jueves, 8 de noviembre de 2012

Arroz con (mala) leche

Arroz con (mala) leche - Editorial del 9 de noviembre de 2012 La verdad es que ese postre no me gusta, y recibo suficientes “gastadas” cuando otros lo comen, así que el título de hoy, más allá de constituir, como es casi una costumbre, un juego de palabras, resume también mi opinión respecto a la situación por la que están atravesando los empleados de la firma Calimboy S.A. que se encuentra en situación de quiebra, a pedido de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), por una deuda que en concepto de impuestos devengados tiene esa empresa con el ente recaudador del estado nacional. No quiero dejar de pasar la oportunidad, antes de entrar en el tema, de explicar, aunque sea brevemente, el concepto de quiebra a nivel comercial, ya que se suele hablar de ello sin saber, muchas veces, qué significa el concepto. Es sabido que la actividad mercantil, o sea la compraventa de bienes como profesión habitual, nace en el mundo en los mercados o ferias al aire libre, a la que los productores o comerciantes se dirigían, cotidianamente, a vender sus productos, y la gente del pueblo a comprarlos. Los tenderetes en los que exponían sus mercaderías se completaban con una banca de madera en la que se sentaban (como todavía se sientan hoy muchos comerciantes) a esperar que aparecieran los clientes. Esa misma banca (y a partir de acá empieza a tener sentido la explicación) debía ser obligatoriamente rota y puesta en ese estado sobre el mostrador, toda vez que el comerciante pasara a deber más de lo que tenía, y la finalidad de tal acción, demostrativa y absolutamente pública, tenía su razón en que los pequeños productores que venían del campo con la leche, los huevos, los quesos, etc., supieran que a ese mercader no se lo podía “fiar” más, o sea no se le podía tener más fe. Precisamente, entonces, de esa acción, es de donde surge el término quiebra o el más preciso de “bancarrota”, que ahora ya no se usa mucho. Por supuesto que la complejidad de la actividad económica mundial hace imposible, fácticamente, la colocación de un asiento de ese tipo en la puerta de entrada de cada una de las empresas que, previsiblemente, se van colocando en el borde de una situación como la que hoy nos toca analizar. Sería risible la imagen de un banco (de sentarse) quebrado en el acceso mismo a la localidad de Villa Mantero. Nadie le hubiese dado “bolilla”, o no por lo menos hasta hoy al leer estas líneas. Sin embargo uno puede pensar que otra hubiese sido la actitud de los posteriormente perjudicados, si hubiesen tenido conocimiento de lo que se estaba gestando. Hecha esta necesaria introducción, debo aclarar, para aquellos lectores que no son “del pueblo”, que la citada empresa se dedica básicamente, o por lo menos para eso nació, al procesado y elaboración de arroz (en este caso se me debe permitir alguna falta de precisión ya que no es mi especialidad la agronomía), fundamentalmente destinado a la exportación. Siempre fueron productos de excelente calidad, y seguramente fue eso lo que le abrió muchos mercados internacionales. Calimboy nació, como muchos otros emprendimientos locales y de la zona (y como seguramente se da en otros lugares del país) por el empuje de un empresario (el caso de Faba, como para comparar, fue también originariamente similar). Pero luego, y esto es casi una cuestión de “libros”, se despersonalizó y se convirtió en una persona jurídica a la que no se le puede pedir sentimientos, siendo quizás esta una de las características que hoy pesa más, y genera muchas de las desilusiones que llevaron, entre otras cosas, al corte de la ruta justamente en ese lugar en el que, imaginariamente, ubicábamos la “banca” rota. A esta altura de la página me voy dando cuenta de que posiblemente no pueda llegar a plasmar en una edición la idea general que tengo sobre el tema, ya que son muchas las vertientes en las que se puede abrevar para intentar desentrañar las razones que llevan a que un grupo de empleados y obreros esté siendo el único en sufrir las consecuencias de esta situación. Obviamente la AFIP no se va a fundir (es un organismo del estado, por otra parte) y los empresarios que todos ubicamos como los socios y responsables de Calimboy no han bajado, por lo menos hasta donde nos alcanza la vista, su status social y económico. Cuando empecé a cursar la carrera de Derecho, en la década del ’70, se estaba difundiendo como una novedad apasionante la teoría de “correr el velo de la personalidad”, creada a través de una sentencia por el juez Salvador María Lozada, en el divulgado caso "Cía. Swift de La Plata S. A.", del 8 de noviembre de 1971 (¡hace ya más de 40 años!), por la que rechazó el concordato preventivo presentado por la indicada compañía concursada, a la cual declaró en quiebra, extendiéndole la falencia a otras sociedades del mismo grupo económico a la que ella pertenecía (se trataba del grupo "Deltec", cuya sociedad holding era "Deltec International", compañía con actividades en todo el mundo, no sólo en el ramo frigorífico, sino también agropecuario y financiero). Como sostuviera el magistrado, cuando los órganos de una filial están subordinados a la voluntad de un holding internacional, y mediando una propuesta de concordato preventivo votada por otras empresas del grupo, las cuales contratan con la sociedad en condiciones muy ventajosas para aquéllas, de todo ello resulta una verdadera afectación al orden público y el legítimo derecho que sobre el patrimonio de la concursada tenían los verdaderos acreedores. Si bien acá no estamos hablando de una empresa multinacional, la realidad nos indica que mientras los trabajadores están obligados a cortar la ruta para llamar la atención, reclamando “nada más” que se aclare su situación, ya que debido a que los tiempos de la Justicia no suelen ser los mismos que los de la calle, están sin trabajo, pero no despedidos formalmente, por lo que no pueden técnicamente ni siquiera tramitar el fondo de desempleo, los dueños están en su casa, tranquilos y sin dramas. Esos mismos tiempos de la Justicia, que yo creo pueden ser fácilmente acelerados con un poco de buena voluntad, también son los que impiden que se abonen los salarios caídos (ni hablar de la indemnización), por la fría razón de que el acreedor más importante es la AFIP, que, por supuesto, no necesita la plata que Calimboy le debe para darle de comer a sus hijos y vivir dignamente. Ricardo Echegaray, titular de la ex DGI, no tiene que “reinventarse” como remisero, poner un kiosco o hacer que su esposa trabaje limpiando casas de familia. Y no es que estos no sean trabajados dignos, sino que su permanencia y especialización de años en la empresa les permitía un nivel de vida que no tienen por qué perder por la sola frialdad que imponen los negocios. Utilizar nuevamente la teoría de “correr el velo de la personalidad” (en el derecho internacional llamada “Disregard of Legal Entity Theory o del abuso de la personalidad jurídica”), permitiría llegar a conocer cuál es la estructura societaria que se pretende ocultar mediante la constitución o intervención de otras personas jurídicas que actúan como escudo o máscara, configurándose un verdadero abuso de la personalidad jurídica de una sociedad. De esa forma surge la ilicitud del grupo económico, y en consecuencia la pérdida de la individualidad de cada uno de los entes que lo componen, lo que llevaría, por ejemplo, a que se pudiera obligar legalmente a que quienes todos sabemos son los verdaderos dueños “ofrezcan” vender alguno de sus vehículos de altísima gama, adquiridos con las ganancias obtenidas en esa misma empresa, o en otras vinculadas (lo que Marx llamaba “plus valía”) y con el producido pagarle esos sueldos que les deben a los que pusieron su sudor para que la empresa funcione. Mientras la justicia siga siendo lenta, y no se produzca esa reacción que proponemos, penetrando en la estructura real de la empresa, seguirá lastimando nuestra condición de seres humanos que el hilo se corte siempre por lo más delgado. (Continuará) Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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