jueves, 8 de agosto de 2013

Los caminos de la vida

Los caminos de la vida - Editorial del 9 de agosto de 2013 Por estos días los candidatos anduvieron en campaña, haciendo lo que tantas veces transcribimos aquí de la letra de "El Orejano": "Porque no me llenan con cuatro mentiras, los maracanases que vienen del pueblo, a elogiar divisas ya desmerecidas, y a hacernos promesas que nunca cumplieron". Ya estamos sobre las PASO, nombre elegido con la doble intención de hacer una ingeniosa sigla, pero además darle un sentido de traslación hacia las más importantes elecciones de octubre de este año, en la que se resolverá la nueva constitución (con minúsculas) del Poder Legislativo. Pero como esta Argentina que queremos tanto tiene algunos rasgos muy propios de idiosincrasia, las propuestas electorales que se hicieron (y se seguirán haciendo solapadamente hasta el mismo cierre del acto eleccionario) tienen más que ver con la función ejecutiva que con la de hacer las leyes, en una elocuente y manifiesta demostración de que acá lo único que interesa es lo que se puede tocar. Las leyes, para muchos, son cosas de existencia ideal y tan abstractas que no se le puede hablar a la "gente común" de eso, ya que "solamente les interesan las garrafas sociales, los barrios de viviendas, las netbooks, los aumentos en las asignaciones y las jubilaciones", aun cuando ni siquiera se imaginen de dónde está saliendo la plata ni cual es el costo que se está pagando por ella. Pero bueno, como los dirigentes y las agrupaciones que se presentan a estas Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias han aceptado este juego, y sus discursos prometen obras a diestra y siniestra, queremos aprovechar el editorial de hoy, escrito con un poco más de anticipación de lo que solemos hacerlo, para reclamarles algunas tangibles, para que se acuerden, el día después, de que hay muchas cosas sin hacer y desde hace mucho tiempo, tanto en lo que se ve como en lo que no se ve. Como para comenzar por algo, cuento lo que me sucedió el pasado domingo a la madrugada, cuando regresaba en mi auto desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Aclaro acá, para mejor comprensión de la problemática, y más que nada para aquellos que no me conocen, que tengo un Clío modelo 1996, o sea que en él se sienten todas las imperfecciones y dificultades que, seguramente, en una "nave" con patente M no se pueden apreciar. ¡Y mucho menos en un helicóptero! Bueno, reanudando el relato, y como decía, salí desde Buenos Aires a la una de la mañana, "manso y tranquilo", disfrutando de las ventajas que da esa hora en cuanto a la falta de tránsito y la existencia de un clima fresco, ideal para no dormirse. Todo iba bien hasta que, pasando el puente sobre el Gualeyán, en la Ruta 14, tomé conciencia de que debía realizar esa maniobra inédita y peligrosísima que consiste en doblar por sobre la ruta 20, para poder tomar el puente que nos permite acceder al tramo que nos lleva (o nos trae, para ser más precisos) hasta Basavilbaso. Ahí, señores, empieza un verdadero calvario, que, como dijimos, tiene su punto de inicio en ese giro totalmente inesperado para cualquier desprevenido que ande circulando por allí, y que a nosotros casi nos hizo colisionar con un Fiat Palio que, evidentemente, no era de la zona y cuyo conductor no entendía nada, parado en el medio de la ruta sin atinar a resolver la situación y, por lo que supimos después, mirando desesperadamente el GPS para que le explicara con qué engendro se había encontrado. Superada esa instancia, ya un poco más tranquilos, cruzamos el puente casi con la convicción de ir sobre una cuerda pendiente en el aire, cuál acróbata de circo. Es que las rajaduras que tiene en ese lugar el pavimento, o más precisamente el hormigón, son tan pronunciadas que aunque las hayan tapado con un poco de revoque, el auto las "copia" y hace sentir a uno que en cualquier momento se desmorona arrastrándolo con él al abismo. Por supuesto que la cosa no termina allí, aunque ya con eso sería suficiente para ameritar la intervención de los gobernantes de turno y la propuesta de soluciones de parte de todos los genios que se postulan para ocupar una banca en el Senado o en la Cámara de Diputados para desde allí generar los cambios que la Argentina necesita, pero que ellos mismos tampoco han podido lograr en los años que llevan en la política y en el acaparamiento de cuanto cargo con posibilidades de acceso salga a la disputa. Decíamos, entonces, que nada más llegar a la llamada "capilla de Veronessi", a pocos metros de la bajada del dichoso puente, y dónde está todavía como mudo testigo de la última tragedia el colectivo de Flecha Bus contra el que colisionó el automóvil de la familia Brotzman el pasado 17 de julio a eso de las 19 hs., nos sentimos trasportados a la situación a la que debió enfrentarse unos días antes esa gente que murió inútilmente. El asfalto está destruido, las marcaciones horizontales brillan (¡ja!) por su ausencia, y aunque hay edificaciones como la citada capilla y una comisaría, las luces no existen. Seguimos, aún en esas condiciones, sin saber dónde comenzaba y dónde terminaba el ancho de la ruta, ni si íbamos por el medio o por el borde del camino. Seguramente nos salvó el hecho de que no andaba nadie, porque otro Flecha nos hubiera conducido al mismo e inexorable destino. La cosa continuó así, con breves intervalos de una doble línea amarilla pintada a pincel y corrida en varios lugares, hasta llegar a Urdinarrain. Allí el padecimiento se agudiza porque si era posible que el pavimento estuviera en peores condiciones, el milagro se ha producido. En ese tramo la ruta se reduce a una sucesión de pozos, de distintos tamaños y profundidades, pero todos considerables, interrumpidos brevemente (muy brevemente) por pequeños trozos de asfalto sano. Por supuesto que tampoco hay señalización, ni siquiera en las curvas, con lo que uno debe confiar en que desde hace más de cuarenta años circula por ese trazado, y casi que ya lo adivina. Pero lo que no puede prever es el comportamiento de un supuesto y posible conductor que venga de frente. Ya en las proximidades de Gilbert, se agrega el oscuro panorama que rodea al paso a nivel, sin carteles reflectantes ni, por supuesto, balizas. ¡Eso sería mucho pedir! Uno se da cuenta de que está pasando sobre el mismo en el momento en que se le rompe un amortiguador por las irregularidades existentes entre los rieles y el piso. Nuestro viaje continúa, ya intentando atisbar las luces de Basavilbaso, mi pueblo, principalmente porque ante tanto riesgo se acentúa el sentimiento que nos hace decir "¡qué lindo es volver!". Pero todavía no llegamos, no se crea. Nos falta sortear los obstáculos que algún ingenioso puso en un último intento de impedirnos la llegada. Parece esos juegos de mesa a los que jugábamos en nuestra infancia, cuando no existían la Play, las redes sociales ni los juegos para la compu. En ellos, al tirar los dados, era frecuente encontrarse con una indicación que nos volvía al punto de comienzo, nos hacía retroceder lugares, o sufrir alguna especie de prenda. Seguramente el que ideó esos dos obstáculos a que vamos a hacer referencia, o sea a los del cruce de las rutas 39 y 20 y el acceso a Termas, lo hizo con ese propósito y con esa inspiración. Las dársenas o punteras colocadas fuera de toda lógica lineal son una invitación al choque o al vuelco, todo ello propiciado por la oscuridad a que nos han sumido, casi en tono de burla, al haber colocado las "jirafas" pero sin dotarlas de focos, de cables conductores, o, quizás, de un simple interruptor. Como nadie se ha dignado nunca a explicar lo que pasa, subsiste nuestra duda, y de ahí estas elucubraciones que podrán parecer irónicas pero que de ninguna manera lo son. Finalizaba nuestro viaje, pero no los sobresaltos. Ingresar por la rotonda de Basso a nuestro pomposo Acceso Oeste da vergüenza ajena. Ahí sí que los pozos son de colección y compiten por el Guinness. "Los caminos de la vida, no son lo que yo pensaba, no son lo que yo creía, no son lo que imaginaba. Los caminos de la vida, son muy difícil de andarlos, difícil de caminarlos, y no encuentro la salida". Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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