Otra vez – Editorial del 27 de
mayo de 2016
Más allá de
la crónica de un festejo más del aniversario de la Patria, otra vez, de ahí el
título, me volví con un sabor amargo del acto central realizado en Plazoleta
San Martín, con la presencia, obviamente, de las autoridades de la ciudad.
Si bien ya
había tenido una respuesta anticipatoria de parte de un funcionario municipal,
ante mi inquietud respecto a la multiconfesionalidad de las ceremonias
religiosas en los actos patrióticos, nuevamente me sentí un paria cuando
solamente se convocó a representantes de las comunidades cristianas, léase el
Cura Párroco local y la Pastora Stella Maris Fritz, de la Iglesia Evangélica
del Río de la Plata. Quiero usar, por oposición, las palabras finales de la
Secretaria de Gobierno, Prof. Andrea Carolina Leanza, quién recurrió a una
definición de Jorge Luis Borges: “Nadie es la Patria, pero todos lo somos”.
Entonces voy a reiterar (o volver a reiterar), que pensar a la Patria como
perteneciente a una sola fe religiosa es absolutamente discriminatorio, sobre
todo en una comunidad como la nuestra, que ha nacido y ha vivido sus casi 130
años aceptando la diversidad. Pero, además, voy a insistir con que no estamos
en un Estado confesional, más allá de que la mayoría del país sea de fe
cristiana, y de que la Constitución Nacional, en su Art. 2º diga que “El
Gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano”, porque esto
último se refiere exclusivamente a lo económico. No me puedo quedar con el exabrupto
de aquel que supone que si a mí no me gusta esto me tengo que ir a Israel. Eso
es una estupidez que abofetea a la inteligencia. Yo no soy un ciudadano de
segunda. Soy igual de argentino que todos los que al lado mío se persignaron,
mientras a mí se me impedía celebrar el nacimiento de la Patria con una oración
perteneciente a mi fe.
Yo estuve
durante el acto junto a un excombatiente de Malvinas, con quién compartí esta y
otras inquietudes, algunas de las cuales seguramente también intentaré
desgranar hoy en esta página, y la coincidencia con él en este tema, que
también le causó asombro, adquiere mucha importancia a la luz de las historias
que se cuentan respecto a que uno de los lugares comunes que algunos oficiales
y suboficiales usaban para atacar a los soldados de religión judía, era su
supuesta condición de extranjeros. Para ellos, judío y argentino eran antónimos
y hasta términos incompatibles entre sí, algo que sonaba por demás extraño si
se tiene en cuenta que los reclutas se encontraban allí para luchar por la
Patria y lo hacían con el mismo orgullo que cualquiera de sus compañeros.
Este
maltrato “especial” que sufrieron durante los combates podría encuadrarse
dentro de los abusos a los que eran sometidos muchos de los reclutas, en
general. Pero es algo más profundo y complejo que tiene que ver con el odio y
la discriminación que ya venían arrastrando los mismos “colimbas” desde los
cuarteles.
Hay una
experiencia contada por uno de esos soldados, que dice “a un sargento le
llamaba la atención y me decía: ‘Qué raro que vos por ser judío estés
combatiendo acá’. Soy argentino, no tiene nada que ver que sea judío o no. Al
tipo le maravillaba como si fuese algo ajeno”. Algo similar me pasa a mí, pero
solamente en estos actos, y eso justamente es lo que me da bronca. No me pasa
en las iglesias, a las que suelo concurrir con asiduidad, y no es obstáculo, ni
mucho menos, para que cante individualmente el “Ave María” en el casamiento de
algunos amigos, o que haya cantado y luego dirigido el Coro Municipal
“Magníficat” (en el que soy el único argentino judío) en innumerables misas, la
última de ellas, a la que le dimos el marco coral completo, fue en la iglesia
de la ciudad de Catamarca, ante una multitud de fieles asombrada felizmente por
este hecho, y ante un Cura Párroco que por esas cosas del destino era nacido en
Santa Anita.
Entonces, si
yo no hago diferencias, si mi mujer es católica, si mis hijos respetan las dos
religiones pero no militan manifiestamente en ninguna de las dos, ¿es un delito
preguntarme y preguntarles, y a la vez exigir una respuesta? ¿Por qué sufro
esta discriminación?
Y acá debo
decir que hablo en primera persona porque si bien no es la primera vez,
lamentablemente, que planteo esta disyuntiva, nunca he tenido apoyo
institucional en mi reclamo por parte de la comunidad judía (pareciera ser que
a nadie más le molesta, o, lo que es peor, porque sí sé que a algunos les
molesta, tienen miedo de decirlo), pero tampoco, y lo que es más grave, he
tenido respuestas convincentes de parte de las autoridades de la ciudad en la
que nací y viví la mayor parte de mi vida, y en la que, como alguna vez dije en
ocasión de un aniversario de Basavilbaso, “cómo no quererte, si acá reposan
para siempre mis padres y mis abuelos, cumpliendo con el principio bíblico de
“polvo eres y al polvo volverás”.
Alguien
alguna vez deberá explicarme, más allá de las respuestas basadas en la
“ignorancia” o la “inexperiencia” que recibí varias veces, el porqué de este
evidente y flagrante acto discriminatorio. Y acá, si se me permite, ni siquiera
me planteo si es que existió invitación, ya que en ese caso se debería haber
hecho público que la misma no fue aceptada. Y esto de la ignorancia o de la
inexperiencia fue también la vana explicación que recibí en ocasión de la
asunción de las nuevas autoridades en el mes de diciembre, cuando se hizo jurar
a un funcionario judío sobre los Santos Evangelios. Más allá de que ese
funcionario ya no está, y que en realidad esta administración en la parte
ejecutiva no tiene a nadie que profese esa fe, no alcanza como justificativo
para decir “no me di cuenta”.
Continuando
con la poesía que contiene la frase que usó Andrea Leanza en su discurso, creo
que Borges explica mejor que yo el sentimiento que algunos se empeñan en
adjudicarse y negar a otros. Eso, en teoría política, se llama fascismo.
“La patria,
amigos, es un acto perpetuo
como el
perpetuo mundo. (Si el Eterno
Espectador
dejara de soñarnos
un solo
instante, nos fulminaría,
blanco y
brusco relámpago, Su olvido.)
Nadie es la
patria, pero todos debemos
ser dignos
del antiguo juramento
que
prestaron aquellos caballeros
de ser lo
que ignoraban, argentinos,
de ser lo
que serían por el hecho
de haber
jurado en esa vieja casa.
Somos el
porvenir de esos varones,
la
justificación de aquellos muertos;
nuestro
deber es la gloriosa carga
que a
nuestra sombra legan esas sombras
que debemos
salvar.
Nadie es la
patria, pero todos lo somos.
Arda en mi
pecho y en el vuestro, incesante,
ese límpido
fuego misterioso”.
Cambiando de
tema, porque no lo quiero dejar pasar, y porque es importante a la hora de
resaltar las omisiones, también se incumplió gravemente la Ordenanza 296/2013 que el Honorable Concejo Deliberante
sancionó por unanimidad, impulsada por Concejales del radicalismo, que
instituye a la "Zamba Canción a Basavilbaso" como "canción
oficial de la ciudad", que debe ser cantada "en todos los actos
patrios y protocolares organizados por el Municipio de Basavilbaso como
finalización de los mismos". A alguien se le debería por lo menos llamar
la atención por ese incumplimiento.
Digo yo.
Pregunto. ¿Será que no se cantó porque en una de sus partes más fuertes dice,
enfáticamente: “criollos, judíos y gringos forjaron tu imagen, te hicieron
así”?
Dr.
Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso