jueves, 23 de enero de 2014

Ángeles y Demonios

Ángeles y Demonios – Editorial del 24 de enero de 2014 Hace unos días falleció en México Juan Gelman, poeta nacido en Buenos Aires en 1930 y premiado en varias oportunidades por su obra literaria, habiendo sido el cuarto argentino galardonado con el Premio Cervantes, luego de Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Adolfo Bioy Casares, lo que no es poco decir. Se lo considera uno de los grandes poetas contemporáneos de habla hispana y un "expresionista del dolor", ya que casi toda su obra tiene que ver con la búsqueda de su nieta, robada apenas nació, y con la pérdida de su hijo y de su nuera durante la dictadura. Y también, hay que decirlo, porque es verdad, desde fines de los '70 Gelman abrazó la lucha armada y entre 1973 y 1979 fue "oficial" de Montoneros. Es decir, tomó el riesgo de morir, pero también, y consecuentemente, la decisión de matar. Elegimos este tema para hoy, seguramente porque es polémico, y eso nos apasiona. Pero el disparador, esta vez, (siempre hay uno) fueron dos artículos aparecidos en La Nación la pasada semana, firmados por el periodista Ceferino Reato, en los que hace un análisis parcializado de la cuestión, mezcla las cosas, y lo que es peor, oculta los orígenes del problema y no mide con la misma vara. Para entender el porqué de la vocación por la lucha armada que iniciaron las FAR y luego siguiera Montoneros (lo del ERP es otra cosa, a mi entender), hay que comenzar por leer lo que fue el plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado), plan represivo aplicado en Argentina luego de los hechos del 16 de septiembre de 1955 a través de un decreto de ese día suscripto por Juan Domingo Perón. En ese decreto se designó al ministro de Ejército Franklin Lucero como comandante en jefe de la Fuerza de Represión, y se le autorizó a establecer el toque de queda y a adoptar las medidas necesarias "para lograr la más rápida y eficaz represión de todo acto de alteración del orden público, violencias contra las personas o bienes públicos o privados, servicios públicos, templos o establecimientos religiosos, sabotajes, depredaciones, etc." En realidad el Plan Conintes habilitó a las Fuerzas Armadas para reprimir las huelgas y protestas obreras y poner a los activistas bajo jurisdicción de los tribunales militares. Fue creado con la idea de evitar el paro de los trabajadores o el abandono de la actividad de los servicios básicos, como la electricidad, el agua y el reciente servicio de gas. Durante su aplicación las protestas disminuyeron (los dos millones de jornadas laborales perdidos por huelga en 1959 se redujeron a una décima parte), y las cúpulas gremiales se vieron acorraladas entre las presiones de los sectores combativos y el riesgo de perder su legalidad que les permitía ejercer el cargo. Por eso es que muchos sectores, sobre todo de la militancia de izquierda, decidieron tomar las armas. La Historia, que sirve precisamente para conocer hechos similares y predecir sus consecuencias, porque como solemos decir, cada vez que se mezcla tierra con agua sale barro y no dulce de leche ni mayonesa, nos enseña varios acontecimientos en los que al pueblo no le quedó otro remedio que armarse para defender sus derechos. Para buscar en nuestra historia común (o sea que nos pertenece a todos) los Macabeos constituyeron un movimiento judío de liberación, que luchó y consiguió la independencia de Antíoco IV Epífanes, rey de la helénica dinastía seléucida, sucedido por su hijo Antíoco V Eupátor. Los macabeos fundaron la dinastía real asmonea, proclamando la independencia judía en la Tierra de Israel durante un siglo, desde el 164 al 63 a. C. Aún son recordados nacionalmente por el pueblo hebreo en la festividad de Jánuca. Más aún, son considerados héroes nacionales del pueblo de Israel y la rebelión es conmemorada religiosamente de forma anual. La Iglesia católica reconoció a los Santos Macabeos como mártires en su santoral, aunque esta festividad fue suprimida en 1969. La Iglesia ortodoxa sigue celebrando el día de los Santos Mártires Macabeos el 1 de agosto, cinco días antes de la conmemoración de la transfiguración de Jesús. Quiere decir que la lucha armada frente a la opresión no es una cosa nueva, y no puede Reato recordar solamente, como lo hace, que en esos seis años en que Gelman estuvo en Montoneros, y que incluyen los tres años del gobierno del peronismo, hubo atentados como el que le costó la vida al sindicalista José Ignacio Rucci, hombre de confianza del general Juan Domingo Perón, y ataques como el de Formosa, donde murieron doce defensores de un cuartel ubicado en los suburbios de esa ciudad, entre ellos diez soldados conscriptos de 21 años que estaban de guardia aquel domingo 5 de octubre de 1975. O sea, no puede hacerlo sin reconocer que no se apeló a la justicia para, precisamente, juzgar a los autores de esos hechos. ¿Eso le parece bien a Reato? ¿Le parece bien que la respuesta haya sido simular enfrentamientos, secuestrar mujeres embarazadas y apropiarse luego de sus bebés? Luego de romper con Montoneros, en 1979, Gelman se dedicó a la escritura y no quiso hablar de su experiencia armada. Sí hizo frecuentes y sentidos reclamos por la verdad y la justicia con relación a los crímenes de la dictadura. Y lo único que se le ocurre a Reato es invocar una carta de lectores de un tal Del Barco, en la que dijo, "Ningún justificativo nos vuelve inocentes. No hay "causas" ni "ideales" que sirvan para eximirnos de culpa. Se trata, por lo tanto, de asumir ese acto esencialmente irredimible, la responsabilidad inaudita de haber causado intencionalmente la muerte de un ser humano". Entonces, si Reato fuera ecuánime, debería preguntarse, en ese mismo contexto, cuántos oficiales del ejército, incluido Milani, actual Jefe del mismo, se atrevieron a escribir algo similar. Yo le contesto: ¡ninguno! En su carta, Del Barco recordó un reportaje reciente de Gelman en el que el poeta se pronunciaba a favor de la verdad y de la justicia, como lo haría dos años después al recibir el Premio Cervantes por su obra literaria. Del Barco, quien conocía a Gelman desde su común militancia en el Partido Comunista, agregó: "Es cierto. Pero para comenzar él mismo tiene que abandonar su postura de poetamártir y asumir su responsabilidad como uno de los principales dirigentes de la dirección del movimiento armado Montoneros. Debe confesar esos crímenes y pedir perdón por lo menos a la sociedad". "Los otros mataban, pero los "nuestros" también mataban. La verdad y la justicia deben ser para todos", señaló. Otra vez Reato se olvida de pedir igual compromiso de quienes ejercieron el terrorismo de estado, seguramente porque él está de acuerdo con ese proceder. Entonces que lo diga, y listo. Pero no. Lo que Reato hace es reivindicar esa carta bajo el sonsonete de que "son palabras que ahora vuelven a cobrar sentido y necesidad, con la fuerza de esas verdades pronunciadas en soledad, "frente a un coro políticamente correcto", con lo que desvirtúa incluso, la obra poética de Gelman y el dolor que provocó su muerte. Es algo así como disfrutar del fusilamiento de Federico García Lorca, que lo fue por ser de izquierda y homosexual, y hacer creer que alabar su obra es ser cómplice de su lucha en la Guerra Civil Española, que, ya que estamos, por ser perdida por los sectores progresistas derivó en la sangrienta y cruel dictadura de Francisco Franco que duró cuarenta años. En el segundo artículo Reato intenta justificarse, pero para mí ya es tarde. No es cierto que los que negamos la "teoría de los dos demonios" estemos a favor de la "teoría de ángeles y demonios". No. Es igualmente falsa. Lo que no puede hacer Reato, porque escribe en un medio que leen millones de personas, es decir "mi posición es que un periodista debe preocuparse sólo por llegar lo más cerca posible de la verdad, tanto en el presente como en el pasado. Y que no debe distraerse con ese tipo de teorías, que son artificios políticos pensados para avalar o respaldar determinadas decisiones de poder". Así como lo del Plan Conintes ayuda a entender muchas cosas, Reato y muchos más (¡muchos más!) deberían leer la historia de la civilización judeo-cristiana, para entender que, en un principio, ángeles y demonios fueron sinónimos. Lo que pasó es que después algunos siguieron siendo ángeles y otros se convirtieron en lo que hoy entendemos por demonios. Y si bien no podemos asegurar quiénes fueron ángeles en la lucha armada de los '70, sí sabemos quiénes fueron demonios, o "espíritus del mal", de uno y de otro lado, antes o después, porque tal como Gelman sufrió las muertes, otros hay que se enriquecieron y perdieron la memoria. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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