jueves, 25 de abril de 2013

La verdad de los otros

La verdad de los otros - Editorial del 26 de abril de 2013 Justo en tiempos en que la oposición es casi inexistente, y además absolutamente inoperante, vienen a suceder hechos que este escriba no puede dejar pasar. La prensa fue calificada como el "cuarto poder", y la verdad es que no me seduce la idea de que ese avance del gobierno sobre la justicia, que es el único de los tres poderes que, por lo menos por esencia, (exceptuando a la servilleta de Corach y la obsecuencia de Oyarbide) es y debe ser independiente de la política, también me haga hacer y decir a mí lo que ellos quieren que haga y diga. Este semanario, fundado en el año 1929, y que tuvo varios directores y editores, fue "heredado" por mi padre (en una herencia "sui generis") al comprar en el año 1954 la imprenta en la que se imprimía Crónica. Y casi inmediatamente tuvo que cerrarlo por imposición de un gobierno democrático (por lo menos elegido bajo la forma democrática que supone el voto de la gente), justamente por atreverse a decir lo que pensaba. Bueno es recordar que el último golpe de estado, que diera origen al sangriento "Proceso", tuvo su causa en el desgobierno de Isabel, que incluso había apelado ya a la violencia a través de los eufemísticamente llamados "decretos de aniquilamiento", nombre con el que se conocen los cuatro decretos dictados por el Poder Ejecutivo de la República Argentina durante el año 1975, redactados por el gobierno constitucional del peronismo con el fin de (según palabras de dichos decretos) "aniquilar a los elementos subversivos". El primer decreto llevó la firma de la presidente María Estela Martínez de Perón y se originó como consecuencia del "Operativo Independencia", para "aniquilar" (no se cansaban de usar el término) la subversión en la Provincia de Tucumán. Los otros tres restantes fueron firmados por el presidente interino Ítalo Argentino Luder, y ratificados por el Congreso Nacional, tras la conmoción que generó en el país el violento y luctuoso ataque de la agrupación Montoneros contra un cuartel militar, en la Ciudad de Formosa, el domingo 5 de octubre de 1975, en el que muriera, entre otros, Saúl "Luly" Kobrinsky. A partir de esa manera de terminar con la democracia, o sea de que los militares y sus aliados civiles decidieran el destino de la República frente a una situación de desgobierno, es que se comenzó a pensar seriamente en que el momento de los cambios eran las elecciones, en las que a través del voto podíamos cambiar las ideas y también a quienes habíamos elegido para que las llevaran adelante. Tanto fue así que un dirigente opositor inteligente (que ya casi no los hay) como Ricardo Balbín dijo, a comienzos de 1976, cuando la inminencia de una irrupción del gobierno democrático era mucho más que un rumor: "aun cuando sea con muletas tenemos que llegar a las elecciones", que estaban previstas para setiembre de ese año. Desde entonces, curados por el espanto, todos repetimos (más que nada aquellos que están atornillados al poder), que hay que respetar la voluntad de las mayorías expresada en la última elección. Esa ha sido, por supuesto, la postura del kircherismo desde siempre. Sobre todo desde que obtuviera el 54% de los votos. Esto viene a cuento a raíz de que en el editorial de la pasada semana, con mi firma, como siempre, como yo creo que se debe hacer, manifesté mi opinión (cumpliendo con uno de los derechos incluidos en el art. 14 de la Constitución, y que es el de "expresar las ideas por la prensa") respecto a la decisión de Silvio Valenzuela y Fabián Flores de abandonar el Frente Entrerriano Federal, por el cual fueron electos respectivamente Presidente Municipal de Basavilbaso y Diputado Provincial, para integrarse a las filas del urribarrismo. Sé que algún funcionario se enojó mucho con el tratamiento del tema del "cambio de frente", y es por eso que decidí ahondar un poco más hoy en las razones que me llevaron a hacerlo, y aclarar, en lo que correspondiera, aquellas cuestiones acerca de las que se me han pedido explicaciones. En primer lugar quiero dejar constancia de que yo nunca puse en tela de juicio los valores personales de nadie, y mucho menos sus virtudes como ser humano. Ni tampoco cuestioné sus calidades como funcionarios. En todo caso cuando hablé de "confianza" me refería solamente a la que depositaron en ellos los que los votaron como una opción frente al urribarrismo. Tan claro es eso que, si es por las ventajas que se pueden obtener ahora, con este cambio, se podrían haber obtenido mucho más rápidamente si se votaba directamente a los candidatos del Frente para la Victoria. Usando ese criterio resulta claro que perdimos un año y medio. Y cuando me preguntaba a mí mismo qué les iba a decir a mis alumnos de Formación Ética no dije que a ellos les enseñara moral ni les diera catecismo. Nunca se me ocurriría constituirme en juez de nadie respecto a su "acciones privadas". Solamente, desde hace años, intento formar mejores ciudadanos, respetuosos de las reglas de la democracia, y fundamentalmente, de las libertades individuales y colectivas, expresadas sobre todo en el art. 14 que mencioné más arriba. Justamente por estos días estamos trabajando en el análisis de "La Memoria" de León Gieco, para que conozcan las cosas que han pasado en nuestro país y en Latinoamérica en estos últimos tiempos, pero también para que entiendan que, como dice la canción, "todo está clavado en la memoria". En el acto de lanzamiento de la campaña de Silvio Valenzuela, el 4 de junio de 2011, Cristian Peccin, candidato en ese momento a concejal en quinto lugar en esa lista, y que luego, al ganar, fuese elegido por sus colegas vicepresidente primero del cuerpo, para poco más tarde renunciar a su banca por "razones personales relacionadas con su salud", pero que fue, sin dudas, uno de los puntales de la lista y un colector importante de votos por su conducta y su personalidad, se preguntaba: "¿Cómo puede alguien apoyar este gobierno nacional tan autoritario, tan soberbio que al que piense distinto lo trata de golpista, de desestabilizador? ¿Alguien puede apoyar o estar a favor de un acto de corrupción? Porque si apoyamos al gobierno nacional y al gobierno urribarrista obviamente estamos apoyando toda la estructura de lo que es el gobierno nacional y entra todo…, o ya no nos acordamos del "Caso Skanska", las valijas de Antonini (Willson), los negocios de (Ricardo) Jaime, de los fondos de Santa Cruz, el enriquecimiento ilícito de (Julio) De Vido, de los guantes de box de (Guillermo) Moreno, de los testaferros Lázaro Báez y Cristóbal López…". Como decía yo más arriba, "todo está clavado en la memoria"… Desde ya que está disponible el espacio de Crónica para que quienes piensen distinto sobre este tema puedan expresar su postura al respecto, con la única condición de que se haga con la misma altura y principios con los que esta página se mantiene desde hace ya casi diez y seis años. Es justamente de la confrontación de ideas de donde surge el esclarecimiento. Y no desde la descalificación. John Stuart Mill, un pensador inglés de los tiempos en que los pensadores pensaban en todo, escribió en su libro titulado (esto no es casualidad, señores) "Sobre la libertad", publicado en 1859: "Si toda la humanidad, menos una persona, fuera de una misma opinión, y esta persona fuera de opinión contraria, la humanidad sería tan injusta impidiendo que hablase como ella misma lo sería si, teniendo poder bastante, impidiera que hablara la humanidad. La peculiaridad del mal que consiste en impedir la expresión de una opinión es que se comete un robo a la raza humana. Si la opinión es verdadera, se le priva de la oportunidad de cambiar el error por la verdad, y si es errónea, pierden un beneficio no menos importante: la más clara percepción y la impresión más viva de la verdad, producida por su colisión con el error". Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 18 de abril de 2013

Un cambio de frente (o “Billetera mata galán”)

Un cambio de frente (o “Billetera mata galán”) - Editorial del 19 de abril de 2013 La elección del tema de cada viernes es, valga la redundancia, “todo un tema”, porque la realidad nos supera con creces. El título de hoy vuelve a ser un juego de palabras y está referido, por supuesto, al salto que han pegado algunos integrantes del Frente Entrerriano Federal, volviendo, por ahora indirectamente, al Frente para la Victoria (lo que también se puede escribir de esta manera: volviendo al Frente, para la Victoria). ¿Lo entiende Ud., amigo lector? Pero, como decía más arriba, esa realidad que nos sorprende día a día me da la chance de comparar algunas de las noticias de la semana y enlazarlas con este “cambio” que han decidido hacer las dos figuras más importantes del “bustismo” de nuestra ciudad, Horacio Fabián Flores y Silvio Valenzuela. Ayn Rand, filósofa y escritora estadounidense de origen ruso, fallecida en la década del ’80 y ampliamente conocida por haber escrito los bestsellers “El manantial” y “La rebelión de Atlas”, y por haber desarrollado un sistema filosófico al que denominó “objetivismo”, se destacó por haber dividido la fibra social de Estados Unidos en dos clases: la de los “saqueadores” y la de los “no saqueadores”. Los “saqueadores”, para Rand, sintomáticamente, están representados por la clase política (místicos del músculo) y los cultos religiosos (místicos del espíritu) que piensan que toda actividad económica debe estar regulada y sometida a una fuerte imposición fiscal. Los “no saqueadores” son hombres emprendedores, los capitanes de empresa y los intelectuales, que piensan que la solución está justamente en todo lo contrario. Entre ellos surge un movimiento de protesta que se concreta en una huelga acompañada de sabotajes y desapariciones misteriosas de empresarios y emprendedores. Entre sus principios, Rand sostenía que el hombre debe elegir sus valores y sus acciones mediante la razón, que cada individuo tiene derecho a existir por sí mismo, sin sacrificarse por los demás ni sacrificando a otros para sí, y que nadie tiene derecho a obtener valores provenientes de otros recurriendo a la fuerza física. Su obra alienta el capitalismo salvaje y el egoísmo consagrado a los triunfadores de la vida y su desprecio por los vencidos. No es casualidad que yo haya elegido hoy para elaborar mi teoría respecto a los hechos trascendentes de estos días el pensamiento de Ayn Rand. Simplemente es que creo que así como sucedió con George Orwell y sus novelas “1984” y “Rebelión en la Granja”, también ella se adelantó al futuro, previendo lo que nos depararía el siglo XXI. Y eso que estoy escribiendo este editorial sin saber todavía el resultado de la marcha que se ha denominado “18 A”. Es que hay temas que ponen nervioso a cualquiera que tenga nervios, y que considere que es bueno que los ponga al servicio de la sociedad y de sus semejantes. Como para comenzar por algo, la reforma judicial que pretende hacer el kirchnerismo (y que si lo pretende lo va a lograr, porque tiene la mayoría que obtuvo en las últimas elecciones, pero que no sabemos si mantiene en los hechos) es un gravísimo atentado a la división de poderes. La Constitución de 1853 estuvo fundamentada en el imperio de la ley y construyó las bases del equilibrio entre los tres poderes mediante su división y sistemas de pesos y contrapesos. Bases que corren el riesgo de ser desvirtuadas mediante un proyecto que busca someter la justicia al Poder Ejecutivo Nacional, porque cuando se pone en juego la República, lo que se arriesga es la democracia. El proyecto de democratización de la justicia no solo presenta serios problemas de constitucionalidad, sino que además es un diseño político institucional que tiene como único fin dominar el Poder Judicial. Los puntos contenidos en el proyecto buscan, entre otras cosas, controlar el órgano que se encarga de la designación y la remoción de los jueces de Nación, bajo la falacia del “voto popular". El voto popular elige a los poderes políticos, pero si el voto popular también elige a la justicia, la justicia estará sometida al poder político y no podrá controlarlo, y se convertirá en otra oficina del único poder. Es increíble que a algo tan delicado como la justicia, que es cierto que funciona mal desde hace mucho tiempo, pero también es cierto que nunca intentaron arreglarla “de golpe”, ahora quieran meterle mano con una "reforma express", casualmente antes de las elecciones legislativas, mientras se congelan precios y se monta una terrible carpa para que los ignorantes crean que estamos en el cielo. Y todo eso mientras desde un programa periodístico se lanza al ruedo la trama del enriquecimiento desmedido de los “amigos del poder”, comenzando una historia que nadie puede aventurar cómo terminará. Pero un buen dato es que los medios oficialistas ni siquiera mencionan el tema, y que 6,7,8 casi no ha salido al aire por estos días. Más allá de que la estrategia es minimizar la investigación de Lanata y desacreditar testigos, el hecho de que un juez investigue por lavado de dinero al mayor proveedor de Santa Cruz, íntimamente ligado a la gestión del ex gobernador y ex presidente, es una noticia que al menos deberían mencionar. Ahora ya no se trata de Lanata. Es la Justicia y la AFIP. Tampoco podemos esperar mucho, ya que si todos los negociados de un casi “don nadie” como Jaime quedaron impunes, ¿podemos pensar que van a tocar al socio de Kirchner? Más bien que no. Pero al menos que esto sirva para que la gente reflexione antes de poner el voto en octubre. ¡Con eso tengo bastante! Tanta corrupción parece que ya no es problema ni sorpresa. ¿Qué podíamos esperar? ¿Pero quién y cómo le explica esto a mis alumnos de Formación Ética y Ciudadana? En un acto realizado en nuestra ciudad en septiembre de 2011, en plena campaña electoral por la gobernación, la diputación y la intendencia, decía Silvio Valenzuela: “a partir de diciembre, cuando nos toque gobernar, le devolveremos a la gente la confianza que hoy deposita en nosotros…defendiendo la dignidad de esta comunidad que nos alienta con su constante esperanza”. Pero un año y pico después, él y su entorno decidieron quedarse con esa confianza y usarla según su propio criterio, que es el de unirse a Urribarri para no perder las obras y el reparto. Parece ser que solamente Jorge Busti ha podido mantener su postura, insistiendo, por ejemplo, en que se respeten temas que están en la Constitución que ahora quieren reformar para poner la reelección indefinida. ”Me parece un disparate, dijo, pero que puede pasar porque acá (en Entre Ríos) el kirchnerismo ha hecho cualquier cosa, cada payasada que una más no me sorprende". Al final, por Jorge Busti y Cristina Cremer se mantiene el FEF. Es claro que ahora la sigla se corresponde con el “Frente Entrerriano Familiar”. Mal momento, eligieron, entiendo, para pasarse de vereda. Hablo de Silvio y de Fabián, por supuesto, y con todo respeto. Me parece que la gente los votó por otra cosa. En la elección respecto a dónde pararse, es bueno recordar lo que dijo alguna vez Benjamín Franklin, que además de inventar el pararrayos fue uno de los padres fundadores de la independencia de los Estados Unidos: “La Democracia es dos lobos y una oveja votando sobre qué se va a comer”. “La Libertad es la oveja, armada, impugnando el resultado”. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 11 de abril de 2013

El diluvio de Gilgamesh

El diluvio de Gilgamesh - Editorial del 12 de abril de 2013 El nombre propio del título traerá a muchos, seguramente, el recuerdo de la revista Intervalo, que contaba en historietas, entre otras, la leyenda de Gilgamesh, que pagó un precio muy caro por pretender ser inmortal. Quienes enseñamos Historia insistimos en que esa materia solamente tiene sentido si se demuestra cuáles fueron los errores del pasado, y que pasó cada vez que se repitieron. Nosotros solemos usar como ejemplo la invasión a Rusia que hizo en el siglo XIX Napoleón, con nefastos resultados, y que repitiera Hitler, ya en el siglo XX, casi al pie de la letra, para que le pasara lo mismo, o sea tener que volverse derrotado y con menos de la mitad de su ejército. El Poema de Gilgamesh fue escrito sobre tablillas, supuestamente 2.700 años antes de Cristo, y de él lo que nos interesa hoy tiene que ver con el mito del diluvio universal, devenido supuestamente por la pasión que pusieron sus protagonistas en considerarse inmortales. Si bien en estos tiempos ya hemos aprendido que nacemos y morimos, inevitablemente, hay muchos que creen en su inmortalidad parcial y específica, sobre todo en el desempeño de la función pública, sin importarles para nada los resultados, sino solamente los medios, y siempre y cuando ellos sigan siendo los actores principales de la Historia. Lógicamente que el lector ya habrá advertido, a esta altura de la página, que si hacemos referencia al diluvio es porque intentaremos desentrañar no ya las causas de las lluvias que cayeron sobre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y La Plata la pasada semana, que están supeditadas a Dios, sino las razones por las cuales se produjeron los daños todavía inconmensurables, incluyendo la inútil pérdida de vidas humanas y animales (no está mal tener un recuerdo también hacia las mascotas que perecieron). La Teoría de la Imprevisión, creación de la doctrina del derecho, habla de aquellos hechos imprevistos o de los que, pudiendo ser previstos, no hayan podido evitarse. Si bien esa referencia está dedicada a la posibilidad de no cumplir con las obligaciones cuando sobrevienen casos fortuitos (recordemos que esa teoría tuvo su auge, principalmente, en tiempos de una altísima inflación), no viene mal intentar un paralelo entre esa situación y la que pretenden hacer valer los funcionarios públicos de estas dos ciudades, y por extensión los funcionarios nacionales, a la hora de asumir responsabilidades por los hechos ocurridos. Si algo pudo haberse evitado en las trágicas inundaciones pasadas fueron las palabras desubicadas y las mentiras. Fruto de la mezquindad, o de la impunidad con que muchos creen haber sido premiados por desempeñar un cargo público, sus dichos compitieron en velocidad y daño con la crecida de las aguas. Y sobre todo, antes de que la inminencia de los hechos los sobrepasara, cuando era solamente la Capital Federal la que estaba literalmente bajo las aguas, lo que hacía a Mauricio Macri el centro de todas las críticas y un candidato seguro al patíbulo. Incluso con las primeras gotas de lluvia en la ciudad de las diagonales, cuando todavía para algunos era imprevisible que las cosas llegaran a mayores, ciertos irresponsables que siguen opinando de cualquier cosa sin que se les mueva un pelo y sin que nadie atine tampoco a cortárselos (a los pelos que no se les mueven, digo) se hicieron cargo de los micrófonos que les ponían delante de sus bocas para aprovechar y hacer un uso político de la desgracia de los demás. Resonaron los casos de Luis D'Elía (¡cuándo no!), que acusó a los “medios hegemónicos” de agrandar la situación en La Plata para proteger “al niño Macri", cuando era ya evidente que la situación era incontrolable y comenzaban a aparecer los primeros muertos que terminaron siendo finalmente más de 50 en la provincia de Buenos Aires. O peor, el tuit (se llama así la opinión que se vierte en no más de 140 caracteres en la red social Twiter) del intendente platense Pablo Bruera: "desde ayer a la noche, recorriendo los centros de evacuación", siendo que se encontraba de vacaciones en Brasil, lo que lo convertía, literalmente en un mentiroso. O mucho peor todavía, el dislate del funcionario bonaerense Gustavo Marangoni, cuando no se imaginaba que a ellos les iba a tocar lo peor, y ponía "sexo callejero en pleno Belgrano", sobre una foto que mostraba autos amontonados por la creciente. O superlativamente peor, el ataque de Julio De Vido al gobierno porteño, acusando de fallas de infraestructura, cuando él es desde hace diez años el ministro de esa área. Por supuesto que luego se tuvo que tragar sus propias palabras y no apareció nunca más, cuando debería haber reconocido que la misma falta de gestión les cupo al sciolismo y al intendente K de La Plata. ¡Parece que se tomó el tren bala! Por lo menos a D'Elía y a Marangoni la hombría les alcanzó para pedir perdón. Bruera, en cambio, se plantó en su mentira y adjudicó el "error" a su equipo de prensa. Algo así como el cuento del “Gran Bonete”. Lo cierto es que la lluvia tapó muchas cosas pero destapó las miserias de casi toda la dirigencia política argentina, que cree que su misión no es lograr el bienestar general de la población sino el suyo propio. Si bien es cierto que el citado intendente de La Plata y Mauricio Macri quedaron en evidencia porque los hechos los superaron, no deben haber sido los únicos funcionarios públicos que burlando todas las leyes que hoy limitan las posibilidades de irse de vacaciones y, más aún, de hacerlo al extranjero, aprovecharon el fin de semana súper largo para irse a Brasil, Tan seguros están de su impunidad, y tan cercanos al cielo se creen (como los Dioses del Olimpo) que incluso se justifican diciendo que están al servicio de la comunidad “todo el tiempo” y se merecen un descanso. ¿Y quién los obliga a continuar en el cargo? ¡Qué renuncien, si es que no pueden con el esfuerzo! Acá mismo, en nuestra pequeña aldea, hubo notorias ausencias en el acto del 2 de abril, último día inhábil de ese invento de seis feriados en línea. ¿Dónde habrán estado los que no estuvieron? Y ya que hablamos de “acá”, y teniendo en cuenta que la razón de la magnitud de los daños tiene que ver con las obras que no se hicieron o que se hicieron mal, debemos empezar a pedir a Dios que no nos mande ni por asomo la cantidad de milímetros que cayeron sobre la ciudad de La Plata, o por lo menos que no lo haga en el mismo tiempo en que cayeron ahí. Y debemos hacerlo porque esa será la única manera en que evitaremos que la calle Neyra y sus aledaños se conviertan en una gigantesca pileta sin bordes ni límites, como resultado de una obra de desagüe pluvial mal hecha y pagada como la mejor. Queremos dejarlo dicho y escrito porque la irresponsabilidad de quienes la gestionaron y la publicitaron para su propio provecho está asociada a la de quienes abusan de los recursos naturales y propician estos cambios climáticos que afectaron de tal manera el ecosistema haciendo llover en dos horas lo que normalmente llueve en dos meses. Queremos dejar el párrafo final para hacer referencia a las donaciones que se juntaron y se enviaron desde toda la Argentina (también desde nuestro Basavilbaso), hecho que no nos cansamos de aplaudir y de felicitar. Pero esa tarea le corresponde al Estado, que se esconde detrás de su propia ineficiencia, más que nada porque usó los fondos para otra cosa. No quiero tener razón con lo que voy a decir, pero no nos sorprendamos si, cercanos a las próximas elecciones, se empiezan a descubrir galpones llenos de la mercadería que inocentemente donamos, y que “La Cámpora”, aprovechando lo ejercitado en estos días, las reparta con sus pecheras para conseguir los votos que le faltan a Cristina para la reelección. Gracias a la libertad de expresión hoy ya es posible decir que un gobernante es un inútil sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso

jueves, 4 de abril de 2013

Los rabinos de Malvinas

El senador Miguel Ángel Pichetto, referente del Frente para la Victoria en la Cámara Alta, y como tal Presidente del bloque del kirchnerismo, durante el debate llevado a cabo en el Senado de la Nación el pasado 22 de febrero, en el marco de la "discusión" sobre el Memorándum suscripto entre nuestro país y la República Islámica de Irán, manifestó que "el atentado a la AMIA les costó la vida a argentinos de religión judía y argentinos argentinos que estaban en ese lugar". El senador Pichetto transmite así un desconocimiento básico confundiendo a la sociedad argentina, conformada, en gran parte, por la llegada de inmigrantes de diferentes colectividades, entre ellas la judía, arribada a estas tierras masivamente a partir de 1890. Sorpresivamente (o no), más allá de algunas reacciones espasmódicas de la dirigencia comunitaria judía, no hubo demasiadas repercusiones frente a este evidente acto discriminatorio. Algo similar sucedió días atrás en la localidad entrerriana de General Campos, en la que la Jefa de Rentas del Municipio, lugar en el que se venía desempeñando desde hacía treinta años, imprimió algunas boletas de la Tasa de servicios con el agregado de la sintomática frase "haga Patria, mate un judío". En este caso, y seguramente porque nuestra provincia tiene una riquísima historia regada de inmigración judía, la repercusión fue mayor, en relación directamente proporcional a la importancia que para el kircherismo tiene un perejil al lado de su referente en el Congreso Nacional. Se la separó del cargo, aun contraviniendo elementales principios constitucionales como el derecho de defensa y la presunción de inocencia, haciendo valer, por sus propios dichos, un antiguo aserto que aseguraba que "a confesión de parte, relevo de pruebas". Bueno es decir acá, aunque no sea el caso, que el uso generalizado de torturas (en todas partes) da por tierra con la idea de que el reconocimiento excluye la necesidad de un juicio. En todo caso eso se podría haber hecho jugar en la gaffe de Pichetto, ya que están grabadas sus palabras y constan (o deben constar) en el diario de sesiones de la Cámara. Pero esta introducción es solamente eso, ya que de lo que queremos hablar hoy es de otra cosa, íntimamente relacionada pero también de distinto tenor. Días pasados, justo antes de la conmemoración del 31º aniversario de la Gesta de Malvinas y del Día del Veterano de Guerra, leíamos una anécdota contada por el autor del libro cuyo título usamos hoy en este editorial, y que relata las vicisitudes que tuvieron que pasar, por sobre las del resto de sus compañeros, aquellos "chicos de la guerra" que profesaban la fe religiosa judía. Hernán Dobry, que de él se trata, cuenta que durante la ceremonia de homenaje a los soldados judíos que combatieron en la guerra de Malvinas, que realizó la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) el 22 de junio de 2012 en el salón auditorio del edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), se encontró con Jorge Mario Bergoglio. Luego de terminado el acto, esperó a que saludara a todas las autoridades comunitarias que estaban presentes, se acercó, y le entregó en mano su libro, cuyo título completo es "Los rabinos de Malvinas: la comunidad judía argentina, la guerra del Atlántico Sur y el antisemitismo". Casi un mes después, cuenta Dobry, sonó su celular y una voz de hombre desconocida le dijo: "Le habla el padre Jorge Bergoglio. Lo llamaba para comentarle que leí su libro y quería felicitarlo por la historia que contó. Es muy importante que se conozca lo que padecieron estos jóvenes, algo tan terrible. El relato me emocionó y era un hecho que desconocía, además de que me resultó muy interesante la parte espiritual que usted narró" La temática central del libro tiene que ver con lo que cuenta Silvio Katz, uno de los cuarenta soldados medio argentinos, por ser judíos (según el criterio nazi de Pichetto), respecto a la actitud del subteniente Eduardo Flores Ardoino: "Me castigó todos los días de mi vida por ser judío. Me congelaba las manos en el agua, me tiraba la comida adentro de la mierda y la tenía que buscar con la boca. Me trataba de puto, que todos los judíos éramos cagones y miles de bajezas más. El tipo se regodeaba con lo que me hacía, era feliz viéndome sufrir. Les decía a los demás que les hubiera pasado lo mismo si hubieran sido judíos como yo", recuerda al contarlo para el libro. Por terrible que fuera, la de Katz no es la única historia que testimonia el ensañamiento de muchos oficiales con soldados judíos mientras defendían la Patria durante el conflicto del Atlántico Sur. En medio de los bombardeos, mientras los ingleses trataban de destruir las defensas antiaéreas argentinas en las islas, un suboficial se sorprendió de que Pablo Macharowski, del Grupo de Artillería Aerotransportado 4, luchara hasta caer herido "pese a su condición de judío". "'Qué raro que vos que sos judío estés combatiendo acá", le dijo. "Soy argentino, no tiene nada que ver que sea judío o no. Al tipo le maravillaba, como si fuese algo ajeno", recuerda Pablo. Ante el fervor nacionalista que contagió a la mayoría de los argentinos y preocupó a otros, hay que destacar la excepcional actitud del rabino Marshall Meyer, el entonces rector y fundador del Seminario Rabínico Latinoamericano, quien tuvo la intención de enviar rabinos a Malvinas para sostener moralmente a los soldados judíos que allí estaban. Restricciones de la cúpula militar de aquel tiempo impidieron que los rabinos llegaran a las islas. Pero esta acción nos revela el claro conocimiento de la presencia de los soldados judíos en Malvinas, y que además está documentado por el relevamiento de esos datos que el ejército había enviado por el pedido del Seminario. ¡Cuánto los hubiese alentado tan sólo verlos, o escuchar alguna frase en hebreo o idish en medio de tanta muerte y horror! Pero no sucedió. La presencia de curas capellanes parecía hacer más intensa la ausencia de algo judío de dónde agarrarse mientras "bailaban" con la muerte durante 74 días. El martes pasado, como siempre, fui al acto que se realiza frente al cenotafio erigido en homenaje a Julio Omar Benítez, héroe máximo que brindó Basavilbaso a la posteridad cuando fue abatido en la ametralladora del guardacostas "Río Iguazú", y allí agregué ¡otra vez! al dolor que me embarga como "argentino argentino" (mal que le pese a Pichetto), el que sufrí cuando en la invocación religiosa nuevamente el cura párroco local desaprovechó la oportunidad de hacer una oración omnicomprensiva, remitiéndose a las que son usuales en la Iglesia Católica, y que me dejan descolocado frente a mis conciudadanos, ya que todos se persignan y rezan mientras yo, obligado, debo permanecer con las manos a los costados de mi cuerpo y la boca cerrada. Supongo que lo mismo les habrá pasado a los muy pocos judíos que estábamos presentes, pero yo me hago cargo solo de mi desesperación, porque no represento en esto a nadie. Es más, desde que vengo reclamando por lo que sucede en todos los actos patrios, no solamente no he recibido respuestas de los responsables (en una de esas existe una explicación válida para esta discriminación, aunque no lo creo), sino que tampoco me ha acompañado en el reclamo la entidad que nuclea a los judíos de Basavilbaso, como si la cuestión no les preocupara. La Guerra de Malvinas no fue una Guerra Santa ni la última Cruzada. Fue un intento de reivindicar el derecho que tenemos los argentinos argentinos (¡Gracias inefable Pichetto!) sobre ellas. No tiene nada que ver con la religión de cada uno de nosotros. Y cuando recordamos nuestro esfuerzo, a nuestros muertos y a los que volvieron y siguen esperando el reconocimiento que no siempre llega, debemos hacerlo, como alguna vez se enseñara desde Basavilbaso "aún por sobre nuestras diferencias". Y no profundizándolas. Dr. Mario Ignacio Arcusin, para Semanario Crónica de Basavilbaso