jueves, 15 de mayo de 2014

Agio y especulación

Agio y especulación – Editorial del 16 de mayo de 2014 El 15 de abril de 1953 el día comenzó con una gran redada policial. Centenares de almaceneros de barrio, a los que se culpaba por la inflación, y decenas de políticos opositores, a los que se acusaba de "propalar versiones alarmistas", se fueron amontonando en los pequeños calabozos de las comisarías. Aquella mañana, la Policía Federal no daba abasto. Los furgones celulares iban y venían cargados de "vendepatrias", en una ardua tarea que debía culminar con la vigilancia del nuevo acto de la CGT en adhesión al presidente. Perón acababa de lanzar una campaña "contra el agio y la especulación" y suponía que con la detención de "agiotistas" y de "contreras" podría revertir los efectos inflacionarios de su errática política económica. Llevaba siete años en el poder en medio de un clima político cada vez más pesado. La violencia se aplicaba de manera sórdida, detectada sólo a través de rumores, porque no existía libertad de prensa. Pero se sabía que quien hablara mal del presidente o actuara contra el gobierno, tendría problemas. Las bombas y los tiroteos contra los opositores ya acumulaban un saldo de diez muertos. Ahora, en 2014, o sea sesenta y un años después, el oficialismo dio el martes el primer paso para trasladar al Congreso la batalla por el control de los precios. Es uno de los pedidos que la Presidenta hizo en la Asamblea Legislativa, el 1º de marzo, y uno de los ejes en los que trabajará la bancada del Frente para la Victoria en lo que resta del año. En la Comisión de Comercio empezaron a tratarse dos proyectos de diputados kirchneristas que apuntan a endurecer y agilizar los mecanismos del Estado para sancionar conductas comerciales que violen las leyes vigentes. Uno de los proyectos lo presentó Juan Cabandié, dirigente de La Cámpora. La iniciativa propone facultar a la Secretaría de Comercio para clausurar "provisionalmente", de manera inmediata y hasta por 48 horas, a los que infrinjan la Ley de Lealtad Comercial. La segunda iniciativa es de Héctor Recalde. Propone modificar las leyes de lealtad comercial, de abastecimiento y de defensa del consumidor. ¡Caramba, qué coincidencia! "El objetivo es que sea cumplido el espíritu de las leyes, que es cuidar la estabilidad, la razonabilidad y la previsibilidad de los precios, dándoles plena efectividad a las penalidades consagradas en las normas", dijo el diputado. Para llevar adelante esta propuesta, se prevé reducir los plazos de los procedimientos sancionatorios, se eleva de un millón a 10 millones de pesos la multa máxima de la ley de abastecimiento y se prevé su actualización mediante la aplicación de la fórmula de la movilidad jubilatoria. Además, la parte que recurre a la Justicia deberá acreditar el pago previo de la multa. La publicación de precios de referencia, la aplicación de multas a petroleras por desabastecimiento, el envío de inspectores a comercios y mercados concentradores, la facultad de decomisar y clausurar empresas, son algunos de los hechos que remiten a lo que sucedió cuando se aplicaban políticas similares a las de hoy y que poco lograron en la lucha contra la inflación en el pasado. Como dijimos más arriba, ya pasamos por épocas en las que se clausuraban negocios y se detenía hasta a pequeños comerciantes por subir precios. Se los multaba con montos impagables, se les cerraba los locales y hasta se los inhabilitaba por seis años. En aquel momento, el país sufría serios problemas económicos, entre los que comenzaba a registrarse con más fuerza la inflación. Entre 1945 y 1954, los precios aumentaron más de 500%. Sólo entre 1949 y 1950 llegaron casi a duplicarse. Y en un recordado discurso, Perón pidió “trabajar conscientemente para derribar las causas de inquietud creada a raíz de la especulación, de la explotación del agio por los malos comerciantes. El comerciante que quiere robar dice que lo que corresponde es dejar los precios libres. Lo que nos interesa a nosotros es que no se salgan con la suya, pero hemos de ir individualizando a cada uno. Vamos a tener que volver a la época de andar con el alambre de fardo en el bolsillo. (...) Está demostrado que se trata de una guerra psicológica, con agentes en lo interno. Hay que buscarlos, y donde se los encuentre, colgarlos de un árbol”. Paralelamente, y sin ponerse colorado, el Ministro de Economía, Axel Kicillof, afirmó el miércoles por la tarde que "se nota una desaceleración en los precios con respecto a los meses anteriores" y destacó que "en el rubro de frutas y verduras se verificó una baja de precios". Todos sabemos que la inflación es producto de la emisión para cubrir los desfasajes del presupuesto, producidos por el manoteo de dinero para pagar política. Las medidas propuestas podrían servir para reducir algo los efectos de esos manejos discrecionales, pero los números responden a la matemática y no a la política, y el empresario no puede trabajar a pérdida, porque simplemente se funde y cierra. De manera que estas medidas voluntaristas y amenazantes solo traerán finalmente consecuencias negativas. Y, en realidad, estos chicos de la política del siglo XXI, quieren solucionar los problemas con medidas fascistas tomadas a mediados del siglo XX. ¿Se entiende? ¿Por qué no ponen más énfasis en controlar la emisión monetaria, en evitar los gastos superfluos, en abaratar el crédito, bajar el IVA, dejar de robarle al ANSES, y hacer de la obra pública una meta no para robar sino para dar calidad de vida? ¡Cuán mal están las cosas para necesitar tanto control para algo tan cotidiano y doméstico! Se supone que estas cuestiones se deben dar naturalmente en una país sí "sin inflación, sin inseguridad, sin indigencia..." ¿Desaceleración de precios? En realidad, desaceleración de la economía, recesión, pérdida de empleo... eso es lo que hay. Si no tenés trabajo no podes gastar, no podes comprar ni lo mínimo imprescindible. Todo se frena. Todo. Lo que ha desacelerado, y que Kicillof parece eludir o hacerse el tonto, es la economía en general. Por supuesto que al desacelerar la economía, porque estamos en recesión, los precios dejan de subir tan rápido, o a veces dejan de subir, directamente, porque no hay quien tenga plata para comprar cosas. Nos siguen tomando el pelo. Lo que en verdad sucedió es que este famoso “modelo” consistió en tomar una parte importante del aumento del precio de los productos que Argentina exportaba, que se multiplicó por cinco en doce años por un alza de los precios internacionales, y lo redistribuyó hacia abajo mediante subsidios de tarifas, energía y seguros de desempleo. Eso es válido por un tiempo, mientras se genera empleo genuino, pero no se puede sostener para siempre porque los precios internacionales no seguirán subiendo eternamente. Lamentablemente eso es lo único que hizo este gobierno. Actuó sobre los efectos, pero no sobre las causas. No digo que no solucionó las causas; digo que no actuó, no hizo nada, agravando el problema cien veces. Argentina tiene una economía básica, extractiva, agrícola y minera. La más primitiva. No hay creación de riqueza genuina. El dinero ya se acabó y el próximo paso es el endeudamiento, si no colapsa el modelo. Germán Sopeña, periodista argentino prematuramente desaparecido, escribió alguna vez: “Los argentinos no perdemos la oportunidad de perder la oportunidad”. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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