jueves, 9 de agosto de 2012

La ciudad sin ley

La ciudad sin ley - Editorial del 10 de agosto de 2012 El título de hoy lo tomé prestado de una película norteamericana representativa de lo que ahora se denomina "cine de culto", filmada en el año 1955. La historia, ya que estamos, tiene que ver con que, después de veinte años siendo sheriff y manteniendo la ley y el orden en su ciudad, Frank Pateh ve cómo los caciques de la zona quieren destituirle y poner en su lugar a un sheriff más "manejable". En realidad el título de la película, en inglés, es "A lawless street", que literalmente sería "una calle sin ley", pero las exigencias de promoción, seguramente, hicieron que en nuestro país se le ampliara un poco el concepto, lo que también me permitirá a mí extenderlo todavía un poco más. Por supuesto que esto viene a constituir una implícita segunda parte del editorial de la pasada semana, en el que analizaba y ubicaba en el "banquillo de los acusados" (valga la expresión) a la decisión del gobierno nacional, puesta en práctica a través del Servicio Penitenciario Federal, de permitir la salida de ciertos y determinados presos, algunos muy notorios, contraviniendo flagrantemente la normativa vigente, y demostrando, como lo están haciendo con otras cosas, que tienen muy dispuestas ciertas partes del cuerpo para pasarse lo que la gente opina de sus acciones. Si bien es cierto que durante esta semana ha habido versiones respecto a que, como resultado de la repercusión pública de estos ¿¡actos culturales!? a los que tenían el honor, el placer y el gusto de acceder algunos notorios y recientes homicidas y violadores, sería puesto "en disponibilidad" Víctor Hortel, el responsable del citado Servicio, ello no me garantiza ni la discontinuidad de ese proyecto (porque si a ellos les sirve, lo seguirán haciendo), ni tampoco que Hortel quede "fuera de circulación", ya que su ubicación dentro de la estructura del kirchnerismo, sea a través de "La Cámpora" o de ese engendro impresentable que denominaron "Vatayón Militante" (¡hasta nos da vergüenza escribirlo así, pero qué le vamos a hacer si le pusieron ese nombre!) nos asegura que tendremos su nefasta influencia al lado de Cristina para siempre, haciendo que la sociedad se convierta en una cárcel abierta, a cambio de favores musicales y vaya a saber de qué otro tipo. Estos temas son estudiados por la Sociología y por la Epistemología, también llamada Filosofía de la Ciencia o Filosofía del Conocimiento, y es por eso que, ya que formaron parte de mi trayecto universitario, me voy a permitir hacer una aproximación a las razones por las cuales entiendo que esa medida, más allá de su éxito mensurado en índices de reincidencia, es sumamente desaconsejable. Y lo hago aún sabiendo que habrá a esta altura del recorrido conceptual quien quiera llamarme para decirme que estoy "gastando pólvora en chimangos", pero de todas maneras como confío en la inteligencia del lector, me voy a meter en honduras (con minúscula). Esta gente, más preocupada en la re reelección (sinónimo de perpetuación en el poder y de inimputabilidad de la criminalidad de sus negociados) que en la legalidad, ha "olvidado" que la criminalidad es un hecho social, no puramente biológico. Tampoco se la puede explicar en términos puramente psicológicos, ya que, en una sociedad bien constituida, el hogar y la escuela deben enseñan a controlar esos impulsos antisociales. Mis alumnos recordarán que, cuando hablo de delincuencia, descarto pero igual se las enseño, esa teoría de fines del siglo XIX, propuesta por los criminalistas italianos Césare Lombroso y Enrico Ferri, que hablaba del "criminal nato". Ambos pretendían hacernos creer que un examen facial o una disección cerebral permitirían diagnosticar la personalidad criminal. Naturalmente esa hipótesis es falsa y está desde hace tiempo totalmente desacreditada. Pero tampoco sirven para explicar la delincuencia las razones míticas, a las que muchos son afectos a recurrir, y que tienen que ver con aducir maldiciones divinas, complejos como el de Edipo o similares, que terminan siendo puras fantasías que no ayudan a prevenir los delitos. Para hacer algo en la batalla contra la incidencia y la reincidencia criminal, o sea para disminuir la delictuosidad y rehabilitar al delincuente, hay que empezar por averiguar las causas y las maneras de manipularlas. Solo así se podrán disminuir apreciablemente sus efectos. Pero, por supuesto, entre esas correctas maneras de encarar el problema no se encuentra la que hemos visto y criticado, y que consiste en tocar el bombo, bailar candombe y hacer vivas por Néstor y por Cristina. Lo que pasa, y si no lo digo esta página pierde seriedad y consistencia, es que no solamente viven del delito los delincuentes (rateros, falsificadores, contrabandistas, tratantes de blancas, terroristas y asesinos profesionales, genocidas y dictadores) sino también, aunque del otro lado, pero viven al fin de eso (en una parte debería decir "vivimos" porque me incluye) los policías, abogados, jueces, empleados de tribunales, guardiacárceles (Víctor Hortel, sin ir más lejos) y, sobre todo, los políticos, que muchas veces exageran o minimizan el peligro de la delincuencia, según eso le genere más o menos votos. Entonces, aunque no suene demasiado simpático, el volumen de la industria del delito depende no sólo de la cuantía de los hechos delictuosos, sino, y fundamentalmente, del rigor de las leyes y de que las cárceles sean usadas como establecimientos de castigo o de rehabilitación. Una forma de aclarar la cuestión es no quedarnos en lo anecdótico y recurrir, por ejemplo, a la legislación comparada. En los EEUU, cuyas películas y novelas policiales nos suelen mostrar una realidad bastante aterradora, se da la paradoja de que la población carcelaria se cuadruplicó en los últimos años, mientras que la delincuencia disminuyó notablemente. Eso es para tenerlo en cuenta. Siguiendo con el análisis de la legislación comparada, en los países escandinavos (Suecia, Finlandia, Noruega) y en Holanda, convirtieron las cárceles en escuelas en las que el delincuente aprende o perfecciona un oficio útil, de modo que no suele reincidir. Eso es importante porque creo que a nadie le quedan dudas de que la cárcel clásica es una academia de delincuentes. Nadie se convierte en homicida sólo por convivir con alguno de ellos en la misma celda, pero sí estoy seguro de que los ladrones y estafadores avezados instruyen a los noveles, e incluso planean allí operaciones para cuando los suelten. La criminología debería ser una sociotécnica con fines primordialmente preventivos y rehabilitatorios, en lugar de ser exclusivamente una técnica de control social en manos de jueces, policías y carceleros, ninguno de los cuales está capacitado para pronosticar y menos corregir eficazmente la conducta delictiva. Pero en esta encrucijada, y con mucha (demasiada) gente reclamando en las calles por justicia (AMIA es solo un caso testigo de ese reclamo, pero hay muchos más, anónimos e individuales, como la desesperación de los padres de Wanda Taddei), tengo muy en claro que es una burla escucharlo a Hortel, vestido en riguroso traje de superhéroe (el Hombre Araña) decir: "Esto (el Festival) permite a las personas que están privadas de la libertad, expresarse, estar alegres, estar contentos, porque eso, en definitiva, baja la conflictividad y el nivel de violencia". Mientras tanto, Cristina Fernández aseguró que "tiene razón" su hijo, Máximo Kirchner, cuando dice que "la bala que mató a Mariano Ferreyra rozó también el corazón de su papá". Pongámonos de acuerdo, Señora, porque Cristian Favale, el principal sospechoso de haber matado al militante del Partido Obrero, fue autorizado a salir de prisión en mayo pasado para participar de "actividades culturales" organizadas por el Vatayón Militante. ¡Una vergüenza! Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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