“Ramal que no cierra…” –
Editorial del 13 de mayo de 2016
"Ramal
que para, ramal que cierra", dijo el presidente Carlos Menem en noviembre
de 1989. Y así fue. Con las primeras clausuras decretadas por el gobierno en
1990, numerosos pueblos y ciudades del país quedaron aislados. Los pobladores
más viejos solo permanecieron para sobrevivir, con mucho entusiasmo y ninguna
esperanza. Los más jóvenes se fueron. Las ciudades quedaron sin futuro. Para
ser claros, el cierre de ramales impulsado por la administración de Carlos
Menem desarticuló el país, encareció el transporte e impulsó la transformación
de muchos centros urbanos de provincias en pueblos fantasmas.
El Sindicato
de los Conductores de Trenes opinó por estos días sobre la intención del
gobierno nacional de cerrar el ramal "Urquiza". Así lo expresó el
sindicato, a través de un comunicado.
Detallan que
el histórico gremio ferroviario "La Fraternidad" elaboró un documento
que alerta a todos los cuerpos orgánicos de su organización, a las demás
instituciones ferroviarias, al movimiento obrero y a la sociedad en su conjunto
sobre la gravísima situación del sector ferroviario. Denuncian "el estado
de indefensión y abandono en que se encuentra la línea Urquiza la que, diezmada
en su parque tractivo, remolcado e infraestructura durante el proceso de las
diferentes concesiones privadas, no ha detenido el deterioro de la
empresa".
Si bien los
sindicalistas describen, textualmente, que "sobrevuela sobre nuestras
cabezas el fantasma del pasado cuando el menemismo ultra liberal, guadaña en
mano, arrojó al vacío a 85 mil trabajadores destruyendo nuestro ferrocarril y
el ciclo del cristinismo progresista que dilapidó los recursos del estado
favoreciendo a concesionarios inescrupulosos que nada hicieron para el cuidado
de un patrimonio que es de todos los argentinos", también debemos nosotros
decir que ni durante el menemismo, con ese panorama de ochenta y cinco mil
trabajadores en la calle (particularmente creo que se quedaron cortos), ni
durante el kirchnerismo, hicieron nada. No generaron paros nacionales, no se
manifestaron, no movilizaron a sectores sociales, sindicales y, menos,
políticos. Es más, con un gremio tan importante defendiendo su fuente de
trabajo y un medio de transporte tan crucial en la historia de nuestro país,
pero, sobre todo, sumamente favorable en tiempos de aumentos desmesurados de
los costos operativos de la opción terrestre por el precio de los combustibles,
que arrastra a otros insumos, unido a la problemática de la obra pública, más
que nada en lo que tiene que ver con la red vial del país, atrasada en su
capacidad y cooptada por la corrupción que ya se conoce, que se está conociendo
por estos días, y la que seguramente se irá conociendo con cada vez mayor grado
de inmoralidad.
"La
sola idea de que esa empresa, o los funcionarios gubernamentales, intenten
renunciar al sostenimiento de la Línea Urquiza, bajo vanos pretextos climáticos
y artificios vinculados a la rentabilidad econométrica, no solo viola la
legislación vigente, sino que atenta contra el patrimonio público de los
argentinos, lo que no estamos en condiciones de aceptar, no sin movilizar a
todas las acciones sociales, legales y sindicales en el orden nacional e
internacional incluido el Paro Nacional de Ferrocarriles para defender nuestra
industria ferroviaria y denunciar la temeraria actitud asumida por esa
empresa", dicen los sindicalistas. Insisto, porque nací y vivo en un
pueblo ferroviario, y si bien mi familia no estuvo nunca ligada a esa empresa,
ningún basavilbasense puede hacer oídos sordos a este problema, ya que todos,
de una o de otra manera, “nacimos a la vera del ferrocarril”, que no deja de
sorprenderme esta eclosión de protesta a solo cinco meses de que un gobierno
que duró doce años no hizo más que “ningunear” al sistema, por razones
políticas y económicas que todos conocemos.
En algún
lugar de la noticia que se ha conocido por estos días los sindicalistas dicen
que “la Confederación General del Trabajo está instruyendo sobre este conflicto
a todas las regionales del territorio nacional”. ¿En serio lo dicen? ¿Alguien
en su sano juicio puede creer que la CGT, comandada por Moyano y Cía., va a prohijar la recuperación de la red
ferroviaria, y mucho menos la del Urquiza, cuando su objetivo claro y preciso
es la defensa del transporte de carga por ruta, ya que pertenecen al gremio de
los camioneros? Una línea como la que cruza la Mesopotamia, que en buenas
condiciones de mantenimiento podría transportar en un solo viaje la carga de
por lo menos cincuenta camiones, obviamente que a “los gordos” no les conviene.
Así que, tal como hace poco hubo un “sueño entrerriano”, tratemos, por favor,
de que no nos “duerman el nene”.
Acá parece
que desconocen en absoluto el manejo del tema ferroviario en todo el mundo. El
transporte de pasajeros en ferrocarril en distancias largas pero inadecuadas
para el uso de aviones (tiempo de traslado al aeropuerto, tiempo previo de
check-in, tiempo de desembarco y recolección de equipaje, traslado a la ciudad,
que se suma al tiempo efectivo de vuelo) es subsidiado por el Estado, en EEUU
por ejemplo, donde no son demasiado estatistas que digamos. Pero lo hacen
porque eso no solo facilita el traslado sino que disminuye la contaminación
ambiental, ahorra combustible, evita el desgaste de costosas carreteras, y una
larga serie de externalidades. Y en el caso del transporte de cargas, las
ventajas del ferrocarril son aún más indiscutibles en largas distancias, tal
como dimos el ejemplo de la Mesopotamia por “nuestro” Urquiza.
Y los
subsidios que antes mantenían la red ferroviaria de pasajeros de todo el país,
y que podrían seguir manteniéndola, no desaparecieron; ahora van a parar solo a
Capital y Conurbano, sin que se ahorre un centavo, agravando la concentración
de recursos públicos para privilegio exclusivo de porteños y bonaerenses.
¿Entonces,
qué es lo que se va a cerrar? ¿Lo que ya está cerrado? El tren no funciona más
desde Menem, hace 20 años. Lo demás fueron solo espejismos.
Nadie será
capaz de creer que la culpa de un posible cierre sea de la administración
Macri. ¿Y el Tren de los Pueblos Libres, que apenas fue una vez a Uruguay,
porque los “genios” ni calcularon que la trocha del otro lado era diferente? ¿Y
el “trencito” a Villaguay, que Montiel logró reponer contra viento y marea y
para cuya inauguración, recuerdo, muchos de los que ahora se rasgan las
vestiduras no quisieron cruzar la calle desde la Municipalidad para saludarlo?
¿Alguien puede explicar por qué hace un mes que “no corre”? ¿Y el tren de
Paraná a Uruguay? ¿Y el de Federal a Concordia? ¿Y el de Basso a Concordia? ¿Y
el “Gran Capitán? A mí particularmente me gustaría leer un comunicado de los
sindicatos ferroviarios que hable de estos temas, así como estoy hablando yo,
explicándome, si pueden, en qué estoy equivocado.
La verdad es
que de una o de otra manera los únicos que hacen negocio con el ferrocarril
estatal (o pseudo privado como el actual, donde la rentabilidad es
independiente de la calidad del servicio), pero también con el transporte
terrestre, que involucra necesariamente frecuente obra pública, son los políticos
profesionales, los sindicatos afines y los concesionarios amigos del poder. ¿El
usuario? Bien, gracias.
Por más que
se categorice a la economía como la ciencia maldita, a veces los problemas
superan el mero análisis económico. Ahora podríamos revertir la frase, como un
antónimo: “Ramal que no cierra, ramal que anda”, porque es cierto que los
servicios mejoraron en los 90, pero con qué parámetro medimos la pérdida
relativa en "bienestar" (presente y futuro) de toda la población por
los miles de ramales cerrados con la mejora de calidad recibida por los que no
cerraron?
Claramente íbamos
a tener una mejora en los servicios porque eran un desastre, independiente del
gobierno que hiciera la privatización. Pero no por eso vamos a pensar que Menem
era un estadista. Claro, si concesiona un servicio a una empresa privada,
obviamente que mejorará; utilizará la mejor tecnología (como dice el discurso
oficial, última generación) para optimizar ganancias. Y está bien, el público
agradecido.
Lo que pasa
es que, después de que se privatizó, las concesionarias no invirtieron nada
desde el '94 a la fecha. Lo único que hicieron fue lavar la cara tanto a coches
como a estaciones, que fueron pagadas
por el Estado. Desde entonces hay cada vez menos servicios, no se ha traído
prácticamente material rodante nuevo (TBA sigue recauchutando los coches
Toshiba que vinieron en los '50 y '60) y cuando se ha traído, ha salido de las
arcas del Estado y siempre menos de lo necesario, y como ya sabemos, mera chatarra
marca Jaime.
En fin. No
hay nada nuevo bajo el sol, porque “Hay gente que tiene en el lenguaje
costumbre de loro y en la vida costumbre de mono; sólo dicen lo que han oído a
otros y hacen lo que han visto hacer”. Maurice Baring.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario
Crónica de Basavilbaso
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