jueves, 20 de octubre de 2011

No te creo nada

No te creo nada - Editorial del 20 de octubre de 2011
No me hace mucha gracia usar el título de un tema de Ignacio Copani, justamente porque él es uno de los protagonistas de la historia de obsecuencia que será el nudo central de la página editorial de hoy. Pero lo voy a utilizar igual porque describe muy bien la postura en la que me encuentro frente a la propaganda política en general, pero básicamente a la del Frente para la Victoria, en sus tres versiones: nacional, provincial y municipal.
Y para ir, como en el método científico, de un marco general de referencia hacia un caso en particular, debo decir que no nos parece que haya habido, previo a esta elección, una autocrítica creíble y razonada ante la sociedad de parte de los partidos políticos.
El radicalismo aún no trascendió el comité como forma orgánica de participación y mal que les pese a muchos, sigue siendo un partido liberal en su organización interna, derramado territorialmente sobre el país. Solo mediante intentos aislados, y en ciertos y determinados lugares, logra insertarse en las estructuras intermedias y formas alternativas de política.
Yo creo que estos modos de participación no alcanzan. No sirve el ciudadano pasivo que convalida o impugna decisiones externas. Así, cada hombre y cada mujer son políticos "ocasionalmente", cuando el sistema los obliga o convoca, pero dejan el ejercicio diario de la política en manos de los "profesionales".
La profesionalización de la actividad política, la inexistencia en los partidos de mecanismos de debate y reflexión que no sean meramente declarativos, y el no ejercicio de la conciencia crítica movilizadora y colectiva son recibidos alborozadamente por una oligarquía que ya no es vacuna, que dispone del uso de importantes medios de comunicación, y que goza de una sensación de impunidad que trasmite y de una acción constante y coherente.
Creo que la campaña para las elecciones internas del 14 de agosto, y con más razón esta que está terminando con miras al acto comicial del próximo domingo, han acentuado esta sensación de inmediatez y de lejanía de los fines que nos impide incorporarnos a una dinámica que permita quebrar los privilegios que, hoy más que nunca, existen en la Argentina.
Aunque alguna dirección política, impregnada de soberbia, se sienta incómoda, lo real es que existen aparatos que no explican a los afiliados los proyectos políticos alternativos ni los integran a éstos, si es que efectivamente existen. El subdesarrollo, la crisis y el corporativismo están también dentro de los partidos populares y hay que destruirlos cotidianamente, aventurándose sin complejos a formas nuevas y progresistas de participación sin dejar de lado, nunca, la militancia política.
Lamentablemente, para muchos de estos dirigentes el poder es solo un hecho puntual traducible en un resultado electoral, y no, como debe ser, un ejercicio constante. Así, muchos van , sin que se les caiga ya la cara de vergüenza, detrás de candidaturas "seguras", y cuentan los votos no para ganar sino para ver si "entran". Así no hay proyecto político que valga, porque no hay movilización, no hay discusión y mucho menos participación. Y cada vez cuesta más incorporar la actividad política a la dimensión cotidiana del pueblo.
El perfil del hombre light que alguna vez describiéramos en esta página, se vio acabadamente delineado en esta campaña insulsa y tan sui generis que no conmovió a nadie. No sé si la razón está dada por la falsa lectura derrotista que muchos extrajeron del PASO, o por la falta de sustancia que se advierte en casi todas las propuestas. Pero lo cierto es que nadie sabe ya para qué vota, y mucho menos entiende la diferencia entre aquellos por los que tiene que votar. La única excepción está dada, en estos pueblos chicos, por la afinidad social que uno puede tener con tal o cual candidato, pero nada que ver con lo ideológico, como debería ser. He visto en estas "caravanas" de últimos modelos que han suplido a los antiguos mitines, a muchos que ahora tocan bocina por los mismos a los que antes denostaban. A estos personajes en política se los llama tránsfugas, y resulta muy difícil (¿imposible?) construir algo sustentable con ellos.
La única enseñanza que creo va a dejar esta elección, por lo menos en nuestra provincia y en nuestro pueblo, es la demostración de que así como es difícil crear mitos políticos que encarnen al pueblo, es tanto o más difícil enterrar esos mismos mitos cuando se vuelven inútiles. Y el mito de la unidad peronista es uno de ellos, en tanto sinónimo de la identidad peronista. El mismo Perón, con su socarronería criolla, solía referirse al tema diciendo: "en el país hay radicales, conservadores, socialistas, comunistas…" Y peronistas, general?, le preguntaban. "Ah, peronistas somos todos".
Hoy el Frente para la Victoria que inventaron los Kirchner, sabiamente, intenta utilizar la fragmentación y la confrontación ideológica, rejuntando todo con el pegamento chirle de la retórica, y sosteniéndose en propuestas pragmáticas que tienen menos que ver con la doctrina que con el estilo político del peronismo.
En los hechos, el triunfo del Frente para la Victoria profundizará, sin dudas, aquellos vicios que tanto se notan en la dirigencia ensoberbecida y en los medios genuflexos. Habrá que buscar con lupa las noticias que nos hablen de la verdadera realidad, y uno hasta dudará de los resultados de los partidos relatados en el Fútbol para Todos, ya que no sonará muy extraño que la desesperación que hoy tienen algunos por chuparle las medias al poder lleve a Marcelo Araujo, terrible exponente de la alpargatería política, a gritar un gol de Cristina cuando menos lo pensemos. La TV Pública, que había amagado con convertirse por fin en un espacio para la difusión de la cultura, en el amplio sentido de la palabra, ha terminado por ser un interlineado de proselitismo hasta en los programas de cocina.
No puedo resistir a la tentación de volver a usar, por enésima vez, la genial frase del genial Víctor Hugo (el escritor francés, no el cada vez más obsecuente relator), que forma parte de la genial obra "Los Miserables" que nunca me cansaré de recomendar:
"Los que dejan que los humillen por temor o facilismo perpetúan no sólo su propia humillación, sino la de sus descendientes. No comprenden que mientras más se dobleguen más los doblegarán. Al contrario, aquellos que no aceptan que los humillen y que no entregan sus conciencias, aunque anden desnudos y tan sólo coman mendrugos de pan, son mucho más dignos que los que se visten de seda a expensas de sus conciencias".
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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