jueves, 13 de octubre de 2011

Blanco sobre negro

Blanco sobre negro - Editorial del 14 de octubre de 2011
Muchas veces dudo al decidir el tema del editorial. Y casi siempre la duda tiene que ver con la reiteración de la materia, sobre todo cuando se refiere a cuestiones de índole religiosa.
El lector conoce mi condición de judío practicante y militante, y es por eso que en ocasiones me parece que un semanario como Crónica debe tratar de demostrar cotidianamente que no responde a un solo sector religioso. Y lo mismo me sucede cuando el tema es político, ya que también resulta evidente mi práctica y mi militancia en el radicalismo. Y así lo hago, aunque no le escapo a la responsabilidad de involucrarme cuando debo hacerlo.
Pero bueno, más allá de mi intención, y cuando pensaba tocar solo tangencialmente esta cuestión, en medio de la satisfacción que le generó a los integrantes del Coro Magnificat, y a mí personalmente, la serie de actuaciones en la ciudad de Ituzaingó, Provincia de Corrientes, en el marco del Itu Coral 2011, necesito imperiosamente profundizar uno de los aspectos, a fin de contrastarlo con otro hecho, ocurrido casi paralelamente, y que, a pesar de que queda en evidencia por sí mismo, adquiere mayor gravedad al compararlo.
Para comenzar por lo grato, quienes hace muchos años formamos parte de la vida coral, sabemos que el hecho de cantar juntos genera, casi por definición, una actitud de solidaridad y compañerismo que excede cualquier tipo de antinomias. Muchas veces he destacado acá, a falta de que otro lo hiciera, la memorable experiencia que significó para quienes integrábamos el Magníficat en el año 1997, entre ellos dos monjas del Instituto Cristo Rey, participar activamente del Día del Perdón en la Sinagoga local, acompañando al oficiante en el canto del Kol Nidre, una de las piezas litúrgicas más caras al sentimiento del pueblo judío y dando marco al resto de la ceremonia con canciones especialmente preparadas para la ocasión, y muchas de ellas en hebreo. Para los que no son "de acá" debo decir que entre las veinticinco personas que en ese momento lo conformaban, el único judío era yo, lo cual ya de por sí resulta significativo.
Paralelamente a eso, y como contrapartida, el mismo coro, con los mismos integrantes, y sin que aquello ni ésto significara para ninguno de ellos una mengua de sus ideales religiosos (diría yo que al contrario), participó de ceremonias católicas y cristianas, ya que su repertorio, por ser una característica propia de los fundamentos del canto coral, siempre tiene obras que encajan a la perfección en la liturgia.
Y fue en ese mismo sentido que el pasado domingo, cada uno de los ocho coros participantes, entre ellos 4 coros paraguayos, cantara en distintas iglesias de la ciudad de Ituzaingó, como cierre de los tres días de actividad artística, y como una manera de devolver a la comunidad el afecto expresado en las salas de actuación. Por tener el Magníficat el plus que mencionaba más arriba, y luego de ponernos de acuerdo con el párroco, entrerriano él, participamos de la misa con cuatro temas: en la entrada, la comunión, la Acción de Gracias y la despedida. La emoción con que lo hicimos fue indescriptible, debiendo destacar yo en este caso que la proporción religiosa se mantiene. Y en un hecho para mí inédito, después de estar cantando desde hace más de veinte años, al terminar la interpretación del Te Deum, dentro de la misa, los fieles se pusieron de pie y aplaudieron. Muchos de ellos a lágrima viva. Como me decía Tati justo cuando estaba escribiendo esto, uno no debe esperar otro tipo de milagros o expresiones de fe. Con eso alcanza.
Terminó la misa, y con toda la gente sin moverse de sus lugares, el Coro cantó dos chamarritas, aprovechando la provincianía del cura, y luego un popurrí de canciones israelíes, obviamente cantadas en hebreo, para culminar con la Canción para el Acercamiento, con esos mismos fieles, el cura y nosotros, tomados de la mano.
Seguramente a muchos les parecerá esto ingenuo. Me hago cargo de que estamos en tiempos en los que se manejan otros valores, pero yo me quedo con éstos. Con la cara de la gente, con las lágrimas de quienes nos conocían y de quienes no, y con los mensajes que recibimos después, que hablan de una emoción que Miguel nos ayudó a traducir mientras estuvo con nosotros, y ahora que ya no está.
Pero…
A poco de regresar, y luego de tres días de "abstinencia" cibernética, lo primero que leo cuando prendo la computadora, es una noticia que me deja azorado, y más, como decía, al compararla.
Específicamente la cuestión tiene que ver con que, en una iglesia de la ciudad de Concordia, en ocasión en que una persona de religión judía (homónima de quién esto firma) acompañó a una amiga enferma a misa, se encontró con un cura que, (ahora dice que fue sacado de contexto) expresó: "los judíos son tan mentirosos que tienen el alma podrida hasta los huesos".
No importan ahora las explicaciones. Por lo menos a mi no me importan. Fui criado en un ambiente de comprensión (no de tolerancia, que no es lo mismo) hacia el otro, y así viví toda mi vida. Y aprendí que el que piensa en forma discriminatoria, no tiene perdón a la hora de pretender explicar que no quiso decir lo que dijo. Y para esto, así como Miguel me sobrevuela para conseguir sacar agua de la piedra en esta nueva versión del Magníficat, mi padre me recuerda que no hay manera de que uno diga lo que no piensa.
Ya resulta intrascendente que finalmente actúe el Inadi o que el párroco deje por un tiempo de dar misa. Tampoco hace a la cuestión que el obispo de Concordia, monseñor Luis Collazuol, señale que el presbítero le comunicó que no "estuvo en su ánimo y en sus palabras" ofender, y que la denunciante estaría "descontextualizando" lo expresado por el sacerdote.
A mí me parece patético que alguien pretenda explicar la frase "los judíos son tan mentirosos que tienen el alma podrida hasta los huesos" a partir de la falta de ánimo de ofender o de una supuesta descontextualización. ¿¡En qué otro contexto que no sea demencial se puede decir una cosa como esa!?
Solo faltó en esa pretendida justificación la tan mentada frase "tengo un amigo judío", aunque el obispo indicó su "respeto y el del sacerdote Belli a la comunidad judía de significativa presencia en nuestra región".
Y también sé, muy bien, que la discriminación igualmente puede ser inversa. No todos militan de la misma manera la relación interreligiosa. Seguramente para muchos de los míos algunos dichos y hechos aquí relatados constituirían casi una "herejía", y no faltarán casos en que se haya invertido el orden de los factores, y el sector que ahora es víctima haya sido victimario de hechos discriminatorios, aunque no con la condición de hacerlo desde una mayoría.
Y termino con Albert Einstein:
¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.
Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

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