“Mi sangre” - Editorial del 5
de diciembre de 2014
Henry de
Jesús López Londoño, alias "Mi Sangre", sindicado como capo narco
colombiano, llegó a la Argentina en diciembre de 2011. Venía de Venezuela.
Algún día escribiré sobre su historia, que cada vez se está haciendo más
cotidiana en la Argentina.
Pero hoy voy
a tratar otro tema, para el que, como me servía el título, creí necesario
aclarar que le voy a dar otro uso que el que supone a simple vista, producto de
la notoriedad pública.
El pasado
jueves 27 de noviembre se inauguró en Basavilbaso, más precisamente en el
Hospital "Sagrado Corazón de Jesús", el Servicio de Transfusión
Hospitalaria con Posta Fija. Fue en una breve ceremonia encabezada por el
Director del citado nosocomio, Dr. Sergio Giordanengo, la Dra. Lucrecia
Echeverri, referente del Programa Sangre Segura de la cartera sanitaria
provincial y la coordinadora técnica del área de Hemoterapia del organismo,
Gabriela Jacobo, autoridades de las que se resaltó muy especialmente su importancia
y su presencia.
Giordanengo,
que fue uno de los oradores, dijo que "es un día muy importante para el
hospital y la comunidad de Basavilbaso y la región", y celebró que para la
inauguración de este espacio, "que terminaremos reconociendo como Sala de
Hemoterapia", se contara con la presencia de Echeverri y Jacobo ,"dos
luchadoras permanentes", y particularmente destacó a la Dra. María Dolores
Alfaro, "el alma de esta gestión de transfusión segura, y que comenzó a
‘hinchar’ con el tema saliendo a concientizar a la gente".
Y acá, para
mí comienza el verdadero meollo de la cuestión, y que seguramente ameritará que
el responsable del Hospital de Todos, por quién tengo una especial estima,
vuelva a expresar, como lo hizo ese día, y quizás ahora lo haga más
públicamente, que yo tengo la característica de ver siempre el vaso “medio
vacío”. O, en una de esas me estoy equivocando yo ahora, y él dice, después de
leer esta página, que tengo razón. Sobre todo si digo que a mí no me
“concientizó” nadie, porque hace cuarenta años que doy sangre y empecé a
hacerlo sin saber lo que era.
Muchas
veces, al hablar de educación, he dicho que cuando se menciona la “inversión
educativa” se debería diferenciar lo que es verdaderamente “obra pública” de lo
que se invierte realmente en pura enseñanza. Y para dar un ejemplo, acá, en la
cátedra y en los congresos del gremio, digo que Sarmiento, que pese a la
ridiculización que se hizo en el canal oficial Paka Paka, y en particular el
entrañable personaje Zamba, sigue siendo para los argentinos el “padre del
aula”, según nos cuenta la Historia, aprendió a leer y a escribir de corrido a
los cuatro años, con su madre, debajo de una higuera, mientras ella tejía en el
telar, y luego pasó a estudiar en una escuela en la que había tres aulas para
trescientos chicos. Yo sé que ahora hay un movimiento revisionista que tiende a
negar toda la historia que no les resulta conveniente, pero hay algunas cosas
que es imposible ignorar.
En el acto a
que hacía referencia más arriba, y que da lugar a lo que estoy escribiendo, la Dra.
Lucrecia Echeverri, dijo que "lo fundamental es el donante. Si el donante
tiene buena calidad ahí empieza el proceso y en el que vamos a lograr extraer sangre
de buena calidad". "Está ‘buenísimo’ donar sangre...hace bien y Basavilbaso
está dando el ejemplo; las colectas aquí son las más numerosas...vamos a
utilizar este ejemplo para que el resto de las localidades vean lo que se ha
logrado acá", afirmó. Sin embargo, pese a que muchos de los donantes
habituales, de aquellos a los que ya no hace falta preguntarles nada porque se
sabe su grupo, su factor, las condiciones de su sangre, sus hábitos de vida, su
disposición permanente, estaban presentes (¿y por qué no voy a decir
estábamos?), y se saben nuestros nombres
y apellidos, solo se mencionó así a los funcionarios. Para mí, o nombraba a
todos, o no nombraba a nadie.
Acá viene,
entonces, el paralelo con Sarmiento. Se puede donar sangre sin contar con una
“Posta Fija”; se puede donar sangre sin contar con sillones especiales; se
puede donar sangre sin contar con heladeras apropiadas; se puede donar sangre
aún sin que haya un médico hematólogo y hasta, creo, sin que esté presente un
bioquímico. De la única manera en la que no se puede donar sangre es si no hay
donantes. Y los únicos que en verdad podemos ser agentes multiplicadores de ese
sentimiento que nos anima a ir cada dos meses a donde sea para que nos saquen
medio litro de sangre somos los que lo hacemos. Solamente nosotros podemos
explicar la sensación de placer con la que uno sale de ese lugar, e intentar
trasmitir que los miedos y los tabúes no pueden estar por encima de lo que es
una necesidad para salvar vidas.
Hay una
anécdota que cuenta el caso de una nena de nombre Liz, en los EEUU, que padecía
una enfermedad extraña a la que sólo podría sobrevivir si recibía sangre de su
hermano menor, de cinco años, que había superado el mismo mal y había
desarrollado anticuerpos. Con sencillez, le explicaron al chico la situación y
le preguntaron si estaba dispuesto. Dijo que si eso salvaba a su hermana, lo
haría. Durante la transfusión estaban en camas paralelas. Cuando el niño vio
que la cara de Liz tomaba color, preguntó: "¿En qué momento moriré?"
Había imaginado que Liz recibiría toda su sangre y que él le donaba, en
realidad, su propia vida. Y sin embargo igual accedió a hacerlo. No puede ser,
entonces, que haya gente que se niegue a donar, estando en condiciones y
sabiendo la necesidad imperiosa de dadores, solo por un temor atávico a un
pinchazo que duele menos que un corte con un cuchillo de cocina, cosa que nos
suele ocurrir habitualmente.
Este hecho,
rescatado en un libro llamado “Ecología Emocional”, atañe a la generosidad, que
el filósofo francés André Comte-Sponville considera como la virtud del don. “Cuando uno da lo que necesitan aquellos a
quienes conoce o ama, o con quienes comparte parentesco, nacionalidad,
ideología, profesión o demás atributos, uno es solidario, señala
Comte-Sponville. La solidaridad puede, incluso, imponerse a través de
impuestos, de contratos, de campañas, de festivales, o puede ser guiada por
conveniencias (mantener una amistad, una sociedad, una apariencia, una imagen).
La generosidad es diferente. Bajo su influjo se actúa en beneficio de alguien
aun sin compartir nada con él, se le hace un bien aun cuando eso pueda
debilitarnos, se da (como dice un viejo proverbio árabe) antes de que se nos
pida y, finalmente, se lo hace incluso sin que nadie se entere y sin ningún fin
ulterior (como obtener puntajes o descuentos). El hermano de Liz brindaba
(según él creía) su vida, algo que él mismo necesitaba. Ese es el meollo de la
generosidad: el otro; el prójimo. En este punto se toca con el altruismo,
término creado por Augusto Comte (1798-1857), filósofo y padre de la
sociología. Comte sostenía que los únicos actos morales son aquellos que tienen
como fin el bien del otro”.
Una campaña de
donación de sangre será muy necesaria como activadora de la solidaridad, pero,
si sólo queda en eso, el efecto puede apagarse cuando esa misma campaña se
cierre. Distinto será si despierta la generosidad. Cuando ésta se instala,
luego no necesita campañas. No hay llamados a la generosidad, como los hay a la
solidaridad. Tampoco al amor, sostén de la generosidad. La donación de sangre
no requiere de facultades especiales; es un acto que va más allá de condiciones
sociales, económicas y culturales; es una manera real, efectiva, accesible y
activa de recordar que somos parte de un todo. Debería ser una muestra habitual
de generosidad. La sangre es un símbolo, algo que nos es común, que todos
compartimos, que circula sin barreras idiomáticas, religiosas, nacionales.
Cuando la donamos, sin preguntar a quién, por qué, para qué, donamos,
simplemente, humanidad. No hay premios por eso, no debe haberlos o, por lo
menos, no debemos pedirlos. "Cuando uno es generoso con la intención de
recibir algo a cambio o de obtener una buena reputación o de ser aceptado,
entonces no está actuando como un ser iluminado", dice el Dalai Lama.
O, si
quieren, escuchen lo que dijo Jesús a sus discípulos: “cuando hagáis limosnas,
no lo vayáis proclamando como hacen los hipócritas por las calles, y en los
templos, con el fin de ser honrados por los hombres, en verdad os digo que ya
reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano
izquierda lo que hace tu derecha, así tu limosna quedará en secreto; y tu
Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mateo 6,2-4).
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso
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