jueves, 24 de enero de 2013

Enero 13

Enero 13 - Editorial del 25 de enero de 2013 Septiembre 88 es una canción de Cacho Castaña que para este editorialista tiene un valor emocional muy especial, más allá del contenido de su letra. Es que el Coro Municipal “Magnificat” hizo una impecable versión a comienzos de la década de los ’90, con el recitado de Néstor Colli. La temática todavía sigue vigente, pese al paso de los años, aunque reciclado por los distintos dramas por los que ha pasado la Argentina de ese tiempo a esta parte. Es por eso que se me ocurrió parafrasear el título de hoy, y usar una de sus estrofas como inicio de la página. “Se muere de pena por tanta mentira, de tanta promesa por nadie cumplida…” Hace pocos días el Ministro del Interior, Florencio Randazzo, entrevistado por el diario hiper oficialista “Tiempo Argentino”, respondía a la periodista Ana Laura Pérez Cotten, quién le comentó que “después de décadas de viajar mal en los trenes, la gente espera que se produzcan cambios urgentes”, e, “inocentemente” le preguntó: “¿Cuándo cree que se notarán?”. El ministro, que ya venía en los últimos días sacando pecho por la compra de vagones a China para “renovar” las líneas Sarmiento y Mitre, respondió largo y entusiasta: “En los próximos 60 días, con seguridad. Estamos terminando la obra de vías en el Sarmiento. De Moreno a Once vamos a tener vías totalmente nuevas. Estamos mejorando el 50% de las formaciones y, durante el año, vamos a continuar con el resto. Eso se va a complementar con la compra de los nuevos coches que van a duplicar la capacidad de transporte. Además, estamos interviniendo y poniendo en valor las estaciones. Vamos a instalar ¡carteles digitales de 42 pulgadas! que van a permitir saber cuándo va a llegar el tren. Pusimos a la Gendarmería en el Sarmiento y en el Mitre. Además vamos a hacer 61 bajos a nivel en un año que van a permitir aumentar las frecuencias y van a ayudar a disminuir los accidentes. Puedo asegurar que cuando todo eso esté funcionando se va a notar una verdadera revolución en el transporte”. A esta altura de la página debo decir que cuando una mentira es popular, como lo son todos los fabulosos cuentos de milagros, es imposible dejarla atrás una vez que se le dio vida. Por muy a menudo y autorizadamente que se la desmienta, habrá quienes sigan repitiéndola, ya sea porque se la creen o porque les conviene hacer creer que se la creen. Y en algún momento la mentira se muere de muerte natural, porque de a poco nadie más cree en ella. Lo que pasa es que ese “en algún momento” puede durar siglos. Yo, que nací casi literalmente “a la vera del ferrocarril”, puedo decir que la mentira del tren lleva por lo menos cincuenta años, y sigue siendo todavía un “caballito de batalla” para muchos. Días pasados, algunos medios se preocuparon por mostrar las pésimas condiciones en que se encontraba el que dieron en llamar el “tren de Scioli”. Para los desprevenidos, que siempre los hay, bueno es recordar que Scioli no es de la “opo” (salvo que se atreva a disputarle la candidatura presidencial a Cristina). Ese tren, destinado a llevar a los pobres a Mar del Plata (y conste que no lo digo en absoluto en sentido peyorativo, sino que está pensado para eso, porque a ningún funcionario se le ocurriría subirse a él) es ni más ni menos que el mismo tren que hace cuarenta años yo tomaba para viajar a Buenos Aires a comenzar mis estudios de derecho. Tampoco se podía entrar a los baños, no cerraban las ventanillas, estaban sucios, demoraban sin explicaciones, no se conseguían pasajes y después resultaba que iba vacío, etc., etc. Si para eso los privatizó el peronismo en la década del ’90, entonces de verdad no se entiende nada. Porque hablando de mentiras TODOS los que ahora son kirchneristas (incluidos, por supuesto, los Kirchner) y muchos de los que no lo son también, como algunos sectores que se autotitulan “disidentes”, eran furiosamente menemistas en esos años. Mi archivo particular, y el de Crónica, no guardan sino palabras de elogio, o a lo sumo silencios cómplices, de los que ahora abjuran de esa década tildándola de neoliberal. Por supuesto que yo no voy a olvidar nunca la actitud pasiva que tuvo el peronismo local cuando Menem decidió cerrar los ramales y dejar a Basavilbaso sin su actividad medular, o sea la que le dio la vida, porque nosotros “nacimos a la vera del ferrocarril”. Y no solamente no hicieron nada sino que volvieron a votar el mismo proyecto en 1995, cuando la reelección, y lo hubiesen votado en 1999 si se daba la “re re”, así como lo votaron en 2003 para que le ganara a Néstor Kirchner, como le ganó. Porque los kirchneristas de paladar negro, que ahora ante cualquier intento de pedido de explicaciones saltan con que ganaron por el 54%, como si eso fuera razón suficiente como para instaurar una autocracia (sistema de gobierno cuya autoridad recae sobre una sola persona sin ningún límite), no reconocen que Menem ganó en 1989 por el 47% y en 1995, después de haber privatizado todo lo que se le cruzaba por el camino, y de haber vendido las “joyas de la abuela”, por el 49,94%.¡Y ni hablar si a esto le sumamos, solamente para dar una muestra gratis del nivel de obsecuencia y de alcahuetería que había por aquellos días, y que ahora parece haberse convertido en un altísimo grado de Alzheimer que les impide recordar lo que otrora fueron o dijeron, que el por entonces gobernador de Santa Cruz, ahora apodado “Él”, hablaba del riojano como del “mejor presidente de la historia”! Esa revolución que pregona Randazzo pareciera que va medio lenta, porque “El Gran Capitán” hace rato que no corre más; el tren a Mar del Plata, como ya dijimos, es un calvario; el tren que unía Concordia- Salto, y que ameritó tanta publicidad mentirosa, tampoco corre más (en verdad nunca corrió); los talleres de Tafí Viejo los “re re re” inauguraron varias veces y están cerrados; en el Sarmiento pusieron tres o cuatro coches de doble piso (pagados a precio de oro) y corren cuando pueden, y el accidente de Once fue culpa de otros, no de la corrupción en la que están envueltos. Porque ahora Schiavi y Jaime parece que fueran marcianos. Sí, el mismo Jaime que compró vagones que no sirven ni para chatarra, gastando plata del estado sin rendir cuentas de esa compra, ni en ese momento, ni nunca. Porque si, como dice Randazzo, fuera tan fácil como para arreglarlo todo en 60 días, ¿por qué no lo hicieron desde 2003 hasta acá? En diez años de régimen kirchnerista no se cumplió ningún plan para los ferrocarriles, y solo se hicieron retoques en algunos tramos del Gran Buenos Aires. A más de 50 kmts. de la Capital el ferrocarril ha virtualmente desaparecido (nosotros lo sabemos muy bien) y solo quedan unos pocos ramales, usados para cargas, en pésimas condiciones, lo que hace que prácticamente ningún tren pueda circular a más de 30 Km/hora. Los trenes de “larga distancia” son unas “catraminas residuales” que demoran más tiempo que una diligencia del siglo XIX, o se quedan varados en el trayecto, y solo los que miran para otro lado (porque son o porque se hacen), pueden desconocer que eso es resultado de la “obra” combinada del “desguace ferroviario”, concretada por la dupla Menem-Kirchner en 20 años del más grosero remate y saqueo de la Argentina que se recuerde. Mire Randazzo. Desde este pequeño pueblo que alguna vez fue ferroviario, y para que no siga hablando al cuete, le digo que la revolución es otra cosa. Y, de todas maneras, no creo que haga falta llegar a tanto. Con volver a la democracia, que es una estructura de poder construida de abajo hacia arriba, y dejar de lado la autocracia, Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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