En remera y en patas–
Editorial del 15 de julio de 2016
La palabra
crítica, con origen en el latín criticus, identifica la opinión, examen o
juicio que se formula en relación a una situación, servicio, propuesta, persona
u objeto. Las críticas suelen manifestarse de manera pública y girar en torno
al contenido de una acción política, un acto público, una obra artística, un
espectáculo, un libro, etc.
En ese
sentido, los lectores de Crónica saben que esa ha sido mi actitud en el
ejercicio del periodismo en estos casi diecinueve años en que vengo escribiendo
y firmando los editoriales. Digo esto porque algunos amigos han sugerido que no
he tenido la misma actitud respecto a este gobierno que la que tuve con el anterior. Esto significa, en principio,
no haber leído con detenimiento los mismos, pero además no conocer la historia
de esta tercera etapa del semanario. Es más, la frase de Tácito “Irritarse por
la crítica es reconocer que era merecida”, que encabeza el texto de la primera
página, la comencé a poner en ocasión de un enojo de un gobernante de la Unión
Cívica Radical, partido al que todos saben estoy afiliado. Así, de la misma
manera, he sabido reconocer logros de la última administración, pero también
remarcar algunas cuestiones que hoy están tomando estado público, dándome la
razón.
Entrando en
tema, lo que yo creo que debe entender este gobierno, y en general el Pro, es
que el voluntarismo sólo, nunca sirvió. Macri y los ministros y secretarios que
lo acompañan tienen menos "cintura" que la Dra. Carrió (literal y figuradamente). No han pisado nunca el barro, y para usar una
comparación muy común, tienen menos sensibilidad que una heladera. Muchos de
ellos están convencidos de que alcanza para gobernar el precepto de que
"el estudio abre las cabezas". Y eso es cierto en tanto y en cuanto pongan
los pies sobre la tierra y no pretendan parecerse al "Pato Criollo", lo
que lamentablemente les está pasando por estos días. Digamos que no les sobra
el sentido común, son soberbios y no escuchan a nadie, y si no recapacitan van
a terminar muy complicados, como ya hay antecedentes. Con esto no quiero decir
que pueda haber una expectativa golpista, porque creo que los argentinos
aprendimos la lección, pero el 2001 no está lejos en la memoria de la gente, y
ni siquiera, aun respetando el criterio que siempre sostuve respecto a la
existencia de un golpe institucional, también Alfonsín se vio superado por las
circunstancias y tuvo que adelantar la entrega del poder. Una de las cosas que
tiene que entender, aunque les cueste, es que la “grieta” que hay que tratar de superar no es entre
peronistas y antiperonistas, sino entre los que queremos un país normal sin
inflación, con trabajo y con futuro y aquellos que tienen que conseguirlo
porque los votaron para eso.
Soy uno de
los hastiados de lo que terminaron haciendo los kirchneristas, y aclaré muchas veces que una cosa era Néstor
y otra muy distinta Cristina. Incluso muchos de los que ahora están cayendo se
comportaban de una manera con él y de otra con ella. Pero para contrarrestar
eso hay que caminar un poquito, meterse entre la gente, conocerla más. Tienen
que saber de sus vicisitudes; de sus anhelos y de sus necesidades.
Yo no discuto
que debía realizarse un ajuste en las tarifas. Eso estaba “cantado”. Pero me
parece, o “estoy persuadido”, como decía Alfonsín, que antes de eso deberían
haber analizado seriamente si la gente
podía pagarlo. El país no está compuesto
de números; tiene personas. Ese es
justamente el peligro del
neoliberalismo, el paupérrimo sentido del humanismo.
Sean humildes
y sepan escuchar. Hay una regla de oro para esto: "Gobernar es el trabajo
más fácil de hacer: solo hay que escuchar el clamor de las mayorías, que ellos
marquen el camino, y los gobernantes limitarse a ejecutar. Eso sí, dejar de
lado a los codiciosos y a los corruptos, especialmente si son empresarios,
dirigentes y sindicalistas”. Después el camino se abre para bien de todos.
Si en verdad
hay tanto derroche de inteligencia en este grupo que nos está gobernando en la
Nación y en varios otros lugares, sería bueno que aplicaran otros criterios en
relación al problema de la energía,
fundamentalmente a lo que tiene que ver con el déficit, que tampoco es culpa de
los que ahora nos gobiernan pero sí de otro neoliberalismo que nos gobernó
antes y que entregó nuestro subsuelo, y de los que se fueron hace seis meses,
que hicieron clientelismo en base a subsidios y más subsidios.
Seria genial
que el gobierno nos ayudara, por ejemplo, con paneles y equipos solares para
abastecer a nuestros hogares, a precios en cuotas, a los que puedan acceder
inclusive los jubilados que cobran la mínima, que se mueren de frio o intoxican
con braseros. De esta manera no consumiríamos tanta energía eléctrica ni tanto
gas, y mantendríamos nuestros hogares calefaccionados en forma humana,
sostenible, y con energías limpias y renovables, que además cuidarían nuestro
planeta con menos desmontes y menos contaminación.
Pero es
claro. Cómo vamos a esperar un cambio de esa naturaleza si Aranguren sigue de
Ministro de Energía y Shell, la empresa
a la que perteneció durante cuarenta años, y de la que tiene muchas acciones
todavía, es una de las principales proveedoras de gas, aportando el 13 % del
consumo.
La muy poco
feliz frase de Macri que usé en el título tiene que ver con una verdad
irrefutable que alguna vez también analicé acá, y que se llama “contradicción
fundamental centro –periferia”. Lamento mucho pensar en el dicho "Dios
existe para todos, pero vive en Buenos Aires". Esa realidad que él intentó
describir gráficamente podrá ser que se haga en las grandes ciudades, en las
que se vive en departamentos cerrados y a los que se llega y ya no se sale más.
A los que vivimos en los pueblos del país (no me gusta decir interior), que
tenemos patio, que salimos a cada rato a la vereda por necesidad y por
costumbre (que yo no quiero perder), nos resulta imposible andar “en patas y en
remera” como dice Mauricio. Usamos la calefacción pero también tenemos que
andar bien abrigados. Y dormir con frazadas.
Sr.
Presidente: Ud. debería saber que este pedido suyo no nos cayó muy bien a gran
parte de los argentinos. Sepa, Sr. Presidente, que, por ejemplo, las garrafas
sociales son muy caras y difíciles de conseguir, al igual que los tubos; la
leña está superando los dos mil quinientos pesos los mil kgs. (me ocupé de
averiguarlo), y que por día, con una salamandra (que ahuma, ensucia y que usa
leña que trae desde arañas hasta alacranes, muy peligrosos para las familias),
se consumen mínimo cuarenta kgs. de leña por día, y que esta de noche se apaga,
y la casa se congela. No todos los hogares de la Argentina tienen gas natural,
Sr. Presidente, y no en todos los hogares se puede andar descalzos o en remera.
Aunque en muchos se tiene que hacer por pobreza y no por gusto.
Seguramente
no por casualidad el presidente
provisional del Senado, Federico Pinedo admitió el miércoles que "tal vez no sea atinado" lo que
dijo Mauricio Macri sobre que estar "en remera y en patas" en
invierno es consumir de más, aunque aseguró que refleja la "preocupación
muy fuerte" del Presidente sobre la necesidad de ahorrar energía.
Reitero que,
a mi entender, las declaraciones de Macri son ingenuas. No creo que tenga una
mala intención, pero como Presidente debería saber que muchos de los afectados
por la suba de tarifas más que andar en patas y remera deben elegir si
calefaccionan su casa, van al supermercado, o mandan sus hijos al colegio. Y ni hablar de
los que no pueden ni elegir entre esas cosas.
De todas
maneras tampoco es cuestión de estigmatizar por un comentario. Tengan en cuenta
que esto ya sucedió. Durante la tercera presidencia de Perón tuvimos una crisis
energética aún mayor (y después el rodrigazo, con una inflación del 800
%). Recuerdo una cadena del General en
la que, refiriéndose al tema del ahorro de energía, dijo textualmente: "...y le pido a mis
amigos los niños que recorran la casa, y si ven alguna luz prendida, que la
apaguen...".
Como ven, la
historia se repite, y en la Argentina siempre pasó de todo. Y comentarios graciosos
o desafortunados sobran, lamentablemente.
Dr. Mario
Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso
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