jueves, 14 de agosto de 2014

El hambre no miente

El hambre no miente - Editorial del 15 de agosto de 2014
El gobierno nacional se ha caracterizado, por lo menos después de la denominada "guerra del campo", por atacar al cartero, o sea desvirtuar las noticias que les son adversas denigrando al que las propala. De allí la famosa y difundida frase "Clarín miente", con la que contestan cualquier acusación que surja de una investigación periodística de ese multimedio. Pero no se quedan en eso, sino que, las más de las veces, suponen que no hace falta contestar o discutir si eso es verdad o mentira, ya que ponen como escudo protector la supuesta convicción que ya existe en la sociedad respecto a que todo lo malo que se pueda decir del kirchnerismo y de su administración, es en realidad fruto de la maldad de Héctor Magnetto, CEO del citado grupo empresarial.
De esa manera, creo yo, evaden fácilmente la obligación que tiene el Estado de informar, ya que esperan a que la noticia salga, la niegan, y cierran el tema. Así ha pasado, por ejemplo, con el "caso Boudou", y con varias de las investigaciones periodísticas que se han lanzado a través del programa Periodismo Para Todos, que conduce Jorge Lanata.
Como sé que hay lectores muy susceptibles, y a raíz de eso he comprobado que algunos se quedan en los primeros párrafos sin terminar de leer y por lo tanto sin terminar de entender por completo la idea que yo pretendo desarrollar, voy a aclarar acá, por las dudas, que no soy un adicto a Clarín (desde que empecé a leer los diarios, apenas saliendo de la infancia, leí primero La Prensa y luego, hasta hoy, La Nación), ni tampoco soy un defensor a ultranza de Lanata, pese a que anda por ahí una foto mía con él. Pero en los dos casos, pierde importancia esa cuestión anecdótica frente a la verdad revelada e incontrastable. En los '90 se hizo famoso un programa de TV que apelaba a la importancia que iban adquiriendo los videos, y mostraba las contradicciones en que caían los funcionarios. "Las patas de la mentira", se llamaba, y dio pie al crecimiento de lo que ahora se denomina "periodismo de investigación", que si está bien hecho, más allá de la intencionalidad, y no se puede demostrar que falsea los datos o que miente, solo puede ser contestado con un cambio de actitud, o por lo menos con una explicación digna, lo que generalmente no sucede.
Todos sabemos del hambre que existe en el estómago de miles de niños argentinos.  Imágenes, cifras, cada esquina de una gran ciudad, cada basurero, ojos tristes y miradas hambrientas que reclaman nuestra compasión.
No podemos cerrar los ojos ni taparnos los oídos, ni tampoco alcanza con buscar una moneda o dar lo que nos sobra de la comida. Estamos tan acostumbrados a ver este sufrimiento, que a veces nos inmunizamos para que no nos conmueva tanto. O estamos pasmados ante tan inmenso dolor que no sabemos qué más podemos hacer.
Nuestra prioridad deben ser los chicos. No los helicópteros ni la figuración. Los chicos son los jóvenes del mañana, que a su vez tendrán hijos. Y esos hijos no deberían heredar hambre, como heredaron sus padres.
Desde Crónica nos hacemos eco de lo que mostró el programa de Lanata y no sólo queremos dar cuenta de la realidad, sino también mover a la acción superadora de tantos males que afectan a la sociedad argentina.
Compadecerse significa entrar en solidaridad y empatía con nuestros semejantes. Como dice el pensador Henry Nowen: "No podemos sufrir con el pobre mientras nos mostramos renuentes en enfrentar a quienes causan la pobreza, ya sean personas o sistemas".
La infancia es considerada como una etapa trascendental en el proceso evolutivo del hombre, caracterizada por dos fenómenos: crecimiento y desarrollo. Para que estos fenómenos se produzcan con total normalidad, es fundamental una adecuada nutrición.
La nutrición, a su vez, está sometida a factores condicionantes: algunos fijos, como el potencial genético del individuo, y otros dinámicos, como los factores sociales, económicos y culturales, que pueden actuar en forma favorable o desfavorable. Cuando se quiebra el conjunto armónico de factores y se ve alterada la nutrición, se interrumpe el crecimiento y desarrollo, y aparece entonces la desnutrición infantil. Esa desnutrición nace, en la mayoría de las ocasiones, como consecuencia de una pobreza extrema sustentada en el alcoholismo, la falta de legalización de la familia, el analfabetismo, la ausencia de inserción laboral por falta de capacitación, el saneamiento ambiental escaso y la promiscuidad. Estos, entre innumerables condicionantes, hacen que un chico no logre un normal crecimiento y desarrollo, ya que esa pobreza extrema anula la capacidad mínima para satisfacer sus necesidades básicas.
Se puede considerar, entonces, a la desnutrición como el resultado final del subdesarrollo, en donde el niño sufre el mayor impacto por depender de terceros para su cuidado y crecimiento.
Y acá viene, entonces, la cuestión. En el programa de Lanata del pasado domingo se mostró la realidad que presentan los comedores escolares, que nacieron para paliar esas carencias, en todas las provincias argentinas, en las que, en promedio cada uno de ellos recibe, por chico, ¡seis pesos! por día, eso para darle de comer lo único que llevarán a sus estómagos en 24 horas, ya que por las razones que explicitamos genéricamente más arriba, en su casa es casi imposible que haya algo.
Y para llegar a esos seis pesos de promedio, lógicamente, sin ser demasiado inteligente para darse cuenta, es obvio que hay provincias que lo superan, como Buenos Aires, y otras que están por debajo, y hasta muy por debajo, como nuestra Entre Ríos tan ubérrima y con tantos "sueños", en los que siempre estuvieron "primero los gurises", pero para los que este gobierno destina, mientras dilapida fondos en campañas políticas utópicas, solamente tres pesos con sesenta centavos por día, para, supuestamente, alimentarlos. ¡Cosa de locos!
En el citado programa, por suerte para nosotros, que hubiésemos pasado una vergüenza terrible por culpa ajena, se mostraron los comedores escolares de Misiones y Chaco, sobre todo. Y allí se vio lo que se les da de comer a nuestros chicos, mientras los funcionarios que deberían velar por ellos se dan una vida de reyes, privándolos de todo, cuando ellos no se privan de nada. Y para eso sí que no necesitamos mirar muy lejos.
Desayunan mate cocido, almuerzan papa (cuando almuerzan), meriendan pan, y nunca ven ni una fruta ni una verdura. Toman agua contaminada y se van a su casa llorando. En pleno Siglo XXI de una Argentina que se jacta de estar viviendo en la "década ganada".
A mí se me caían las lágrimas cuando veía el programa, y eso que nunca tuve la desgracia de irme a dormir con hambre. Pero siendo un hombre del Derecho, si tuviera la posibilidad de legislar, propondría la máxima pena privativa de libertad para quiénes teniendo la posibilidad de destinar los fondos necesarios para que eso no ocurra, los derivan a gastos innecesarios, suntuarios e inmorales. Debería ser un delito de lesa humanidad, justo para quienes han sido los defensores acérrimos de este tipo de calificación respecto a los que atentaron contra los Derechos Humanos.
En Sociología hay algo que se llama "efecto Calcuta", y se refiere a la expansión de la pobreza extrema que sufre esa ciudad de la India a escala planetaria, con diferencias socioeconómicas extremas, una justicia sometida a los arreglos del poder político y unas mafias cada vez más duras y omnipotentes actuando sin que nadie les ponga límites. Por el momento, para la mayoría de la gente, solo parece posible esperar que las reglas democráticas terminen un día por aplicarse.
Porque hasta ahora son cautivas de la insolencia y de la soberbia.

                                                           Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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