidato a la gobernación de la provincia de Buenos Aires, Aníbal Fernández, se expresó con críticas, en línea con la Casa Rosada, con respecto a los fuertes cuestionamientos que recibió la gestión kirchnerista por su responsabilidad en las inundaciones que afectan al territorio bonaerense. Aunque también admitió que "hay mucho por hacer" con respecto al manejo del gobierno del saliente Daniel Scioli, que aspira a la Presidencia.
"Hay un tema más complejo que es el calentamiento global. El mundo está con dos grados más. Yo no busco la desgracia de muchos para consuelo de los tontos. Se ha invertido en soluciones. Pero faltan cosas para hacer. Nos estamos dando cuenta que necesitamos una redefinición de las cuentas en la provincia de Buenos Aires", lanzó.
¿Redefinir las cuentas? Si Fernández se anima a decir la verdad debería admitir que su candidato a presidente en vez de pelear por la coparticipación de su provincia, avaló con aplausos el despilfarro del lavado. ¿Y si le piden a Recalde los 4.544 millones que gastó en AA, contra los 476 que se gastaron en obras hídricas?  Total, no creo que nadie de esta pobre gente que está sufriendo las consecuencias dramáticas que nos muestran los medios, con sus casas anegadas y todos sus bienes perdidos, viaje alguna vez en avión.
Los daños no son sólo ambientales, sino que el cambio climático acentúa las diferencias sociales y trae aparejada la proliferación de enfermedades, el corrimiento de las fronteras sanitarias, llevando plagas a lugares que antes no existían. Las poblaciones más pobres son las primeras en sufrir los efectos; la precariedad de sus viviendas, por ejemplo, no les permite sortear los climas severos y sus derechos básicos se ven afectados (vivienda, alimentación, acceso seguro al agua potable).
Sin ninguna duda, el cambio climático tiene rostro humano. Esto es evidente al advertir que la situación empeora cuando existen falencias en la planificación urbana y rural, cuando las zonas modificadas por el hombre no respetan la relación con la naturaleza, se alteran cauces de ríos, se construyen canales clandestinos, se ocupan zonas de humedales, se destruyen espacios verdes, se construye desenfrenadamente; destacándose la ausencia de gestiones de territorio, todo bajo la complicidad o la complacencia de los que mandan y deberían controlar lo que a todas luces no controlan.
El Papa Francisco sostiene: "No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza".
He aquí la responsabilidad compartida de cada uno de nosotros.                                              

                                         Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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