jueves, 12 de mayo de 2016

“Ramal que no cierra…”

“Ramal que no cierra…” – Editorial del 13 de mayo de 2016
"Ramal que para, ramal que cierra", dijo el presidente Carlos Menem en noviembre de 1989. Y así fue. Con las primeras clausuras decretadas por el gobierno en 1990, numerosos pueblos y ciudades del país quedaron aislados. Los pobladores más viejos solo permanecieron para sobrevivir, con mucho entusiasmo y ninguna esperanza. Los más jóvenes se fueron. Las ciudades quedaron sin futuro. Para ser claros, el cierre de ramales impulsado por la administración de Carlos Menem desarticuló el país, encareció el transporte e impulsó la transformación de muchos centros urbanos de provincias en pueblos fantasmas.
El Sindicato de los Conductores de Trenes opinó por estos días sobre la intención del gobierno nacional de cerrar el ramal "Urquiza". Así lo expresó el sindicato, a través de un comunicado.
Detallan que el histórico gremio ferroviario "La Fraternidad" elaboró un documento que alerta a todos los cuerpos orgánicos de su organización, a las demás instituciones ferroviarias, al movimiento obrero y a la sociedad en su conjunto sobre la gravísima situación del sector ferroviario. Denuncian "el estado de indefensión y abandono en que se encuentra la línea Urquiza la que, diezmada en su parque tractivo, remolcado e infraestructura durante el proceso de las diferentes concesiones privadas, no ha detenido el deterioro de la empresa".
Si bien los sindicalistas describen, textualmente, que "sobrevuela sobre nuestras cabezas el fantasma del pasado cuando el menemismo ultra liberal, guadaña en mano, arrojó al vacío a 85 mil trabajadores destruyendo nuestro ferrocarril y el ciclo del cristinismo progresista que dilapidó los recursos del estado favoreciendo a concesionarios inescrupulosos que nada hicieron para el cuidado de un patrimonio que es de todos los argentinos", también debemos nosotros decir que ni durante el menemismo, con ese panorama de ochenta y cinco mil trabajadores en la calle (particularmente creo que se quedaron cortos), ni durante el kirchnerismo, hicieron nada. No generaron paros nacionales, no se manifestaron, no movilizaron a sectores sociales, sindicales y, menos, políticos. Es más, con un gremio tan importante defendiendo su fuente de trabajo y un medio de transporte tan crucial en la historia de nuestro país, pero, sobre todo, sumamente favorable en tiempos de aumentos desmesurados de los costos operativos de la opción terrestre por el precio de los combustibles, que arrastra a otros insumos, unido a la problemática de la obra pública, más que nada en lo que tiene que ver con la red vial del país, atrasada en su capacidad y cooptada por la corrupción que ya se conoce, que se está conociendo por estos días, y la que seguramente se irá conociendo con cada vez mayor grado de inmoralidad.
"La sola idea de que esa empresa, o los funcionarios gubernamentales, intenten renunciar al sostenimiento de la Línea Urquiza, bajo vanos pretextos climáticos y artificios vinculados a la rentabilidad econométrica, no solo viola la legislación vigente, sino que atenta contra el patrimonio público de los argentinos, lo que no estamos en condiciones de aceptar, no sin movilizar a todas las acciones sociales, legales y sindicales en el orden nacional e internacional incluido el Paro Nacional de Ferrocarriles para defender nuestra industria ferroviaria y denunciar la temeraria actitud asumida por esa empresa", dicen los sindicalistas. Insisto, porque nací y vivo en un pueblo ferroviario, y si bien mi familia no estuvo nunca ligada a esa empresa, ningún basavilbasense puede hacer oídos sordos a este problema, ya que todos, de una o de otra manera, “nacimos a la vera del ferrocarril”, que no deja de sorprenderme esta eclosión de protesta a solo cinco meses de que un gobierno que duró doce años no hizo más que “ningunear” al sistema, por razones políticas y económicas que todos conocemos.
En algún lugar de la noticia que se ha conocido por estos días los sindicalistas dicen que “la Confederación General del Trabajo está instruyendo sobre este conflicto a todas las regionales del territorio nacional”. ¿En serio lo dicen? ¿Alguien en su sano juicio puede creer que la CGT, comandada por Moyano y Cía., va  a prohijar la recuperación de la red ferroviaria, y mucho menos la del Urquiza, cuando su objetivo claro y preciso es la defensa del transporte de carga por ruta, ya que pertenecen al gremio de los camioneros? Una línea como la que cruza la Mesopotamia, que en buenas condiciones de mantenimiento podría transportar en un solo viaje la carga de por lo menos cincuenta camiones, obviamente que a “los gordos” no les conviene. Así que, tal como hace poco hubo un “sueño entrerriano”, tratemos, por favor, de que no nos “duerman el nene”.
Acá parece que desconocen en absoluto el manejo del tema ferroviario en todo el mundo. El transporte de pasajeros en ferrocarril en distancias largas pero inadecuadas para el uso de aviones (tiempo de traslado al aeropuerto, tiempo previo de check-in, tiempo de desembarco y recolección de equipaje, traslado a la ciudad, que se suma al tiempo efectivo de vuelo) es subsidiado por el Estado, en EEUU por ejemplo, donde no son demasiado estatistas que digamos. Pero lo hacen porque eso no solo facilita el traslado sino que disminuye la contaminación ambiental, ahorra combustible, evita el desgaste de costosas carreteras, y una larga serie de externalidades. Y en el caso del transporte de cargas, las ventajas del ferrocarril son aún más indiscutibles en largas distancias, tal como dimos el ejemplo de la Mesopotamia por “nuestro” Urquiza.
Y los subsidios que antes mantenían la red ferroviaria de pasajeros de todo el país, y que podrían seguir manteniéndola, no desaparecieron; ahora van a parar solo a Capital y Conurbano, sin que se ahorre un centavo, agravando la concentración de recursos públicos para privilegio exclusivo de porteños y bonaerenses.
¿Entonces, qué es lo que se va a cerrar? ¿Lo que ya está cerrado? El tren no funciona más desde Menem, hace 20 años. Lo demás fueron solo espejismos.
Nadie será capaz de creer que la culpa de un posible cierre sea de la administración Macri. ¿Y el Tren de los Pueblos Libres, que apenas fue una vez a Uruguay, porque los “genios” ni calcularon que la trocha del otro lado era diferente? ¿Y el “trencito” a Villaguay, que Montiel logró reponer contra viento y marea y para cuya inauguración, recuerdo, muchos de los que ahora se rasgan las vestiduras no quisieron cruzar la calle desde la Municipalidad para saludarlo? ¿Alguien puede explicar por qué hace un mes que “no corre”? ¿Y el tren de Paraná a Uruguay? ¿Y el de Federal a Concordia? ¿Y el de Basso a Concordia? ¿Y el “Gran Capitán? A mí particularmente me gustaría leer un comunicado de los sindicatos ferroviarios que hable de estos temas, así como estoy hablando yo, explicándome, si pueden, en qué estoy equivocado.
La verdad es que de una o de otra manera los únicos que hacen negocio con el ferrocarril estatal (o pseudo privado como el actual, donde la rentabilidad es independiente de la calidad del servicio), pero también con el transporte terrestre, que involucra necesariamente frecuente obra pública, son los políticos profesionales, los sindicatos afines y los concesionarios amigos del poder. ¿El usuario? Bien, gracias.
Por más que se categorice a la economía como la ciencia maldita, a veces los problemas superan el mero análisis económico. Ahora podríamos revertir la frase, como un antónimo: “Ramal que no cierra, ramal que anda”, porque es cierto que los servicios mejoraron en los 90, pero con qué parámetro medimos la pérdida relativa en "bienestar" (presente y futuro) de toda la población por los miles de ramales cerrados con la mejora de calidad recibida por los que no cerraron?
Claramente íbamos a tener una mejora en los servicios porque eran un desastre, independiente del gobierno que hiciera la privatización. Pero no por eso vamos a pensar que Menem era un estadista. Claro, si concesiona un servicio a una empresa privada, obviamente que mejorará; utilizará la mejor tecnología (como dice el discurso oficial, última generación) para optimizar ganancias. Y está bien, el público agradecido.
Lo que pasa es que, después de que se privatizó, las concesionarias no invirtieron nada desde el '94 a la fecha. Lo único que hicieron fue lavar la cara tanto a coches como a estaciones,  que fueron pagadas por el Estado. Desde entonces hay cada vez menos servicios, no se ha traído prácticamente material rodante nuevo (TBA sigue recauchutando los coches Toshiba que vinieron en los '50 y '60) y cuando se ha traído, ha salido de las arcas del Estado y siempre menos de lo necesario, y como ya sabemos, mera chatarra marca Jaime.
En fin. No hay nada nuevo bajo el sol, porque “Hay gente que tiene en el lenguaje costumbre de loro y en la vida costumbre de mono; sólo dicen lo que han oído a otros y hacen lo que han visto hacer”. Maurice Baring.

                                            Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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