miércoles, 27 de mayo de 2009

Sin (¿espacio?) vergüenzas
Editorial del 15 de mayo de 2009
Desde un tiempo a esta parte, más o menos tiempo según la perspectiva desde la que uno se ubique, para el ex presidente Néstor Kirchner solo existen dos grupos de argentinos: los salvadores de la patria, conducidos magistralmente por él mismo, y los enemigos de la patria, poco menos que "hijos del diablo".
Así, por ejemplo, las alianzas o acuerdos políticos de la oposición tienen como único objetivo trabar las leyes que "Cristina necesita para que no vuelva el pasado". El Frente para la Victoria, entre tanto, es un sanísimo acuerdo que tiene como objetivo construir una Argentina luminosa, donde todos los diputados levanten la mano cuando el Poder Ejecutivo se lo requiera, sin importarles la posibilidad de que Dios y la Patria se lo demanden.
Expresar las disidencias es la actividad más peligrosa de la actualidad política. Decirle que no al marido presidencial es casi un suicidio (política y literalmente hablando).
Creemos nosotros que debe haber algunos culpables, por acción o por omisión, de que esto sea así. Por lo pronto se le debería decir que aclare por qué no existe (o no se muestra) ninguna boleta de depósito o comprobante que demuestre el recorrido financiero de los fondos de las regalías de Santa Cruz. Y como no lo hizo nunca, nunca lo hará, salvo obligado por una justicia que por ahora le es adicta y no ha citado a declarar a ninguno de sus funcionarios, pese a que Jaime, por ejemplo, tiene 27 denuncias por corrupción.
Pero no, acá la cosa pasa porque Kirchner se "ofende" ante las opiniones diferentes (y después aparecen otros más papistas que el Papa que pasan a la acción, damos fe), en lugar de enriquecerse con la diversidad (que para otras cosas es defendida a ultranza). Y así circulan peligrosamente cerca de aquél erróneo criterio de "al enemigo ni justicia".
La Historia nos demuestra, a quienes estamos dispuestos a recurrir a ella para evitar caer en los mismos errores del pasado, que nunca es sano enviar desde la cúspide del poder el mensaje arbitrario de quien se siente dueño absoluto de la verdad, creando una evitable dicotomía entre patriotas y traidores.
Nosotros creemos que ese afán de conseguir mantener la mayoría en la Cámara de Diputados tiene que ver, más que con lo inmediato de que le voten las leyes al PE, con la ambición de perpetuarse en el poder que tienen los Kirchner, en un propósito oculto hasta ahora de imitar a Chávez en las cosas que les falta imitar. Digamos que este tema de los liderazgos fuertes, las reelecciones sin término, la concepción patrimonialista (y matrimonialista) del poder no le son ajenos al peronismo. He aquí donde se asienta ese ejercicio de la autoridad presidencial, mucho más atento a la dimensión popular de la democracia que a las salvaguardas institucionales que frenan las ambiciones de los gobernantes.
Lo que está sucediendo ahora, sin que muchos le presten la debida atención, es que con una increíble desaprensión por la dignidad de nuestro país y usando argumentos de un infantilismo jurídico que aterra, algunas personas pretenden justificar lo injustificable. Y hasta llegan a decir que quienes se oponen a este tema de las tristemente actuales "candidaturas testimoniales" no son democráticos o le tienen miedo a la democracia.
Es tal la confusión que pretenden crear que insisten con que aceptemos que hay democracia en un país solo porque la gente vota periódicamente. Con ese criterio, regímenes como el de Stalin (para no nombrar otros más cercanos y herir susceptibilidades) serían democráticos, y ni hablar de Adolf Hitler, que iniciaba su carrera dictatorial consiguiendo desde el poder el voto de 18 millones de electores.
Hay que decir, sin perder tiempo, que el desprecio y la manipulación de la constitución convierte a los hasta entonces ciudadanos en súbditos, y a su presidente (el o la) en amo. Esto ocurre invariablemente cuando se termina confundiendo el concepto de democracia reduciéndola al recuento numérico de votos.
Si tenemos en cuenta que la democracia nació en Grecia, no podemos dejar de mencionar que allí no había elecciones generales y prácticamente no se votaba. La mayoría de las veces se llegaba a un acuerdo por la convicción de TODOS en la conveniencia de cada medida. Por eso el debate era el fundamento principal del principio del gobierno popular. Y el debate para razonar, argumentar, discutir honestamente entre todos con respeto mutuo y sin atropellar a nadie, algo que entre nosotros está desapareciendo.
Para abundar en argumentos que hasta ahora eran indiscutibles y que son parte de nuestra formación, es interesante saber que Aristóteles justifica que unos gobiernen sobre los otros no por las usuales razones de mayor inteligencia, mayor virtud, mayor riqueza o por ser la mayoría numérica. Él llega a la conclusión de que lo único que justifica que unos gobiernen sobre otros es la apertura de las posibilidades de acceso a los cargos públicos a la mayor cantidad de ciudadanos capaces, y principalmente la circulación de éstos facilitada por la alternancia permanente en los cargos y los breves períodos de éstos. Es más, sin dudarlo afirmaba que cuando nos apartamos de la alternancia en los cargos, el régimen político pasa a ser despótico. Esta experiencia nuestra de ahora parece estar dándole la razón, más allá de que nos gustaría conocer algo más de su vida, para saber, por ejemplo, si alguna vez no le apareció una pintada en el frente de su casa, del tipo "123 griego", por decir eso.
La verdad, lo que nos preocupa ahora es que hay abundantes ejemplos de que cuando se pretende recurrir a las supuestas razones de presión de la mayoría para tratar de modificar las leyes o sus interpretaciones, proliferan como hongos los demagogos y los adulones.
Tengamos en cuenta que esta advertencia de Aristóteles (cuya obra se puede leer, a diferencia de Sócrates, que no dejó nada escrito, pese a que Menem decía que había leído su obra) fue hecha hace 2300 años. Así nos va a ir si no la tenemos en cuenta.
Nos llama poderosamente la atención que ciertos juristas de alta estima, siempre dispuestos a inundar con sus verborrágicas explicaciones hasta lo que a veces luce como inexplicable, no hayan aparecido todavía para decirnos, desasnándonos, cómo es posible que quienes tienen prohibido presentarse como candidatos, lo hagan igual. O cómo puede ser que algunos tengan domicilio en dos provincias al mismo tiempo. Y ni que hablar de la posición de los que reconocen que no van a asumir su cargo ¿Dónde están ellos ahora, como dice una canción que cantaba Nacha Guevara en los 70'? Sí, la misma Nacha "revolucionaria" que ahora se está comiendo el plato de lentejas.
Seguramente nos estamos olvidando de otras cuestiones, no menos importantes. Por ejemplo, quién nos garantiza que estos "candidatos testimoniales" no van a acceder luego a suculentas jubilaciones de privilegio alegando haber sido electos para esos cargos? Y quién nos asegura que para vanagloriarse (nunca mejor utilizado el término), no usarán el título de MC (mandato cumplido), aunque en realidad nunca lo hayan ni siquiera asumido?
La única manera de que la democracia que vivimos no sea solo presente, sino que recuerde el pasado y haga para el futuro, es que actuemos con responsabilidad legislativa, sin difundir versiones apocalípticas relacionadas con la pérdida de las mayorías. ¿No será hora, pensamos, de que dejemos de ocuparnos de las ofertas mientras las demandas siguen en suspenso y a la espera de no sabemos qué? A ver si nos podemos entender. La democracia en la Argentina, tras casi ciento sesenta años de la vigencia de la Constitución, aún se debate entre quedar estancada en una especie de oligarquía plesbiscitaria o profundizar una concepción de democracia que se renueve permanentemente a través de la deliberación pública de sus temas más importantes, siguiendo unas reglas básicas de respeto mutuo y de cooperación argumentativa entre ciudadanos libres e iguales.
Y ya que estamos convencidos de que la educación es la única salida, vayamos al final con una frase de Paulo Freire:
"Nadie es, si se prohíbe que otros sean".
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

No hay comentarios:

Publicar un comentario