domingo, 17 de octubre de 2010

Contra dicciones

Contra dicciones - Editorial del 15 de octubre de 2010
Podría haber escrito la palabra en forma corrida, pero opté por esta manera para que se haga más evidente la etimología de la misma, o sea su origen; la razón de su existencia, significación o forma.
La verdad es que este editorial tenía otro título, y estaba pensado para un solo tema, que supongo será con el que empezaré. Pero, con el correr de los días, y mientras iba dándole forma antes de comenzar a escribir, me encontré con tantas otras cuestiones que merecían el mismo trato, que resolví hacerlo más amplio.
Alguna vez, ante la imposición de una crisis, Néstor Kirchner criticó a "quienes no levantaron la voz cuando ´remataron´ los trenes en la década del 90", en alusión a la privatización del servicio durante el gobierno de Carlos Menem. ¿Y él dónde estaba? ¿Era gobernador de una provincia del Congo?¿Era indentente de una ciudad de la China?
Cuando Menem amenazaba con 'ramal que se para, ramal que se cierra', en el verano de 1991, era porque se ponía en marcha el llamado "Consenso de Washington", documento que establecía las medidas a tomar para hacer frente a la economía de los próximos años. Principalmente se basaba en el saneamiento fiscal, concentrar el gasto en salud y educación, privatizar las empresas estatales y, más que nada, en la protección de la propiedad privada.
Y unos meses después, tras un largo conflicto y proceso de resistencia por parte de los trabajadores ferroviarios, "la promesa se cumplió". La mayoría de las líneas de pasajeros dejó de existir. Y los trenes de carga pasaron a manos privadas, casi todos grandes grupos económicos dueños de la producción cerealera.
Pero no solamente el Estado nacional se desprendió de activos importantísimos, como los kilómetros de rieles, las máquinas y vagones. Además se habían producido miles de despidos. Y con la burda explicación de que se le había otorgado a las empresas un negocio "poco rentable", se siguió subsidiando la actividad. Por esos días, Bernardo Neustadt y otros comunicadores, pretendían que todo lo estatal se privatizara. "Los trenes, decían, nos cuestan un millón de dólares por día. Es una barbaridad". Hoy, casi veinte años después y con un gobierno que dice combatir a las corporaciones (o por lo menos lo hace con las mediáticas, que son también las que desnudan sus intenciones), las empresas que controlan las líneas ferroviarias siguen recibiendo casi ese mismo importe diario en concepto de subsidio.
Cristina Fernández de Kirchner aseguró que el desmantelamiento de la red de ferrocarriles durante la década del '90 se llevó a cabo con la "aquiescencia" de la sociedad, en lo que constituye también una contradicción que pretende justificar lo injustificable, ya que hay quienes dicen, quizás con la misma "autoridad moral" que tiene ella, que el golpe del 24 de marzo de 1976 contaba con la "aquiescencia" de la sociedad. Y esos son denostados por justificar la "teoría de los dos demonios".
Uno debe concluir, forzadamente, que decir Kirchner y coherencia es un oxímoron, tal como lo es, por ejemplo, decir "apresúrate lentamente" o, como muy bien expresaba, irónicamente, Groucho Marx, "inteligencia militar".
Hace poco un dirigente sindical ferroviario manifestaba ante un medio local: "Esto ha sido un verdadero saqueo del patrimonio de los argentinos. Fue la destrucción del sistema".
Los argumentos en la década del 90 para privatizar los trenes fueron: la modernización, más inversión y, fundamentalmente, que el Estado no aporte más. No hace falta de ninguna manera ser un experto para ver que no se cumplió ninguna de esas tres cosas sino que se ha degradado el material de tal manera que de aquellos más de US$ 35.000 millones que formaban el patrimonio de los ferrocarriles argentinos en 1989 hoy no quede ni el 10 %.
Y si se utiliza la palabra "saqueo" es porque lo que sucedió fue la extracción de riqueza de los argentinos "en beneficio de determinados grupos". Y no solo de aquellos que obtuvieron por concesión los servicios, sino también de quienes se enriquecieron con el auge del transporte terrestre de carga y de pasajeros. Sabemos la relación que existe entre este tema y Hugo Moyano, y también suponemos, con sobrados motivos, cuál es la que hay con un altísimo dirigente político entrerriano.
Ese mismo gremialista lamentó que "se trabaje con la ilusión de la gente que siempre espera ver correr los trenes de nuevo". Justamente, asiduamente se hacen anuncios de algún tren que sale de un lado para llegar a otro. "En Tucumán hay un par de trenes por semana. O sea, es la misma formación que hace dos viajes por semana cuando en la época de los 80 había hasta cinco trenes por día. Uno de ellos, el Estrella del Norte, llevaba a más de 1000 pasajeros por día", indicó. Y, para darle más énfasis a sus dichos, no dudó en calificar el momento actual del país como de "pre-ferrocarriles". Como si se hubiese retrocedido a 1850.
En efecto, mientras el gobierno de Urribarri pretende hacernos creer que es un avance llevar gente en tren a 40 kmts. por hora, en China se están haciendo alrededor de 2.000 kilómetros de vías para levitación magnética, en las que los trenes desarrollarán velocidades de hasta 500 kmts. por hora.
A nosotros nos interesa remarcar las contradicciones, porque ya que a muchos les molestan los archivos, aquí hacemos gala de ellos. Tanto la Presidente Cristina Fernández como su consorte tuvieron una "destacada" participación en la entrega de los bienes del Estado, por acción y por omisión, y tal como la que tuvieron en la época del Proceso, en la que fueron "amigos del poder" y se enriquecieron con el ejercicio abusivo de la profesión de abogados (de la de Néstor Kirchner hablamos, porque nos consta). El peronismo fue el que cerró los ferrocarriles, y ahora no puede izar la bandera de la reactivación al solo efecto de comprar material rodante que no podrá nunca brindar un servicio adecuado.
Si no lo decimos, nos vamos a sentir mal. Sobre todo porque debemos cerrarle las puertas a los seres del pasado, que suelen resucitar justo cuando se avecinan las elecciones. O se incorporan a un nuevo pacto político, o inventan neologismos para negar que son más de lo mismo, convirtiéndose en un plato de comida difícil de digerir, pero que la gente termina por tragarse por aquello de que "peor es ayunar de democracia".
Si el pasado fuera transparente, y no estuviera al arbitrio exclusivo de la Historia, que como dice Lito Nebbia "la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia, la verdadera", todos podrían ver la miríada de anuncios incumplidos sobre el futuro.
Hay que dudar de los augures. Se tornan temibles ante el crédulo candor de la humanidad seducida por la promesa de que lo que se anticipa se cumple.
Más allá de que uno pudiera aceptar las buenas intenciones, es difícil de creer que en tiempos de autopistas rápidas y de autos veloces, pueda ser una opción el hacer 300 kilómetros en ocho horas.
Y mucho menos pretender convertir en una ruta viable un ramal ignoto, salvo para promover el acercamiento entre dos hermanos, uno gobernador de la provincia y otro presidente de la Junta de Gobierno de Arroyo Barú.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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