jueves, 8 de septiembre de 2011

La razón y la ignorancia

La razón y la ignorancia -Editorial del 9 de septiembre de 2011
Esta semana es la previa al festejo del Día del Maestro, que por esas cosas de nuestra muy argentina actitud necrófila, "celebramos" justo el día en el que murió Domingo Faustino Sarmiento, del cual nos inculcaron como referencia que es el "padre del aula".
Pero también en esta misma semana los docentes entrerrianos (quienes ejercemos la docencia), estamos renovando nuestro enfrentamiento con el gobierno (enfrentamiento que más allá de algunas cuestiones ideológicas referidas a la contradicción permanente, nosotros no buscamos) en este camino de "pretender" que se nos reconozcan salarios dignos.
En más de veinte años ininterrumpidos en el aula, intentando formar seres humanos preparados para vivir en sociedad y tomar parte en las instituciones, venimos enseñando y machacando, si se nos permite la expresión, acerca de la necesidad de que los Derechos Humanos se apliquen en todas las etapas de la vida como un aprendizaje teórico y una práctica cotidiana.
Asistimos permanentemente, por la manifiesta predisposición que demuestra nuestra Presidente de la Nación a hablar por cadena nacional, obligada o sugerida, a referencias ideológicas a la defensa que esta gestión hace de los DDHH, aprovechándose de la circunstancia tan grabada a fuego en una sociedad que estuvo muchos años signada por el autoritarismo y por una educación dogmática que nunca se permitió la crítica, y mucho menos la autocrítica.
Lo que nosotros decimos es que estamos ya bastante cansados de que nos indiquen cuáles son nuestros derechos, pero que luego ellos mismos resulten remisos a practicarlos.
Y eso que desde la docencia se ha hecho de este tema casi un apostolado, ya que en el mismo tiempo en que la dirigencia política se rasga las vestiduras teatralmente, para luego hacer lo contrario de lo que pregona, nosotros hemos asumido casi como un complejo de culpa algunas desviaciones en el trato con los chicos, volcando hacia el diálogo entre educadores y educandos esfuerzos que antes se traducían en gritos.
Obviamente que los que llevamos tantos años enseñando, aún cuando no nos hayamos formado específicamente para ello, sí hemos recibido nuestra propia educación a partir de la aceptación, sin cuestionar ni discutir, de las órdenes que llegan y deben cumplirse mecánicamente.
En esa escuela tradicional, que todavía se intenta mantener, aún detrás de discursos "progres", el conocimiento aparece como algo acabado, cerrado, muerto. Más que aprehenderlo (está bien escrito, porque no quiere decir lo mismo que aprender), se lo registra como algo paralizado, como un mecanismo en el que el maestro explica y el alumno memoriza y repite para ser evaluado. Y mientras tanto la realidad demuestra que la vida es pura dinámica.
Nosotros estamos convencidos de que al sistema que nos gobierna esto le conviene. Le resulta más apto que la escuela esté impregnada de individualismo y de aislamiento. Que cada docente se ocupe de su curso y de sus alumnos. Que el director no abandone nunca su actitud jerárquica ni baje a compartir con sus colaboradores todos los aspectos de la vida de la escuela. Por eso avala y propicia actitudes de "buchoneo" y de denuncia, bajadas como ejemplo a seguir desde ciertos organismos de conducción, en contra de expresiones relacionadas con la solidaridad y la comunicación entre pares, que constituyen una clarísima manifestación del ejercicio vivo de los Derechos Humanos.
Seguramente esta realidad, unida al hecho de que hemos sido escasamente reflexivos respecto de los abusos que se cometieron en nuestra historia, que como el análisis mismo de la vida de Sarmiento lo demuestra, ha sido signada por los héroes de bronce y de mármol, resulta poco menos que urgente incentivar la participación de todos, siendo imposible pensar hoy una escuela como un medio aséptico y neutral donde la polémica esté prohibida. Y no es que estemos a favor de una excesiva horizontalidad, pero sí a proponernos como objetivo claro el de formar a mujeres y a hombres que conozcan sus derechos y sean capaces de defenderlos para ellos mismos y para los demás.
El paro no siempre es la mejor herramienta para enfrentar los desatinos del gobierno. Pero así como los que ahora tienen el poder económico y político nos han hecho creer que estamos viviendo una época de adelantos y progreso humano, cuando realmente todos se dan casi exclusivamente en el campo del desarrollo de la materia, haciendo nuestras existencias más cómodas o más peligrosas, según se mire, pero sin ayudarnos a trascender espiritualmente en la vida, también es evidente que en este modelo el discurso cede ante los hechos, ya que el gobierno provincial ni siquiera se detiene a tratar de entender las razones, metiéndose de lleno en la noche para militar la ya célebre frase "día no trabajado, día no cobrado", que sirve para todos menos para ellos mismos.
No resiste ningún análisis la vulneración del derecho constitucional de huelga, porque si pretenden reglamentarlo a su manera, nosotros podríamos estimar que se puede hacer lo mismo con otros derechos, tornando ilusoria la idea de que vivimos en una República. No hay razón válida para justificar ese exceso por parte de quienes se dicen "nacionales y populares", sobre todo porque se nota clarito cuando escupen para arriba, aunque a ellos ni siquiera les importe su propio enchastres. Este año sembrado de elecciones ha demostrado que la regla tan preciosa que muchos de sus adláteres se ocupan de hacer cumplir, avasallando a sus iguales y olvidando de dónde salieron, no vale para ellos, que constituidos en candidatos o en soportes de candidatos, para poder prolongarse en el tiempo del poder, no hesitan en visitar sus lugares de "trabajo" muy esporádicamente, dejando a la ciudadanía atónita frente a tamaño desparpajo y a la elevación a dogma del "haz lo que yo digo pero no lo que yo hago".
Y, para peor, además de no cumplir para nada con los derechos humanos que tanto preconizan, están utilizando como moderno método de tortura el descuento en los salarios, jactándose luego del bajo acatamiento, conseguido, si es que es tal, "gracias" al temor y a la desesperación por llegar a fin de mes.
Perdón, entonces. Si este gobierno es el que más ha respetado los DDHH, nosotros estamos viendo otro canal.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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