jueves, 21 de octubre de 2010

Trenes rigurosamente vigilados

Trenes rigurosamente vigilados - Editorial del 22 de octubre de 2010
El título de hoy lo tomamos de una novela de Bohumil Hrabal, posteriormente llevada al cine, más precisamente en 1966, y que se convirtiera después en lo que se denomina una “película de culto”.
En la novela (y en la película) Milos Hrma es un joven aprendiz de ferroviario en una pequeña ciudad checa. Se reincorpora al trabajo tras una larga ausencia, en 1945, y se encuentra con una estación en la que hay frecuentes bombardeos. Los alemanes, en retirada, siguen ocupando Checoslovaquia, y los ferroviarios tienen que atender especialmente los trenes rigurosamente vigilados, transportes de tropas y de munición en un sentido, y de muertos y heridos en el otro.
Se nos ocurrió el título, entonces, para un tema que veníamos postergando y que encontró, en la realidad de esta semana, el disparador adecuado.
A nosotros nos asombra sobremanera, y desde hace tiempo, que ciertos sectores históricamente reconocidos en la Argentina como “progresistas”, sigan apoyando a este modelo kirchnerista, tratando de explicar lo inexplicable, recurriendo las más de las veces al manoseado “mal menor”, demasiado parecido, para nuestro gusto, a la teoría de los dos demonios.
Un ejemplo, solo para empezar por algo, porque por algo hay que empezar.
Las plumas (de escribir, no de las gallinas) de los periodistas adictos al sistema, que generalmente se expresan en medios como Página 12, Tiempo Argentino y 6 7 8, se espantan ante situaciones relacionadas con los derechos humanos en tiempos de la dictadura, dándole tantas vueltas cuantas no le dieron en esos mismos tiempos (Orlando Barone era periodista de Clarín en ese momento), pero nada dicen, por ejemplo, de los datos que aporta la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (Correpi), y que tienen que ver con la cifra de caídos en manos de la violencia institucional (llámese muertes en penales o comisarías, gatillo fácil, etc.).
“Fuentes generalmente bien informadas” aseguran que desde la asunción de los Kirchner las fuerzas de seguridad mataron a una persona cada día y medio, en promedio, lo que da una cifra superior a los 1.200 muertos, y supera ampliamente a los que cayeron en los anteriores 20 años de democracia.
Y justo estamos escribiendo esto cuando el sistema de enfrentamientos propuesto por el Gobierno Nacional ha terminado en una muerte más, en los hechos que son de público conocimiento ocurridos en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, más precisamente en el barrio de Barracas.
Según relataron a los medios fuentes cercanas al joven fallecido, un grupo de empleados de empresas contratistas de la línea Roca acompañados por militantes del Partido Obrero, Quebracho y del MTR se enfrentaron con gremialistas de la Unión Ferroviaria, cuando empleados que reclamaban ser reincorporados a la firma que controla la línea Roca, intentaron cortar las vías en la estación Avellaneda.
Desde Crónica hemos denunciado permanentemente las mentiras que se pretenden instaurar desde un régimen caduco, que para mantener su poder y tapar todos los negociados que se han convertido en la causa y en la razón de su apetencia por el poder, no hesitan en apelar a figuras como Hugo Moyano en el sindicalismo o Daniel Scioli en la política, que si es que tuvieron algo de pueblo en sus orígenes, lo han perdido en el camino, detrás de meras apetencias de poder y de dinero.
Dentro del gremio de los ferroviarios, más precisamente en la Unión Ferroviaria, cuyos destinos dirige, desde el sol o desde las sombras, sempiternamente, José Pedraza, existen alas democráticas y participativas, que son marginadas por la conducción, y a las que se les impide ejercer libremente sus derechos laborales y de agremiación.
El enfrentamiento de hoy (hoy es cuando escribimos el editorial, o sea el miércoles) no fue un enfrentamiento entre bandas, sino, claramente, el resultado del accionar de verdugos contra militantes sociales y políticos. Si hacemos un poco de historia reciente, este “sistema” que Aníbal Fernández dice que no existe, comenzó con los graves incidentes entre grupos del sindicato de los camioneros y de la Uocra durante el traslado de los restos de Juan Domingo Perón en la Quinta de San Vicente, el 17 de octubre de 2006. Aquél día una gresca a balazos y piedrazos entre dos grupos sindicales dejó al menos 35 heridos antes de la llegada del cadáver del General, y dio paso a una tarde dramática, en la que las peleas siguieron hasta el instante mismo en que el cuerpo fue depositado en el mausoleo levantado para ese fin en la quinta de San Vicente.
Para quienes solemos leer entre líneas la realidad del país, la connivencia de los herederos de la Triple A con el gobierno nacional quedó demostrada el pasado viernes cuando desde el escenario de la cancha de River se vitoreaba a los mismos dirigentes que hoy son responsables de la noticia más triste de los últimos tiempos.
Creer que los “gordos” (así se autodenominan los dirigentes sindicales más reaccionarios de la Argentina), representan a los trabajadores es no entender cómo, a pesar de los excelentes convenios que logra Moyano, los camioneros deben trabajar sin descanso y sin dormir para lograr un ingreso digno. Y la misma inquietud se nos plantea cuando vemos cómo Pedraza permite la existencia de "personal contratado" dentro del sector que representa “su” sindicato, ante el claro temor a que los nuevos afiliados no respondan a sus designios. Eso son los sindicalistas argentinos de la CGT, salvo muy escasas excepciones, hombres ricos que "representan" a una clase trabajadora pobre e indefensa.
Esta es una clara regresión a una presidente cercada por un monje negro (hoy Néstor Kirchner, ayer López Rega) y un sindicalista que goza de un poder abusivo (hoy Hugo Moyano, ayer Lorenzo Miguel), “bancados” por grupos para-estatales armados, la policía que no hace nada, los más altos funcionarios públicos incitando a la violencia o justificándola, (lo que es lo mismo), patotas sindicales, amenazas a dirigentes políticos y a periodistas y, lo más triste de todo, jóvenes muertos a balazos...por nada.
Y así como comenzamos esta página abrevando en una novela devenida en película, vamos a terminar de la misma manera, aunque esta vez con algo más nuestro.
No habrá más penas ni olvido, novela de Osvaldo Soriano (que aconsejamos leer, de paso) también llevada luego al cine con un antológico trabajo de Ulises Dumont, es la historia de una batalla sangrienta entre facciones peronistas. Más que nada, sin embargo, es el cuento alegórico de un pueblo argentino frustrado, harto de ser manipulado por los misteriosos mandamientos de un gobierno alejado tanto de la cotidianeidad de los ciudadanos como de los sueños del país. Mediante el uso de una narración y un diálogo sumamente gráfico y recursos asociados con el humor negro, Soriano logra una tragicomedia que apela a diversas emociones del lector y que señala la naturaleza humana del peligroso conflicto político en la Argentina.
¡Cualquier semejanza con la realidad actual es pura coincidencia!
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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