viernes, 14 de mayo de 2010

La dracma extraviada

Editorial del 14 de mayo de 2010
Iniciamos la semana pasada, con el aviso de que cualquier contingencia nos obligaría a cambiar sobre la marcha, una expresión de nuestro pensamiento respecto a los festejos del Bicentenario de la Patria.
Intentaremos seguir hoy, con algunas apreciaciones particulares respecto a nuestra idea sobre aquello que debería comprender el concepto de “festejo”.
Así, a modo de trazar un paralelo, cuando nosotros celebramos nuestros propios cumpleaños, lo hacemos no sólo recordando el día en que nacimos (bah, no lo recordamos nosotros, obviamente, sino que nos lo recuerdan nuestros padres, abuelos y tíos), sino también cada uno de los acontecimientos vividos en esos tiempos. Para ejemplificar, en esos días hacemos mención a cuando aprendimos a caminar, cuando dejamos la mamadera, nuestro primer día de clase, la primera novia, y muchas otras cosas que sería larguísimo de describir.
Pero, además, en los cumpleaños se recuerdan también aquellos hechos que no nos aportaron nada, y de los cuales seguramente hoy nos avergonzamos. ¿Pero de qué manera avanzaríamos en la vida si no fuera aprendiendo de nuestros errores?
A nosotros nos parece que memorar 200 años, y sobre todo hacerlo bajo el título de “Bicentenario”, supone no sólo recordar a los “Hombres de Mayo”, sino a todos los que escribieron líneas en nuestra Historia. O sea, además de los españoles y los criollos (hijos de españoles), y de los aborígenes, a los que muy pocos mencionan hoy, también deberíamos incluir en la nómina de homenajeados a los inmigrantes que, desde mediados del siglo 19, poblaron la República y coadyuvaron a fortalecer la Nación.
En la vida de cada uno de nosotros se da la paradoja de que, al comienzo de ella, los festejos son organizados por nuestros padres, mientras que al final, lo son por nuestros hijos. Y está de moda ahora, a partir de cierta edad (usualmente se hace a los 15, pero también a los 80), editar un video en el que se muestren aquellos aspectos relevantes de los que hayan quedado pruebas.
Sin la capacidad para hacer nosotros lo mismo desde lo audiovisual, sí nos animaremos a proponerlo desde lo escrito, detallando los que son, a nuestro criterio, los hitos más importantes superados, con éxitos y fracasos, por la argentinidad toda.
Como para empezar por algo, dejando atrás la historia de los primerísimos años, tenemos la guerra contra el Brasil, los gobiernos de Rosas, su derrocamiento y la llamada Organización Nacional. Y, en el siglo 20, el primer golpe de estado del 6 de septiembre de 1930, que “volteó” a Yrigoyen y que dio inicio a la década denominada "infame", caracterizada por la corrupción y por dar nacimiento a un modelo de estado pro-fascista que caló muy profundo en la sociedad y del cual hasta hoy no hemos podido remover sus herencias culturales, tales como el desprecio por las leyes e instituciones propias de la República, por la opinión del otro y por la transparencia en la administración pública, entre tantos otros males originados en ese molde; el 17 de octubre de 1945; la caída de Perón en 1955; su vuelta en el ’72 (Ezeiza), y después el golpe del ‘76, que instauró el neoliberalismo en el país. Y no hay que olvidarse, obviamente, de la guerra de Malvinas.
Los entrerrianos, en ese conteo regresivo, seguramente apelaremos a la figura de Justo José de Urquiza, que prefirió retirarse de una batalla que ganaba con facilidad, para poder unir a la ciudad de Buenos Aires con la Confederación. Dio un paso al costado, resignando el poder personal, por algo que vislumbró mucho más grande que la mera gloria terrenal. No nos cabe duda de que en sus oídos sonaban las palabras que el esclavo que sostenía los laureles le prodigaba al general que entraba victorioso a Roma: "No olvides que eres un simple mortal". Entonces, si hablamos de Urquiza, debemos resaltar entre los pilares de este Bicentenario, la rúbrica de la Constitución de 1853 que afianzó el nacimiento de una nueva nación.
Otros mojones de la Historia fueron la ley Sáenz Peña, que promovió el voto universal, y que posibilitó la llegada por primera vez de un gobierno popular al poder. Y los derechos de los trabajadores, incluidos primero en la Constitución de 1949, y luego, al ser ésta derogada, agregados como artículo 14 bis a la vigente.
Pero es claro que también hay, como decíamos más arriba, situaciones que, por vergüenza, debemos recordar y no repetir, y que por esas cosas de la mentira de la historia (y del periodismo) nos enseñaron tan mal. Así tenemos el escandaloso reparto de tierras entre unos pocos desde 1810 en adelante y sobre todo después de las dos “conquistas del desierto”; y también, por supuesto, esas dos citadas “Conquistas”; el gremialismo partidista, no democrático y corrupto; la “clase” política de estos últimos 25 años que fragmentó a la sociedad a la sombra de su falta de capacidad para gobernar, vaciando la democracia de contenido, no respetando la Constitución y haciendo “gala” de una total falta de ética con un egoísmo y ambición de poder que roza la desfachatez; la época del '70, con el error fatal que cometieron los militares; la pésima distribución de la riqueza; la pobreza y la indigencia; la decadencia educacional; los empresarios corruptos y cobardes, amigos de todo gobierno de turno sin importarles un país de grandeza ni la hipoteca que todos ellos dejaron y dejan a las generaciones venideras, y la tristeza social en un país rico con un futuro incierto y sin oportunidades si continúan con este circo corporativo.
Es por eso que lo que uno lamenta es que este festejo le haya tocado al peor gobierno nacional de la historia democrática (probablemente) y al más corrupto de esa misma historia (seguramente), más empeñado en enriquecerse y enriquecer a sus amigos que en revitalizar los principios que hicieron posible el nacimiento y el desarrollo de la Patria. Los negociados que se empeñan en tapar, mientras se desviven por dedicar horas y horas a vanagloriarse de una libertad de prensa de la que no son responsables y de una política de derechos humanos que heredaron y que, si la siguen llevando adelante, es por mera conveniencia. Y acá debemos dejar aclarado que los delitos se pueden cometer tanto por acción como por omisión.
Están saliendo a la luz por estos días hechos como los que involucran al intercambio comercial con Venezuela, y a otros internos como el tema del juego y de las obras públicas, en los que nombres como los de Cristóbal López y Lázaro Báez aparecen prestados para que se enriquezca aquél que comenzó a hacer su fortuna desde abajo, quedándose con las propiedades de los afectados por la Circular 1050. Pero, es claro, de eso en “6, 7, 8” (premio Martín Fierro a la obsecuencia y a la mentira) no se habla.
No importa. Como dijo alguna vez el General Perón: “ya llegará la hora del escarmiento”.
Pero, como proponíamos la semana pasada, “hay que entender para atrás pero ver para adelante”. Es por eso que recordaremos, para finalizar, y como una especie de oración (laica, en este caso) algo que una vez leímos y guardamos.
Cuenta el Evangelio que una mujer había perdido un dracma (una moneda) y salió a buscarla. Y buscándola la encontró. Pero si no la hubiera buscado ¿cómo hubiera podido encontrarla?
Entre tantos desaciertos hemos perdido mucho, como individuos y como sociedad.
Solo entre todos daremos con la dracma extraviada.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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