viernes, 13 de mayo de 2011

Mentiras para todos

Mentiras para todos - Editorial del 13 de mayo de 2011
La Presidente de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, reclamó el martes que los sindicatos no la presionen, no le griten, ni la amenacen. Y que, en lugar de apoyar tanto su reelección, deberían ayudarla a evitar la conflictividad social.
Como si esto que decimos fuera poco, exigió más racionalidad en los métodos de protesta.
Aunque no lo nombró, en la Casa Rosada, apenas terminado el acto, desde los funcionarios nacionales hasta los asistentes a la convocatoria oficial apuntaron que las críticas presidenciales habían tenido como destinatario al secretario general de la CGT, Hugo Moyano. Su hijo Pablo, líder del gremio de los camioneros, bloqueó la semana pasada la distribución de combustible en la Capital y en la provincia de Buenos Aires, y amenazó con extender la medida de fuerza a todo el país si no accedían a sus reclamos. Es evidente, o por lo menos lo es para nosotros, que la Sra. Presidente está advertida y preocupada como el que más por las realidades que muestra el país, y que el gobierno no podrá eludir por mucho tiempo. La resolución de esta suerte de “crisis de identidad” en la que lo coloca la diversidad de intereses de sus votantes y de sus dirigentes (que ya describimos la semana pasada), le impide también criticar lo que está haciendo la oposición, más allá de los embates furiosos e hiperkinéticos de los títeres de “6, 7, 8”. A la hora de analizar el conflicto histórico por el modelo de país que queremos, no es menor el dato de que una parte importante del establishment que la votó está dispuesta a cobrarle al contado toda medida que lesione sus intereses. Lo que comenzó con Clarín puede seguir, pronto, con otros factores de poder que le empiecen a cobrar las facturas.
Si bien desde el aparato kirchnerista cuentan con que la mayoría de los argentinos le puede prorrogar por otro período el crédito inicial, el progresismo que la defiende en los “chupamedios” y en las charlas de café condicionará seguramente su apoyo a la adopción de medidas concretas para solucionar cuestiones urgentes que tampoco son metafísicas (aún cuando sean motivo de charlas): la inflación, el salario real y el trabajo.
Ya a esta altura hay quienes no creemos, pese a la propaganda oficial hábil, profusa y pródiga en dineros públicos, que la mayor parte de la crisis actual se deba a la “durísima” herencia del neoliberalismo de los ’90 o a los tropezones de De la Rúa.
El dilema que enfrenta la Presidente es mayúsculo, adquiriendo casi el tinte de un dilema moral, porque tiene a la vista varias resoluciones posibles, según los valores que quiera poner en juego.
Si el gobierno no identifica claramente a los enemigos de la mayoría de los argentinos (que son, obviamente, sus propios enemigos) y si no se pone a la cabeza para enfrentarlos, corre el serio riesgo de que muchos de los todavía incrédulos terminen identificándolo como lo que es: una administración impotente. Eso en el mejor de los casos. En el peor, que muchos sostenemos, puede ser visto como cómplice de los que hundieron y hunden el país.
La cercanía de las elecciones internas abiertas y generales ha relanzado el tema de la participación política y esto es saludable solo si define medios y objetivos.
Ser ciudadanos significa mucho más que emitir un voto para elegir conscientemente a nuestros representantes, más que estar informados de nuestros deberes y derechos. Es transformar, a través de la participación democrática, el lugar de poder que las personas puedan ocupar. Ser ciudadano es también mucho más que un sentimiento patriótico hacia el país y sus símbolos: es defender la construcción de un orden social justo, que exige participación política y responsabilidad social.
No sirve el ciudadano pasivo que convalida o impugna decisiones externas. Así, cada hombre y cada mujer son políticos “ocasionalmente” cuando el sistema los obliga o los convoca, pero dejan el ejercicio diario de la política en manos de los “profesionales”. Ahora estamos siendo testigos de convocatorias a lanzar o sostener candidaturas, pero durante estos tres años se ignoró “olímpicamente” a la gente, sin contar con el oportunismo clientelista, que es otra forma de ignorancia, de todas maneras.
La profesionalización de la actividad política, la inexistencia en los partidos de mecanismos de debate y reflexión, y el no ejercicio de la conciencia crítica movilizadora y colectiva, son recibidos con alborozo por los medios que pretenden destruir la actividad democrática y republicana. Clarín y La Nación siguen por estos días ninguneando a la oposición, en una acción que hasta parece ya orquestada en un total acuerdo con el oficialismo, lo que, por otra parte, ya no nos sorprendería.
A nosotros no nos asusta el fantasma que quieren hacer aparecer. Es más, sostenemos la idea de que hay que incorporar verdaderamente la actividad política a la dimensión cotidiana del pueblo, lo que quiere decir no solo a la función pasiva de ser beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo, y mucho menos de los sucesivos y mentirosos planes denominados “Heladeras para todos”, “Internet para todos”, “Milanesas para todos”, “Carne para todos”, “Deportes para todos” (¡Mentiras para Todos!), sino integrando la visión funcional del peronismo con la territorial del radicalismo, reconociendo que en esta sociedad actual la participación y la movilización se desarrollan por canales variados, y hoy en día Facebook es más convocante que la Plaza de Mayo.
Hay que cambiar la temática e introducir algo que muchos de nosotros pareciéramos no poder incorporar en el manejo de la movilización, la discusión y la participación: el tiempo. Somos inmediatistas y la lejanía de los fines nos impide muchas veces acceder a una dinámica progresiva de participación que valora la lucha y las instancias que permitan quebrar al privilegio en la Argentina. Mientras tanto seguimos “soportando“ las mismas dirigencias que se reparten los espacios de poder, generando “derechos sucesorios” y haciéndonos comer el sapo de diferencias que existen solo para la “gilada”.
Una de las cosas que hay que recuperar, para poder poner esta rueda en movimiento, es la memoria. Hace más de veinticinco años, Raúl Alfonsín, en un acto en la Plaza de Mayo, hizo un llamamiento similar al que ahora hace la Presidente. Saúl Ubaldini, por entonces secretario general de la CGT, le respondió, textualmente: “Ahora nos piden sangre, sudor y lágrimas”. Y agregó: “la sangre fue de nuestros mártires, el sudor es con el que labramos la grandeza de nuestra patria, y las lágrimas son de nuestras mujeres y nuestros hijos ante la imposibilidad de acceder a una vida digna”.
Hace mucho que nos preguntamos si esas palabras habrán sido sinceras, o si eran una expresión que puede repetirse a voluntad cada vez que no gobierne el peronismo.
La reiteración pública del deseo del sindicalismo de Moyano y Cía. de participar del “reparto” de los cargos electivos, incluida la fórmula presidencial, nos hace pensar que es así. Los reclamos se postergarán para siempre en la medida en que la familia y los amigos reciban seguros de vida en forma de inmunidad judicial, bancas en las legislaturas, ministerios y hasta la vicepresidencia, en una virtual puesta en práctica de un sistema de cupos que nos parece inmoral y antidemocrático.
Si la Presidente accede a eso, y nosotros, los que no pensamos como ella, nos quedamos callados, nos esperan, esta vez en serio, años en los que las lágrimas serán la consecuencia de la falta de dignidad a la que nos está llevando este modelo perverso.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

No hay comentarios:

Publicar un comentario