Lo que les falta a las faltas
– Editorial del 29 de julio de 2016
Los lectores
de Crónica van a decir que soy repetitivo en esto, pero necesito explicar que
los editoriales que escribo surgen cada semana a raíz de algún hecho que actúa
como disparador, y es quizás por eso, justamente, que los suelo escribir los
miércoles por la noche, casi cerrando la edición, a la espera de que suceda
algo más interesante que lo que tengo en mente hasta ese momento, y, por
suerte, eso suele suceder. Para eso trato de no perder de vista que la
intención de este director (coincidentemente editorialista) es editar un
periódico que, como dice en su encabezamiento, desde que lo dirigía mi padre,
hace ya más de sesenta años, sea un “periódico
de interés general
y defensor de
los intereses de
la zona”.
Algunas
veces el “disparador” puede ser algo que leí o escuché en otro medio; también
puede ser algo que vi yo personalmente o algo que me contaron; nunca existen
límites territoriales ni mucho menos autocensura. Y jamás me puse a pensar, al
escribir lo que me sale de adentro, si ello puede molestar política o
institucionalmente a alguien. Por supuesto que conozco muy bien los encuadres
legales de la actividad periodística, y, por encima de ello, nunca se van a leer
acá agravios de índole personal, social o religiosa. Por lo demás, como ya lo
manifesté también hasta el cansancio, el que no esté de acuerdo con algo que
lea acá, tiene a su disposición una página de la próxima edición para
expresarse, dentro de los mismos contextos a los que me referí más arriba.
Toda esta
introducción tiene que ver con que voy a volver a escribir sobre un tema que
siempre me preocupó, relacionado con la problemática del tránsito en
Basavilbaso, de la aplicación de multas, del ámbito para su juzgamiento, del
tratamiento de los descargos y de la necesidad imperiosa, a mi entender, de
contar de manera urgente con un Tribunal de Faltas.
El día de
ayer, martes 26, recibí esta Carta de Lectores la que, previa consulta con su
autora, decidí convertir en el motivo central recurrente de la página de hoy
para, después, tratar de desentrañar y desgajar de ella las conclusiones que
nos lleven a las necesarias soluciones.
Sr. Director: Le escribo para relatar los
hechos por los que se me imputa una multa, en agosto de 2015, luego de salir
del trabajo (poco después de las 17 hs.) y regresando hacia Villa Mantero. Circulaba
de Oeste a Este por Avenida 25 de Mayo, con las luces encendidas ya que pensaba
tomar la ruta N°39, cuando al llegar a la intersección con Lavalle en el
cantero central vi un cartel de desvío con una flecha señalando a la izquierda,
y la parte de la avenida por la que debía seguir circulando estaba parcialmente
cortada por una cinta de peligro (roja y blanca). Como veía camiones realizando
maniobras frente a FABA tomé por la otra
mano de la avenida, como se hace en otras localidades (Caseros, Villa Mantero)
cuando una parte de la avenida está cortada. Y habiendo circulado
aproximadamente 15 o 20 mts. se interpone una moto que venía de frente (aclaro
que yo iba a 30-35 kms/h) y me hacía señas el conductor. La esquivé y frené al
costado, ya que pretendía rozarme con la parte trasera de la moto el lateral derecho
del auto; bajé el vidrio y pregunté qué pasaba, a lo que me contestó que yo
circulaba contramano. Le dije que estaba cortada la otra mano, y me contestó
que había un cartel de desvío. Le dije que eso estaba haciendo, a lo que me
contestó que debía dar marcha atrás y dar la vuelta a la manzana. Le dije que
no y volvió a decirme lo mismo, a lo que contesté que no estaba bien señalizado
y seguí con destino a Villa Mantero. Luego de un tiempo recibo en mi casa una
citación a través de la policía por transitar contramano y emprender la fuga. En
ese momento me enteré que este sujeto que conducía la moto es un inspector
municipal, ya que nunca se presentó ni tocó el silbato, como dice en la multa.
Por lo antes expuesto, me niego a pagar la
multa ya que no es cierto lo que declara el inspector de tránsito, quien no se
dio a conocer ni tocó el silbato en ningún momento y porque además la
señalización de desvío no era correcta. Tampoco había un inspector en el lugar
del desvío. Firma: Mónica Portillo.
En este
punto debo hacer algunas necesarias aclaraciones. En primer lugar es obvio que
los hechos ocurrieron durante el anterior gobierno, pero la intimación del pago
de la multa corresponde a la presente gestión. Ignoro si es que la lectora
presentó algún tipo de descargo, pero de todas maneras acá nos encontramos con
el primer problema. La manifiesta inservibilidad de la reglamentación vigente,
y hablo específicamente de la Ordenanza de Tránsito, pero más que nada del
Código de Faltas, que es un adefesio sin sentido jurídico y de incomprensible
lectura, hacen que los descargos resulten ineficientes, por más que sean hechos
por profesionales (lo que de todas maneras implica un costo extra para, como en
este caso, demostrar la inocencia), y determinan que solamente se retrotraigan
multas que de por sí resultan irrisorias, y de las cuales tengo unas cuantas en
mi archivo.
En
editoriales anteriores en los que he tratado el tema dejé en claro de que ni la
culpa ni la responsabilidad genérica del problema son de los agentes de
tránsito. Habrá algunos casos puntuales en los que se le podrá imputar alguna
falla, pero acá el inconveniente es estructural, ya que no se puede arreglar el
techo si antes no se arreglan las paredes.
La carta de
la Sra. Portillo, escrita evidentemente desde la pasión a la que la llevó la
bronca, deja más o menos en claro cuál es la magnitud del problema, y, sin
dudas, si le pidiéramos a cada uno de los que han debido abonar multas por
infracciones de tránsito en nuestro municipio en los últimos tiempos, nos
encontraríamos con problemas similares. Al no haber reglas claras, uno no sabe
a qué atenerse, y todo queda librado a la voluntad, disposición y humor del
funcionario de turno en el momento en el que ocurran los hechos.
Por lo tanto,
insisto, y más allá de cuál sea la solución que se le encuentre al problema
planteado en la carta, acá hay que “barajar y dar de nuevo”, si queremos
solucionar definitivamente uno de los problemas más graves que tiene
Basavilbaso, y por el que hasta ahora nadie ha hecho nada estructural. Hasta la
provisión de nuevos elementos, de lo cual damos cuenta en otra página de la
presente edición, es solo un parche coyuntural.
Como
nosotros no le escapamos a la sugerencia de soluciones cada vez que hacemos un
análisis que diagnostica inconvenientes, vamos a insistir con que se debe encargar a alguien capacitado
para hacerlo que redacte una nueva reglamentación que englobe el ordenamiento
del tránsito y las sanciones por su incumplimiento. Esa debería ser la primera
y más urgente medida, ya que lo que existe permite las arbitrariedades y
desprolijidades que se siguen cometiendo.
Pero la
solución de fondo, tal y como ha sido llevada adelante por la mayoría de los
municipios, y que, además, cumple con los principios generales del derecho que
indican que no se puede ser juez y parte, y los constitucionales de defensa en
juicio, es la presentación de un proyecto que prevea la creación de un Juzgado
de Faltas, el que, por ser un organismo autónomo, garantizará tanto al ente que
aplica la multa como al supuesto infractor, un adecuado proceso legal en el que
pueda exponer libremente las pruebas de las que disponga, que pueden incluir
testimoniales, periciales, de informes, fotográficas, etc., que ahora están
vedadas o son de cumplimiento imposible o demasiado difícil u oneroso.
La
ineficiencia de este sistema queda demostrada, entre otras cosas, por la
acumulación de motovehículos en los depósitos municipales, los que en gran
parte fueron desguazados, y que podrían generarle al Municipio un gran dolor de
cabeza si es que algún propietario resolviera iniciar una acción legal
solicitando su devolución. Y digo esto, primero, porque entiendo que el
artículo de ese horrendo Código de Faltas que autoriza con un eufemismo el
decomiso del bien es, a mi entender, inconstitucional, y segundo, porque motos
que fueron detenidas circulando, por infracciones tales como falta de casco o
de seguro obligatorio, si hoy se presentaran los dueños a retirarlas, más que
seguro que no funcionarán, y no por el simple paso del tiempo que las arruinó,
sino porque les faltan la batería, el motor, las ruedas, o cosas por el estilo.
Y de eso es responsable el Municipio, por lo mismo que ya expliqué acá cuando
el corte del cable de fibra óptica.
Yo entiendo
que, equivocadamente, se está viendo el sistema de multas solo como un método
recaudatorio, y es por eso que los operativos no dan resultado y nadie mejoró
su comportamiento conductivo por haber sido sancionado. Hace mucho que la
ciencia jurídica descubrió que no necesariamente a mayor sanción menor
contravención.
Como decía
mi abuela, más vale prevenir que curar. O, como agrego yo, parafraseándola, más
vale prevenir que enterrar.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso